miércoles, 26 de junio de 2019

Relato: Tienes tiempo


TIENES TIEMPO



Observas cómo ocurre. No es tan inevitable como pueda parecer. Se desliza lentamente hacia delante mientras el caucho se esfuerza en vano por mantener su posición.

Es mucho lo que podrías hacer. Lo más fácil sería simplemente salir. Nada te lo impide al fin y al cabo. Pero todo lo que haces es mirar al vacío y esperar, como si estuviese mal luchar contra el destino, como si la fuerza que te estuviese empujando residiese en un lugar más allá de la gravedad.

Te están hablando pero no lo hacen con tu misma calma. Es la súplica de aquellos que sí que han tomado una decisión. Te ruegan en la distancia porque nadie quiere acercarse a tu lado. No deja de ser irónico porque quizás su roce pudiese sacarte de tu estupefacción. Puedes verlos pero no los ves, son sombras moviéndose lenta y pesadamente. La reacción no deja de resultarte curiosa.

Con un pequeño gesto podrías revertir la situación. La fricción es suficiente, la voluntad no. Es la repetición de un sueño de antaño. Ahora lo vives como lo viste con los ojos cerrados. Tenía que llegar y, si ignoras la situación y luchas contra ella, quizás el evento no vuelva a repetirse jamás. ¿Y entonces qué sería de ti? Este es tu lugar. Aquí sentado mientras la atracción del mundo te va atrapando centímetro a centímetro. El abismo se acerca pero sigue siendo distante, desde tu perspectiva al menos.

Y qué hay más allá. Un lecho de piedra y grava te aguarda. No obstante, no crees en ello. No es porque te veas a ti mismo ascendiendo en la gloria celestial, sino que en eres consciente de que en algún momento dejarás de esperar y entonces la velocidad ganará al entendimiento.

¿Y esos rasguños? Claro, el gato. Él no podía decidir y lo han dejado olvidado. Aquí las caricias ya no sirven de nada. Esa misma palanca que tienes a la derecha podrían cambiar su situación, pero entonces también lo haría la tuya. Y no eres capaz de decidirte si eso es lo que de verdad deseas. Porque, si no dejas que ocurra, ya no sabrás a qué atenerte, ignorarás la historia que te aterrorizaba cada noche, y deberás decidir una y otra vez, solo para fallar en la mayoría de las ocasiones.

Te tiembla la mano, pero solo un poco. No es porque tengas miedo. La vibración se transmite desde la tierra a tu corazón, cada vez con más intensidad. Con el cuerpo pesado te das la vuelta y dejas escapar al animal de su prisión. O al menos, piensas que lo hará, escapar. Pero no, el pobre bicho también tiembla y no se mueve del sitio. Te gustaría pensar que solo quiere hacerte compañía, pero sabes que no es así. Lo que necesita es un empujoncito. Le das un manotazo al transportín y la fiera sale de un salto, vuela por la ventana y aterriza en los brazos de algún niño con un olor familiar.

Una cosa menos. ¿Ves? Y todo eso ha sido bastante sencillo. Ya podía haberlo hecho algún otro, piensas. Miras adelante y luego hacia atrás. El pasado se aleja. El futuro se agota.

Con calma y sin perder la compostura te desabrochas el cinturón y lo devuelves a su lugar con sumo cuidado. Quitas la llave del contacto y te la guardas en el bolsillo de la camisa. Recoges todos tus efectos personales de la guantera, y las gafas, también las gafas. Después te aseguras de dejar todas las ventanillas bien cerradas. Y solo entonces te apeas del vehículo.

Pisas suelo firme en el momento en que el coche deja de hacerlo. Un estrépito. Una bofetada. Un abrazo. Todo ha acabado.

jueves, 13 de junio de 2019

Relato: Compañero de investigación



COMPAÑERO DE INVESTIGACIÓN



No sé qué estoy haciendo aquí. Los desprecio a todos y cada uno de ellos. Sus sonrisas falsas, sus comentarios deferentes, sus poses arrogantes. No hay nada genuino en el baile de vanidades. 

—Yes, you are right. Fuck them all. 

“Sí, tienes razón. Que les jodan a todos.” Mi acompañante me susurra esto en inglés. Es su idioma nativo, pero no lo utiliza porque no conozca otro, sino que lo hace apropósito, para que nadie más de los presentes pueda entenderle. 

Sin embargo nadie lo haría, para ello tendrían que prestar atención a algo que no fuese sus propios egos hinchados y sudorosos. 

Alguien se acerca y me estrecha la mano. Es un hombre de mi estatura, pero bastante más mayor que yo. Aprieta con fuerza, y lo hace desafiante. Es su manera de decir que no está de acuerdo con la decisión ni con la ceremonia. Sonríe altaneramente. Escupe al hablar cuando da la enhorabuena. Para mí, más bien, habla al escupir. 

Se despide y eso da pie a que mi acompañante vuelva a hacer un comentario de los suyos. 

—Do you think he is going to the toilet to wash his hands at this very moment? Or, perhaps he will be able to wait a full minute before feeling the need to get rid of your disgusting touch… 

Bueno, si no lo hace él, lo haré yo. Me dirijo al cuarto de baño y, a pesar de la cola, me dejan pasar primero. Piensan que si no lo hacen les nombraré en mi discurso. Creen que soy tan vil como ellos y que sería capaz de avergonzarles públicamente, simplemente porque no me apetecía guardar cola. Estoy exhausto y no quiero comenzar una discusión sobre modales, así que entro, sin más. 

Todo lo que quiero hacer es refrescarme. Dejo caer el agua y me mojo la cara un poco con las manos, con cuidado de no salpicarme la chaqueta. Me miro en el espejo y descubro la mirada furiosa de alguien que ve el mundo como es en realidad. No es mi cara, sino la de mi acompañante, que también ha entrado conmigo y se niega a alejarse de mi lado un solo instante. Mi propio rostro no me molesto en mirarlo, ya sé lo que vería en su lugar: unos ojos cansados y una piel más arrugada de lo que estaba cuando inicié esta odisea. 

Escucho aplausos en el exterior. Ya es la hora. Seguro que me han llamado justo en este momento, sabiendo que no estaba disponible, para ponerme en evidencia por la tardanza. No les daré la satisfacción. Me apresuro de regreso a la sala y me dirijo hacia el escenario. 

Más aplausos. 

—Look at them, kissing your ass. 

Encontré a mi acompañante durante mi investigación y rápidamente nos hicimos cercanos. Es bueno tener a alguien al lado cuando el mundo entero parece tan empeñado en desacreditarte. 

La gente se pone en pie y aplauden con más fuerza. No están contentos con mi cura portentosa, ni con la posibilidad de salvar vidas. Se aplauden a sí mismos, mientras se llenan los bolsillos con el dinero que ganarán para las farmacéuticas a las que representan. 

Veo lágrimas descender por las mejillas de mi emocionada esposa. También se ha dejado corromper por la gloria y la fama que no ha conseguido ella. En la misma mesa, varios de mis amigos más próximos me hacen gestos de reconocimiento con la cabeza. Lo que quieren es que los nombre, que comparta mi éxito con ellos y poder aprovecharse de este. 

Solo mi acompañante permanece impasible. Es mordaz y despiadado. Me encontró cuando el estrés era prácticamente insoportable. Y ahora es en la única persona en quien puedo confiar. 

—You know what you have to do. 

Sé lo que tengo que hacer. Nadie utilizará mi investigación. He modificado los datos. No queda ni rastro, me he asegurado de ello. 

Sonrío. Saludo. Saco la pistola y me vuelo los sesos sobre el escenario.