martes, 26 de noviembre de 2019

Relato: En lo alto de la torre



EN LO ALTO DE LA TORRE



Desde mi alta torre puedo escuchar a los presos gritar de felicidad. Entre tortura y tortura, con su sufrimiento cantan canciones de vida y también de muerte, especialmente de muerte. Y los envidio. No puedo verlos ni acercarme a ellos. No puedo cometer los crímenes que los arrastraron a las mazmorras. No puedo temblar ni imaginarme mi funesto destino cuando venga la guardia a apresarme. No, no puedo. Desde mi olvidada y aislada torre no puedo.

Tengo todo cuanto deseo, o más bien todo cuanto mi imaginación puede concederme. Lo demás no importa. Tengo que convencerme de que lo demás no importa. Cuanto necesito, cuanto añoro y cuanto envidio, son realidades. Pero aquí la realidad carece de importancia. El mundo está allí fuera, más allá de una ventana enrejada, en las profundidades de un abismo infinito, perdido entre una bruma insondable.

Aquí tan solo llegan rumores y preguntas que no pueden tener respuesta.

En sueños veo el acto final, oculto tras mentiras dichas en voz baja. Soy yo y soy otra persona. En un mundo que no es el mío, tomo decisiones poderosas y la suerte me acompaña al hacerlo. El trabajo duro es recompensado y tras la espera siempre hay gratas sorpresas. Un abrazo, un beso en la mejilla, el calor de un gesto de consuelo. Pero el sueño acaba y llega el momento de despertar, en la soledad de la torre, en el frío de la torre, en la húmeda torre, mirando hacia la salida.

La puerta está abierta y no hay carceleros a la vista, nunca los ha habido. Pero la torre es alta, las escaleras empinadas y resbaladizas, y en la base… ¡quién sabe lo que hay en la base! Así que espero y fabrico alas de papel, con el propósito de estar preparado para el día en que caigan los barrotes de la ventana. Pero luego me entristezco y lloro cuando los barrotes no caen por sí solos y mis alas de papel se estropean y deben ser fabricadas de nuevo, desde el principio.

Mientas tanto la gente sufre, mientras tanto la gente ríe, mientras tanto la gente ama, mientras tanto la gente sueña, mientras tanto la gente vive. Todos ellos olvidan a quien habita en lo alto de la torre, a quien un día encontrarán por pura casualidad. Y entonces alguien preguntará: ¿Por qué fabricaba alas de papel cuando pudo usar las escaleras? Pero ellos, que no han vivido en la torre, no saben que aquí las preguntas no pueden tener respuesta.