miércoles, 22 de mayo de 2019

Relato muy breve: Tres gatos feroces


TRES GATOS FEROCES


Tres gatos feroces muerden las botellas arrojadas al contenedor frente al bar, juegos inocentes que no pueden causar daño alguno. Los clientes pasan por delante y los quieren evitar, son incapaces de ver más allá de las fauces maliciosas, temen ser devorados por amenazas jamás pronunciadas. En cualquiera de los lados del pelaje animal pueden verse saltando pulgas de ciudad. Qué de brincos que dan, qué alegría, qué felicidad. Pasen y vean, no les harán ningún mal. Si las sigues te hacen una reverencia y si no lo haces, también, pero sin la misma cortesía. Veo voces que saludan con poca dignidad a los asustados maleantes que recuerdan fechorías de un tiempo en que los perros husmeaban las esquinas de los barrios del sur. Una de ellas intenta besar a las musarañas, que como se han escapado de sus pensamientos ahora invaden el local. Menudo espanto, tantos pelos me van a hacer estornudar. Y la escoba no me sirve para nada, baila despreocupada allá donde sus servicios no son requeridos. Me gustaría saber quién canta, quisiera que parase ya. No es un circo, no es un zoo, tan solo se trata de mi pobre y maltrecho bar. Son halagos los que me guían, son palmadas de aprobación las que me animan. Veo luces que se apagan al pasar, veo pasos que se iluminan al andar, y veo el banco donde me voy a tumbar a descansar. Tropiezo con mi lengua, mas no se fugan mis lágrimas. El dorado vaso de licor se me escapa, una rareza de quien ni una sola gota suele derramar. No me siento las pupilas, en la luna, dibujadas con tiza de colores, me devuelven una mirada que ya no me pertenece. Intento hacer saltar la chispa con yesca y pedernal. Salen llamas que gritan sin piedad. Una sirena me canta, llamándome a la mar. Un paseo, una celda, el recuerdo de una cena mal digerida.

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