tag:blogger.com,1999:blog-24168746774860130182024-03-14T08:30:30.214-07:00Mentes En ExpansiónErick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.comBlogger67125tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-43460998205474374392020-10-31T03:58:00.000-07:002020-10-31T03:58:48.903-07:00Relato: Un mensaje oculto<p style="text-align: justify;">Saludos, como viene siendo habitual por estas fechas, incluso en periodos durante los cuales no actualizo mucho el blog, siempre me gusta publicar un relato de terror en Halloween. En esta ocasión, me vais a tener que disculpar, porque el relato que planeaba publicar se me ha ido un poco de las manos y está inconcluso. Sin embargo, aunque todavía no esté terminado y requiera algún que otro repaso, no voy a dejaros sin la dosis habitual. De manera que, sin más dilación, os presento la primera parte de esta misteriosa historia:</p><p> </p><p style="text-align: center;"><b>UN MENSAJE OCULTO (primera parte)</b></p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">El
libro era viejo, con una encuadernación oscura, de un tono casi negro, que
devolvía reflejos azulados cuando la luz impactaba sobre su cubierta desde
ciertos ángulos. No obstante estaba en perfecto estado, se notaba que lo habían
cuidado bien. Era una pieza de coleccionista, algo que uno esperaría ver solo
desde el otro lado del cristal de una vitrina. Y sin embargo el anciano lo
había depositado en sus manos, en las manos de un completo desconocido, con
total confianza.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">La
piel de la encuadernación se sentía seca y fría al tacto, y quizás debido al
desgaste y la erosión que sin duda habrían producido los años, era muy suave,
no se notaba ningún tipo de fricción. No pudo resistir el impulso de acariciar
la superficie con las yemas de los dedos. No solo porque la sensación le
produjese un cosquilleo muy agradable, en realidad, el nerviosismo era su
principal motivo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Por
qué yo? —era la pregunta más obvia y la que había luchado con más fuerza por
salir de su cabeza— Seguro que tiene a su disposición lingüistas, matemáticos,
anticuarios y mil especialistas mucho más cualificados. Yo no he hecho nunca
nada parecido, y por más que me atraiga la idea de resolver el misterio o
encontrar un secreto que nadie más ha podido descubrir, estoy bastante seguro
que no voy a ser capaz.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Tiene
razón, usted no ha sido mi primera opción. He contratado a numerosos
especialistas con el paso de los años. Gente más cualificada, como bien ha
dicho. Algunos plantearon unas teorías interesantes… Más bien, rebuscadas. Se
inventaban códigos donde no los había, me ofrecían respuestas absurdas. Todos
fracasaron. Por eso he decidido cambiar mi manera de enfocar la situación. Y
creo que usted es la persona perfecta para el trabajo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—No
ha respondido a mi pregunta.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—No,
no lo he hecho. No quería empezar nuestra relación hiriendo sus sentimientos.
Pensé que preferiría sentirse especial. Muy bien, ¿quiere que sea franco? Lo
seré. Usted es la persona ideal porque no es nadie. Tan solo un artista
fracasado. Su trabajo es original, evocador y provocativo, pero mediocre. Y no
va a mejorar, nadie se va a interesar por sus obras, jamás podrá vivir de ello.
Aceptará cualquier tipo de trato si ello le otorga algún tipo de reconocimiento,
una manera de salir de las sombras.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Lo
sensato hubiese sido ofenderse, sentirse insultado por la acusación sin
fundamento y marcharse inmediatamente, sin volver a mirar atrás. Quería pensar
que lo que le decían era mentira. No estaba dispuesto a aceptar cualquier trato
a cambio de un mínimo reconocimiento. Y, sin embargo, no se movió del sitio. Se
dijo así mismo que había sido debido al misterio, eso era todo. El asunto era
demasiado intrigante como para darse la vuelta y olvidarlo todo. No obstante, también
esperaba ser afortunado y sacar algo más de aquello. Sí que estaba desesperado
después de todo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Co
esto no quiero decir que vaya a aceptar —comenzó a decir, intentando recuperar
un poco el control de la situación—, pero, si lo hiciese, ¿qué implicaría exactamente?
¿Qué tendría que hacer y qué me ofrece a cambio?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Abrió
la puerta con sus preguntas. Ahora, dos semanas después se arrepentía del
trato. Aunque, la verdad es que si hubiese sabido de antemano la frustración y
las largas horas de estudio que le aguardaban, hubiese aceptado de todas
formas.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Lo
primero que había hecho había sido leer el dichoso libro. Una lectura larga y
pesada, con nombres de personas desconocidas y aparentemente inconsecuentes,
con la historia de una familia aburrida, sus partidas de caza, sus negocios,
sus propiedades… todo extremadamente tedioso. Solo había, quizás, para quien
conociese la existencia del misterio previamente, unos cuantos indicios de que
había algo más que no era accesible para todo el mundo. Un murmullo, un rumor
de que algo no encajaba del todo en la narración. Pero ese algo se le escapaba
constantemente. Su único consuelo era saber que no era al único al que le había
ocurrido, personas más capacitada que él había sucumbido ante la frustrante
tarea.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Podía
ir y venir a su antojo, sin importar la hora del día. No tenía llave para
acceder a la finca, pero siempre había un empleado para abrirle la puerta, les
habían instruido para ello. En cuanto a la casa, se le permitía utilizar el
cuarto de baño de la primera planta, así como la cocina para empleados y el
comedor anexo. Incluso disponía de un pequeño dormitorio privado donde pasar la
noche y descansar, si así lo deseaba. Al principio no se había querido tomar
demasiadas libertades. Ya fuese porque pensó que no era necesario, o porque le
supiese mal molestar a los empleados de la finca a determinadas horas, prefería
ceñirse a un horario de trabajo razonable. Llegaba por la mañana, después del
amanecer, y se marchaba antes de que anocheciese. Pero poco a poco fue
cambiando sus hábitos. Empezó por madrugar un poco más y marcharse algo más
tarde. Y antes de darse cuenta había empezado a pasar noches en vela en el
estudio donde se guardaba el libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Para
manipular el manuscrito le habían impuesto una serie de normas. Estas se
referían sobre todo a su cuidado y conservación. Lo más engorroso era el asunto
de la seguridad. El estudio permanecía cerrado bajo llave en todo momento. Un
ama de llaves abría para dejarle paso y volvía a cerrar la puerta en el momento
en que accedía a la sala. Mientras que para abandonar la estancia debía hacer
sonar una campanita en el interior para que acudiesen a abrirle.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Y
a pesar de todo, la habitación había estado abierta y sin ningún tipo de
supervisión la primera vez que había acudido a la casa. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Entonces se encontraba visitando el edificio
junto con un grupo de desconocidos, realizando una visita guiada para observar
las obras de arte de la colección privada del interior. Según la guía
turística: “todo un tesoro de la historia local del pueblo”. El caso es que, en
cierto momento dado, había visto a lo lejos un cuadro que le había llamado la
atención, mucho más desde luego que el resto de las obras que el guía estaba
enseñando. Así que, sin pensárselo dos veces, se había separado del grupo y
había dejado que sus pasos le guiasen hasta aquella puerta abierta al final de
un estrecho pasillo. Se había colado en el estudio, sin pensar que pudiese no
estar permitido el acceso y, sin reparar en nada más, ni tan siquiera en la
exquisita colección de libros que cubría varias estanterías en las paredes, se
había adentrado hasta el extremo de la estancia donde, en la pared del fondo se
exhibía un cuadro que parecía ser una representación de aquella misma casa
varios siglos antes.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">No
había podido estudiar el cuadro en profundidad, porque al poco había sido
sorprendido por el dueño de la finca, y de algún modo eso había derivado en una
conversación que había acabado con la intrigante oferta de trabajo que había
acabado por aceptar.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Todo
había sido tan repentino que había tardado un par de días en caer en la cuenta
de aquel extraño detalle: la puerta había estado abierta, cuando nunca lo
estaba. No había que ser muy listo para darse cuenta de que aquel hecho no se
trataba de una coincidencia. El encuentro había estado planeado. Es más, con el
paso de las semanas, también había reparado en que, a pesar de la multitud de
horas que permanecía en la casa, nunca había vuelto a ver que se realizase
ninguna otra visita guiada. Pensar en todos estos hechos le turbaba
profundamente, por ello apartaba los pensamientos rápidamente de su cabeza. No
era difícil, el enigma del libro no le dejaba espacio para mucho más.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Le
habían dejado trabajar a su ritmo y sin interrupciones ni interferencias. No
había vuelto a reunirse con su empleador desde su primer y único encuentro. Le
mandaba informes semanales, hablando de su progreso, o más bien de la ausencia
del mismo. En estos documentos comentaba opiniones que extraía de sus lecturas
e investigaciones, así como las ideas que se le ocurrían.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Y
eso había sido todo hasta que el anciano solicitó una entrevista con él. Debían
reunirse a última hora de la tarde en el mismo estudio donde se encontraba el
libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Va
a prescindir de mis servicios? —preguntó en cuanto hubo tomado asiento frente
el dueño de la casa, temiendo que ese fuese el motivo de la reunión.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Acaso
cree que debería hacerlo? No, no me responda. El motivo de nuestro encuentro es
otro. Verá, me han informado de unos cambios en su rutina que me han llamado la
atención.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Cambios?
No ha ocurrido nada que no le haya contado ya en mis informes.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Y
sin embargo, parece estar evitando deliberadamente consultar el libro. No solo
acude con menos regularidad al estudio, además, cuando lo hace, no parece que
esté continuando con la investigación.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—No
lo entiendo, ¿piensa que le estoy engañando, que no estoy trabajando? ¿Y cómo
sabe que no he tocado el libro durante los últimos días? ¿Acaso no le sirve con
sus espías, también me observa con cámaras?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—El
dramatismo es innecesario. No dudo de usted, y no, no le espío en secreto. Pero
ya sabe que se toman muchas medidas de precaución en lo que concierne al libro.
Me preocupa su seguridad. Y la vitrina en que está expuesto tiene un sensor que
se activa cada vez que esta se abre. Es por ese motivo que sé que el libro no ha
abandonado su lugar desde hace días.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Si
ese es el motivo de su preocupación, me parece que le he hecho perder el
tiempo, entonces. Simplemente he estado revisando otros documentos, cartas,
diarios, notas de otros autores… Es por ello que no era necesario utilizar el
libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Ya
veo… Deberá disculpar a este anciano por sacar conclusiones demasiado rápido,
parece que la edad lleva mi mente a lugares… extraños.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—No
tiene por qué disculparse, solo está cuidando su inversión. Cualquiera en su
posición haría lo mismo si no estuviese obteniendo resultados.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Claro,
claro. Su comprensión es admirable, y su honestidad… no debería estar en tela
de juicio. A menos, por supuesto, que sea a usted mismo a quien esté intentando
engañar. A menos que tenga miedo. A menos que lo haya visto.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
hizo el silencio y la temperatura de la habitación pareció descender varios
grados. El anciano fijó la mirada en sus ojos, esperando su reacción, leyendo
el nerviosismo, el temor y la duda que había estado envolviendo su cordura y
que ahora habían sido puestos en evidencia.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Le
costó encontrar una respuesta. La pausa había sido demasiado larga y sus palabras
no podrían justificar la demora.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Qué
haya visto el qué? No sé de lo que me está hablando —como el anciano había
adivinado, la mentira pronunciada en voz alta estaba dirigida a él mismo. El
tartamudeo y la respiración agitada no ayudaron a vender el embuste.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¡Lo
sabía! ¡Lo ha visto! —exclamó el anciano, emocionado— Y usted que pensaba que
no era la persona adecuada…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—De
verdad, no tengo ni idea de lo que…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Vamos,
vamos. Sé que debe estar confuso, pero le prometo que todo tiene una
explicación, aunque no sea una que podamos comprender con facilidad. Para
empezar, déjeme decirle que no ha sido el único que ha visto… algo. No, no me
mire asía. No hablo de mí mismo. Uno de sus predecesores también lo vio, solo
uno de ellos. Y le costó mucho más tiempo del que le ha llevado a usted —hizo
una pausa, dándose cuenta de la mirada de estupefacción del confuso artista—.
Disculpe, debería explicarme mejor. Es por la emoción ¿sabe? Han pasado años
desde que se hizo progreso alguno. Pero tiene toda la razón, estos no son
modos. Hay un procedimiento a seguir, debemos asegurarnos de que ha visto lo
que creo que ha visto y no se trata de ningún espejismo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Acto
seguido, el anciano se puso en pie, abrió un cajón de un escritorio cercano y
sacó una hoja de papel, a continuación cogió la pluma que había sobre la mesa y
escribió algo. Pero no lo enseñó, en lugar de ello plegó la hoja dos veces y se
la guardó en el bolsillo. Después regresó a su asiento.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—En
este papel está la respuesta a la incógnita que nos está afectando a ambos de
forma distinta. He escrito qué es lo que su predecesor vio, o al menos qué es
lo que me contó que vio. Se trata de algo que está documentado y contrastado
con otros testimonios de personas que habían estudiado el libro incluso antes
de que cayese en mis manos. Así que podemos pensar que hay cierta veracidad en
el asunto. Ahora, lo que le voy a pedir es, sin enseñarle lo que hay aquí
escrito, que me cuente exactamente qué es lo que usted vio, cuándo lo hizo, y a
qué cree que se debió su… descubrimiento. Solo entonces le mostraré la hoja de
papel y creo que los dos nos sentiremos aliviados al ver que se trata de lo
mismo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">No
podía seguir refutando lo que decía el anciano, así que no tuvo más remedio que
confesar su experiencia y también sus temores.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Curiosamente,
la visión que la había perturbado no estaba relacionada con el libro, o por lo
menos, no al principio.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Había
sido una jornada de trabajo como cualquier otra. El día había pasado sin
progresos. Debía estar empezando a oscurecer, pero esto eran conjeturas,
basadas únicamente en la hora que marcaba su reloj de pulsera, ya que en el
estudio no había ninguna ventana que diese al exterior. Se sentía fatigado
mentalmente, pero todavía no quería darse por vencido. Así que decidió tomarse
un pequeño descanso.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
había sentado en una de las butacas y había dejado que sus ojos deambulasen por
las paredes de la estancia a su parecer. Y desde luego, no habían tardado en
acabar por posarse sobre el cuadro que había empezado toda aquella bizarra
experiencia.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Había
trabajado día y noche junto a aquella obra sin prestarle atención, demasiado
envuelto en el estudio del libro como para reparar en nada más. Casi había
olvidado aquella cualidad que parecía trazar una delgada línea entre la
realidad y el mundo de lo etéreo. La pintura exhibía una melancolía de tonos
otoñales, y era el escenario de un misterio que parecía rodear la casa cuando
todavía parecía erguirse solitaria y poderosa en medio del campo, antes de que
la civilización y las calles del pueblo vecino la atrapasen, la
envolviesen<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>y la apartasen, de que le arrebatasen
una extensión terreno que sin duda una vez fueron del propietario de la finca
por aquel entonces.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Antes
de darse cuenta, se había levantado y había comenzado a aproximarse al cuadro,
victima nuevamente de la misma fascinación que había experimentado la primera
vez que lo atisbó en la distancia. Se acercó todo lo posible, estudiando cada
detalle, maravillándose con cada trazo, con cada sutil mezcla de colores.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Y
entonces apareció la mujer en la ventana.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Por
algún motivo, la figura le produjo un escalofrío. A pesar de la reducida escala
con que estaba representada la mujer, aquel punto del cuadro que debía haber
sido apenas un pequeño borrón de pintura, parecía tener una gran nivel de
detalle, suficiente como para poder apreciar los rasgos de la persona que
parecía mirar el mundo exterior desde en el interior del cuadro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Ella
le observaba desde una ventana ubicada en el segundo piso de la casa, de
aquella misma casa que él pisaba en esos momentos, pero lo hacía desde otro
mundo, desde otro tiempo… Y siempre había estado allí pintada. Aunque él no se
hubiese dado cuenta hasta ese instante, la mujer debía haber estado allí desde
el principio. Porque, por muy viva que parezca una obra, por realista que sea
la representación, un cuadro no cambia, no se mueve por sí mismo, no es más que
un recuerdo inanimado atrapado en un lienzo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Pero
aun así, por algún motivo le costaba creerse su propio razonamiento y le
perturbaba la idea de que la mujer del cuadro hubiese estado todo aquel tiempo
viéndole trabajar en silencio, intentando resolver un misterio imposible,
riéndose para dentro porque ella conocía el secreto y no tenía ninguna
intención de revelarlo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Entre
el escaso equipamiento que traía consigo, tenía una lupa para poder ampliar
fragmentos de las páginas del libro en busca de, quizás, mensajes ocultos entre
los caracteres. Bien, no había encontrado nada de eso a pesar de sus exhaustivos
análisis. No obstante, ahora podía hacer uso del instrumento nuevamente en una
tarea distinta. Acercó la lente hasta el cuadro y examinó la misteriosa figura
que miraba desde la ventana.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">El
nivel de detalle era remarcable. Se podían apreciar tanto el color de los ojos
de la mujer como los acabados de las mangas de su vestido. No solo era
extraordinario sino que parecía imposible, no con técnicas convencionales. Pero
ahí estaba y además…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">La
mujer desapareció.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">No
fue delante de sus ojos, pero casi. Había apartado la vista un momento,
limpiando el cristal de la lupa, y cuando había vuelto a acercar la lente para
continuar estudiando la figura, se había encontrado con que esta ya no estaba
allí.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">El
descubrimiento le había provocado una repentina sensación de vértigo. Pensó que
con los nervios quizás se había confundido y había aproximado la lupa a la
ventana equivocada, pero no era así. No había nadie en ninguna ventana. ¿Lo
había habido en algún momento? Esta era la pregunta que le asaltó de repente.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
apartó del cuadro y regresó a la butaca, para dejarse caer abatido. El
cansancio, eso debía ser. Había estado soñando dormido, un efecto secundario de
haber andado tantas horas enfrascado en un problema sin solución, en un
misterio absurdo. Esa era la única explicación, la más lógica. Así que no
necesitó más para convencerse a sí mismo de que ya había trabajado bastante por
ahora y debía regresar a casa a descansar. En otras ocasiones, cuando se había
hecho tan tarde, se había quedado a pasar la noche en el dormitorio que le
habían habilitado en la casa. Pero esta vez, decidió que debía alejarse del
lugar, poner algo de distancia y desconectar por completo. Al fin y al cabo, no
quería seguir viendo cosas que no existían.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Al
día siguiente, sintiéndose descansado, ya había descartado la posibilidad de
que la mujer de la ventana hubiese existido realmente, y continuó estudiando el
libro. Pero, de vez en cuando, miraba de reojo el cuadro, solo por si acaso.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Las
horas fueron pasando y una vez más fue sintiéndose víctima de un profundo
bloqueo mental. Estaba desesperado y ya no sabía qué hacer para continuar.
Comenzó a pasar las páginas del libro rápidamente. Más de lo que marcaban las
normas para la correcta conservación del libro. Y entonces se detuvo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Había
una mancha extraña. La había pasado a tanta velocidad que no estaba del todo
seguro, y tampoco parecía ser capaz de recuperar la página exacta. Repasó cada
una de las páginas por delante y por detrás. Pero allí no había nada fuera de
lo ordinario, nada que no hubiese visto ya un millón de veces. Así que
rápidamente descartó la aparente visión, pensando que se había tratado de un
simple efecto óptico.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Sin
embargo, al volver la cabeza, descubrió que estaba siendo observado. La mujer
estaba allí, una vez más asomada a la ventana. Incluso a pesar de la distancia
que le separaba del cuadro, la silueta era inconfundible. Un segundo encuentro
con el espectro del cuadro no era algo que pudiese achacar al cansancio. En
efecto, la figura estaba allí, perfectamente dibujada. Era real.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Esta
era toda la confirmación que su cerebro necesitaba para empezar a trabajar a
toda potencia en busca de explicaciones. La temperatura de la estancia, el tipo
de pintura que se hubiese empleado, la iluminación… Cualquiera de estos podían
ser factores a tener en cuenta. Miró su reloj de pulsera. Era aproximadamente
la misma hora que la última vez que había visto a la mujer del cuadro. No podía
ser una simple coincidencia. Sabía que no era muy buena idea, ya que podía
dañar la pintura, pero no pudo resistir el impulso de acercarse hasta el lienzo
y tocarlo, justo en el punto donde había aparecido la mujer.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Paso
la yema de los dedos por la zona y no fue capaz de distinguir ninguna
diferencia entre el punto donde estaba la figura y la zona que la rodeaba. El
tacto era similar, y la temperatura parecía ser la misma. Además, no había
forma de que la luz incidiese de forma distinta en aquel lugar tan preciso, no cuando
no había ninguna ventana en el estudio. ¿Podía existir un pigmento cuyas
características cambiasen de forma cíclica a lo largo del día? Y de ser así,
¿podía haber mantenido sus propiedades con el paso del tiempo?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Le
parecía improbable. No obstante, si existía algo así que pudiese ser aplicado
en una pintura, nada impedía que la misma técnica se hubiese utilizado también
sobre las páginas de un libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Volvió
a pasar las páginas, esta vez un poco más despacio, buscando algo fuera de lo
común. Y curiosamente no tardó en encontrarlo. En la esquina inferior, junto a
la numeración de las hojas, había un símbolo extraño, unos trazos que cuanto
más los miraba uno más le recordaban a una cara, grotesca, deforme e inhumana,
que parecía abrir la boca con una sonrisa demoniaca.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">La
lógica y la sensatez le abandonaron. Sintió miedo. Había un ser atrapado entre
las páginas amenazando con devorarle. Era una idea absurda, lo sabía. Pero la
angustia y la sensación de malestar que aquellos trazos le provocaron estaban
más allá de la a razón y el sentido común. Cerró el libro inmediatamente y se
fue corriendo de la casa. Aunque no sirvió de nada. Podía ver la sonrisa
maléfica en todas partes. Estaba en las fachadas, en las sombras, en las
grietas del suelo, en los reflejos del cristal, y, peor aún, en sus sueños.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Así
que, en un intento de olvidar aquella terrorífica imagen, no había vuelto a
tocar el libro. Esperaba que todo hubiese sido fruto de su imaginación,
prefería haberse vuelto loco antes que tener que volver a tropezarse con un
símbolo que rezumaba maldad y parecía estar vivo. </span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Le
narró su experiencia al propietario de la casa. Lo hizo lo mejor que pudo pero,
sintiéndose algo ridículo por su falta de profesionalidad mientras lo hacía,
escatimó en detalles al llegar a la parte de sus sentimientos de aversión hacia
el símbolo del libro. Y entonces vio como el anciano le acercaba la hoja de
papel sobre la que había escrito momentos antes.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Adelante,
mírela —le invitó con una sonrisa en el rostro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Lo
hizo. Sin decir nada, desplegó el papel y pudo ver que no tenía palabras
escritas, tan solo había un dibujo en el centro. Era tosco y no del todo
preciso, pero sin duda se trataba del mismo símbolo que había encontrado en el
libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Son
solo líneas en un papel —le dijo el anciano—. No pueden hacernos daño. Y si
alguien les ha querido conferir un aspecto amenazador, debe ser sin lugar a
dudas porque ocultan un secreto digno de ser descubierto.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Pero
el hombre, todavía atemorizado, pensaba que era algo fácil de decir para el
anciano, quien tan solo contaba con una idea aproximada del efectismo del que
estaba dotado el símbolo. Después de todo, él no lo había visto cobrar vida
ante sus ojos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Después
de aquella reunión, tardó algo de tiempo en sentirse capaz de retomar su
investigación, en superar aquel temor irracional y enfrentarse al libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Por
lo que el anciano le contó, tan solo una persona de las que había contratado
anteriormente había sido capaz de ver el símbolo, algo que lamentablemente solo
pudo transmitir en los informes que dejó por escrito y que nunca llegaron a ser
entregados. En aquel momento, la comunicación con su empleador no se realizaba
por correo electrónico, sino que los documentos eran entregados en mano. Así
que cuando el investigador sufrió un repentino ataque al corazón, debido a su
mala salud y a que contaba con una edad avanzada, todo lo que quedó de sus
últimos hallazgos fueron sus anotaciones. Quizás llegó algo más lejos en su
investigación y fue capaz de dar un paso más allá del descubrimiento del
símbolo, pero de ser ese el caso, se había llevado el secreto a la tumba. De
aquel modo, el dueño de la finca había acabado por recuperar los informes
pendientes, que se encontraban sobre un escritorio en la casa del difunto. Sin embargo,
la lectura no le había aclarado mucho, únicamente le había confirmado la
existencia de aquel símbolo que tan solo conocía por diversos diarios y
documentos antiguos, los que hasta el momento había tachado de fantasías y
superchería.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Así
que al final, la curiosidad y la necesidad por terminar de resolver el misterio
fueron más grandes que su miedo. Además, había una pequeña parte dentro de él
que se sentía inflada por la satisfacción de ser una de las pocas personas que
había conseguido llegar hasta ese punto de la investigación. Este orgullo no
tardó en desvanecerse en el momento en que abrió nuevamente las páginas del
libro y fue incapaz de volver a ver el dichoso símbolo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">No
lo podía entender, pensaba haber resuelto al menos esa parte. Creía que el
símbolo aparecía únicamente durante un breve intervalo de tiempo en una hora
determinada de la tarde, coincidiendo con el anochecer. No obstante, aunque el
momento del día era el adecuado, por más que pasaba las páginas no encontraba
nada. Ello no le proporcionó el alivio que hubiese podido esperar, al no tener
que volver a ver la sonrisa maliciosa que tanto pavor le había causado, sino
que le llenó de rabia y frustración. Sabía que era real, tenía la certeza de
ello. Había otros testimonios que lo confirmaban. Pero era posible que tan solo
hubiese podido verlo por accidente, que hubiese sido una afortunada
coincidencia.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Miró
hacia el cuadro. La mujer estaba allí. En ese punto no parecía haberse
equivocado. Aquella figura siempre aparecía a la misma hora. ¿Entonces, cuál
era la diferencia con el libro? ¿Por qué había visto el símbolo antes y ahora
no era capaz?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
devanó los sesos en busca de una explicación, pero para cuando quiso darse
cuenta la hora mágica ya había pasado y la mujer desapareció una vez más
llevándose el secreto que tan celosamente parecía guardar.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Entonces
se le ocurrió algo, tan solo una pequeña teoría disparatada más. Se dio cuenta
de que la primera vez que había visto el símbolo, en realidad, su atención
había estado en la mujer del cuadro, durante más de un día, además. Era tan
solo una posibilidad remota, pero pensó que merecía la pena explorarla. Aunque,
por supuesto, tendría que esperar al día siguiente para probarlo, cuando
volviese a aparecer la mujer del cuadro. Por el momento, no se sintió capaz de
regresar a casa, estaba demasiado ansioso, así que decidió pasar la noche en la
casa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Le
despertó el sonido de la lluvia en el exterior. Alcanzó su reloj digital y
comprobó que pasaban de las tres de la madrugada. Por algún motivo se sentía
ansioso, no podía apartar de su cabeza la nueva idea que quería probar, y tener
que esperar para hacerlo era una tortura. El secreto estaba en la mujer del
cuadro. Pensaba que podía funcionar de forma parecida a cuando te concentras en
un dibujo durante mucho tiempo y después cuando miras hacia una superficie
blanca puedes seguir viendo la silueta. Era quizás un simple truco perceptivo,
que solo funcionaba al combinar, en concreto, los colores y formas de la mujer
expuestos sobre la tonalidad de determinadas zonas sobre las páginas del libro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Su
nerviosismo iba cada vez a más ante la impotencia que sentía por no poder ir en
aquel mismo instante a comprobarlo. Pero, ¿no podía? Se le ocurrió que nunca
había mirado el cuadro a aquella hora. Era improbable, pero podía ser que la
figura fuese visible a más de una hora del día. Al fin y al cabo, desconocía
por completo cómo funcionaba el sistema que habían utilizado para darle aquel
efecto a la pintura.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Antes
de tener tiempo para cambiar de parecer, ya se encontraba con los zapatos
puestos y avanzando por el pasillo que conducía al estudio. Se plantó frente a
la puerta y… Cayó en la cuenta. Por supuesto, la habitación estaba cerrada.
Podría avisar a alguien para que le abriesen, pero no quería molestar al
servicio cuando realmente no iba a trabajar y únicamente quería echarle un
vistazo al cuadro. No hubiese estado bien. Así que no le quedó más remedio que
darse la vuelta y volver por donde había venido. Si la mujer del cuadro estaba
mirando por la ventana en aquel momento, lo haría a solas.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">A
menos que… Acababa de llegar al pie de las escaleras que conducían a la planta
superior. No pensaba que hubiese nada allí arriba que pudiese ayudarle. No
obstante, le atraía la idea de estar en la misma habitación y mirar a través de
la misma ventana que la mujer del cuadro.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">La
casa estaba en silencio y prácticamente a oscuras. Tan solo se veía una débil
franja de luz bajo la puerta que daba al ala del servicio. Para orientarse en
la oscuridad utilizaba una pequeña lámpara eléctrica que imitaba la forma de
las de gas de antaño. Sabiendo que técnicamente aquella zona le estaba vedada,
se descalzó para no hacer ruido con los zapatos y dejo estos a los pies de la
escalera, después comenzó a subir, pisando cada peldaño cuidado.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Tan
solo escuchaba el sonido de su propia respiración agitada y un murmullo de
fondo, la lluvia golpeando contra las paredes y las ventanas de la casa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Si
en su día no se hubiese separado del grupo de la visita guiada, probablemente
también hubiesen ascendido por aquellas mismas escaleras, ya que el pasillo con
el que conectaban estaba repleto de obras de arte. No obstante se había
desviado en su momento, de manera que la configuración de aquella planta le era
completamente desconocida. Tan solo tenía una idea aproximada de dónde podía
encontrarse la habitación que buscaba. De manera que dirigió sus pasos hacia
allí.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Mientras
avanzaba, miraba de reojo todos los cuadros con los que se cruzaba. Si bien era
cierto que eran distintos y presentaban estilos diferentes que la obra del
estudio, la idea de que pudiese salir alguna figura misteriosa para observarle
a través del lienzo, le perturbaba, y no era un pensamiento tan descabellado
como lo hubiese sido unos meses antes, cuando todavía no había empezado a
involucrarse en los secretos de aquella casa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Había
tres puertas en el lateral derecho del pasillo, cualquiera de ellas podía
conducir a la habitación que buscaba. Pero las tres estaban cerradas, y no
tenía manera de saber si había alguien en el interior. Si de verdad quería ver
el interior de la habitación tendría que abrir alguna de las puertas. Era
difícil hacerse una idea de cuál podría ser la correcta simplemente teniendo en
cuenta el esquema de la casa y la imagen del cuadro tal como la recordaba. Así
que probó una cualquiera, al azar. Optó por la puerta que tenía más cerca.
Abrió lentamente, procurando no hacer ruido, por si había alguien en el
interior o en las cercanías, y sin pararse a pensar en la intromisión que podía
estar cometiendo. Dio un vistazo al interior, apartando la lámpara del marco de
la puerta para no dejar demasiada luz. Estaba muy oscuro y sus ojos tardaron un
poco en adaptarse al entorno.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">A
pesar de no poder ver el interior muy bien, sí que pudo apreciar que se trataba
de un dormitorio, y además no estaba ocupado, no había rastro de persona
alguna.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Así,
con algo más de decisión se permitió alumbrar el interior para poder ver mejor.
Era una habitación muy austera, signo de que no era utilizada habitualmente.
Había una cama con dosel en un lateral, cerca de esta también había un tocador.
A los pies de la cama había un pequeño arcón. Cerca de la pared había una
especie de diván y al lado un armario ropero. Pero lo más importante era la
ventana. Este era el detalle que le revelaría si se encontraba en el lugar
adecuado. Y solo había una manera de comprobarlo…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
adentró en la habitación y avanzó lentamente hasta la ventana, buscando a su
alrededor con la mirada cualquier detalle que le indicase que aquella era la
habitación. Pero no reconocía nada y continuó hacia delante, hasta el final,
donde un tenue brillo pálido se filtraba entre las gotas de lluvia, entre el
cristal y la tela de la cortina que lo ocultaban. Esa poca luz que llegaba del
exterior era suficiente como para dibujar sombras sinuosas sobre la piel de un
brazo tembloroso.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Descorrió
las cortinas y se asomó al exterior. La lluvia caía con fuerza y cubría el
paisaje con una sucesión de velos húmedos. Apenas podía ver algunas de las
casas más cercanas gracias a la poca iluminación de las farolas de la calle,
mucho menos se apreciaba el horizonte, devorado por la negra garganta de una
noche especialmente densa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Podía
ser esa la ventana desde la que se asomaba la mujer del cuadro. También podía
haber ido otra, la de la habitación contigua, quizás.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Qué
estoy haciendo? —se le escapó el pensamiento por la boca.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Pero
entonces, cuando se disponía a regresar a su dormitorio para intentar volver a
conciliar el sueño, se fijó en unas marcas talladas sobre la madera, en la
parte inferior del marco de la ventana. Era un nombre, o al menos estaba
convencido de que lo era. Pero por algún extraño motivo no era capaz de leerlo.
A pesar de que alumbrase la zona con la lámpara, y por más que intentase
concentrar la mirada en aquel punto, las letras estaban atrapadas en un plano
distinto de percepción en…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—No
deberías estar aquí.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
quedó sin respiración, el corazón pareció dejar de latirle por un instante, y
reaccionó girando rápidamente, golpeándose en la pierna con el diván, y dejando
que la lámpara se le escapase de entre las manos. Alguien le había susurrado
aquella frase en el oído, y lo había hecho estando muy cerca, suficiente como
para notar sobre la piel el aire exhalado con cada silaba pronunciada.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Con
el golpe la linterna se había apagado, dejándole prácticamente a oscuras. Ahora
solo disponía de la poca luz que atravesaba la ventana.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Contuvo
la respiración, intentando decidir si se había imaginado aquel susurro. La
lluvia parecía ser su única compañía. Poco a poco fue recobrando la compostura,
y cuando por fin se hubo tranquilizado se agachó para recuperar la lámpara, la
cual no tardó en encontrar tras palpar la superficie del diván. No parecía que
la lámpara se hubiese dañado, simplemente se había presionado el interruptor
con el golpe. Así que la encendió de nuevo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
encontró cara a cara con la mujer del cuadro. Se hallaba frente a la ventana y
le miraba con intensidad. Como si encontrase su reacción muy divertida, se
apreciaba el amago de una media sonrisa en la comisura de sus labios. Pero no
eran labios, era un símbolo, un símbolo maldito y demoniaco. Una boca terrible
e inhumana se iba abriendo para devorarle.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Se
despertó, esta vez de verdad. El dormitorio estaba en silencio, no caía lluvia
en el exterior. Pasaban unos minutos de las tres de la madrugada. Aquella
extraña pesadilla había resultado especialmente perturbadora, también se había
sentido muy real, tanto que no creía que pudiese dormirse de nuevo. Se
equivocaba. Al poco tiempo, el cansancio pudo con él y volvió a quedarse
dormido, en esta ocasión sin sueños que perturbasen su descanso.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Llegó
la mañana y procuró levantarse temprano. Sabía que en realidad no había motivo
para apresurarse, la hora mágica tardaría en llegar, y sin esa ayuda no podía
avanzar mucho más. Sin embargo, pensó que no perdía nada por acceder al estudio
lo antes posible. Podría observar el cuadro de vez en cuando, atento a
cualquier otro cambio, ya fuese que la mujer aparecía en más momentos, o cualquier
otra figura que pudiese estar presente en otro punto del lienzo. Además, se le
ocurrió que incluso que podía dejar una cámara grabando durante todo el día, de
esa forma le sería más fácil comprobar los supuestos cambios que pudiesen
producirse.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">No
estaba preparado para esta eventualidad, así que no tuvo más remedio que perder
algo de tiempo en acercarse al pueblo para comprar un trípode sobre el que
poder montar su cámara adecuadamente. Afortunadamente no le costó mucho
encontrar lo que necesitaba y pronto estuvo de regreso en la casa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Preparó
la cámara de forma que todo el cuadro estuviese en el encuadre, bien enfocado y
todo lo grande que fuese posible. Al hacer esto, aunque no pudiese estar él
mismo pendiente de la pintura en todo momento, tenía la seguridad de que todo
quedaría registrado.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Acto
seguido sacó el libro de su vitrina y, por si acaso su teoría estaba equivocada,
buscó el símbolo entre las páginas. Estudió el manuscrito a conciencia, pero,
tal como había esperado, las marcas no aparecieron, por más que se concentró.
Así que por el momento dejó el libro a un lado, no demasiado lejos, para
tenerlo a mano después de ver la figura del cuadro. Era pronto y todavía tenía
muchas horas por delante, las cuales decidió pasar leyendo varios documentos
históricos. En concreto le interesaba todo aquello que hiciese referencia a la
casa y sus habitantes. Era solo una idea, pero pensó que era posible que la
mujer del cuadro fuese una representación de una persona real, alguien que
hubiese residido en el edificio durante la fecha en que se pintó la obra. Y de
ser así, quizás su identidad pudiese revelarle alguna pista sobre el secreto
que supuestamente guardaba el libro, ya que era obvio que el cuadro y el libro
estaban relacionados.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Pasó
el día sin que pudiese encontrar ninguna mención sobre la existencia de la
mujer del cuadro, mucho menos sobre su identidad. Y a medida que se iba
acercando la hora, su atención fue centrándose cada vez más en la pintura,
temiendo que se le pasase el momento y tuviese que volver a esperar otro día
entero más.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">De
modo que en esta ocasión fue capaz de captar por completo la aparición de la
mujer, la cual no fue repentina, ni tampoco se trató de una mancha de color que
iba rellenándose de detalles, como hubiese podido esperar. No, la mujer
apareció desde un lateral de la ventana, como si hubiese estado siempre en el
interior de la habitación y solo ahora se acercase para mirar por la ventana.
Además, el movimiento, aunque rápido, fue excepcionalmente fluido. No era
completamente realista, porque habían algunos saltos entre las poses de la
figura, pero sorprendentemente logrado para el medio sobre el que estaba
representado el dibujo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Puso
toda su atención sobre la mujer, sobre sus diminutos ojos, devolviéndole la
mirada. Y después, cuando consideró que había observado durante el tiempo
suficiente, cogió la lupa y, como la vez anterior, estudió la figura con más
detalle.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Recordó
su pesadilla. Su mente había reproducido el rostro de la mujer con
escalofriante fidelidad, esperaba que no volviese a ocurrir.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Captó
entonces también la manera en que desaparecía la mujer. Ahora no se marchaba,
sino que daba la impresión de que dejaba que parte de la cortina de la ventana
se extendía lo suficiente como para tapar su figura, y después se iba haciendo
menos visible a través de la tela, como si se alejase hasta el fondo de la habitación,
hasta que tan dejaba de ser imperceptible.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Resistiéndose
al embrujo de la elegancia con la que había desaparecido la mujer del cuadro,
se apresuró a recoger el libro.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Esta vez
el símbolo era claramente visible, en el mismo lugar, igual de terrible y
amenazador que la última vez que lo vio. Pero más vivo, estaba muchísimo más
vivo. No se contentaba con abrir la boca y enseñar los dientes, si o que el
movimiento continuaba, como si se estuviese devorando a sí mismo, una y otra
vez, en un bucle infinito, mientras iba creciendo en tamaño y moviéndose de una
lado a otro. Al desplazarse a lo largo de la página, unos caracteres quedaban
siempre<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>atrapados por su garganta, los
mismos en todas las páginas en que aparecía el símbolo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Estaba
seguro de haber podido identificar el mensaje que se formaba al unir los
caracteres, pero aun así se aseguró varias veces y lo anotó en su cuaderno. Se
trataba de un número, escrito con letras: “Doscientos dieciocho”. El símbolo
empezaba a perder su vitalidad, y también se veía cada vez menos. El efecto óptico
se empezaba a desvanecer.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Actuando
por puro instinto y sin pensar, buscó la página 218. Llegó justo a tiempo como
para ver desaparecer una pequeña cadena de caracteres al final de un párrafo,
tan bien integrada en el mismo que si no la hubiese visto en aquel preciso
instante hubiese podido confundirla con el resto del texto. Se trataba de un
nombre: Fanni.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Había
leído ese nombre antes, aparecía en algunos de los documentos que había estado
revisando horas antes. Fuera de contexto, el nombre no le había dicho nada,
ahora, sin embargo, estaba convencido de que así era como se llamaba la mujer
del cuadro. De manera que era un buen momento para volver a revisar todos los
logares en donde aquel nombre y qué relación había tenido la mujer con los
propietarios de la casa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">En
un viejo diario de uno de los criados por aquel entonces, se nombre a la mujer
de pasada en numerosas ocasiones. Al parecer había residido en la casa durante
una temporada de varios meses, tiempo durante el cual debía ser tratada con el
mismo respeto que los propietarios. Así pues, no parecía que fuese ningún miembro
de la familia, pero si alguien de considerable importancia.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Por
otro lado, el nombre también figuraba en libros de contabilidad junto a unas
cantidades económicas muy grandes incluso para los estándares actuales. Esas
cantidades se destinaban a una empresa llamada: Proyecto Blue Moon. Sobre este
proyecto, sin embargo no parecía haber información alguna. Y hasta aquí pudo
llegar, no parecía que pudiese seguir tirando del hilo por sí mismo, con lo que
había llegado el momento de informar sobre sus descubrimientos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">El
anciano volvió a convocar una reunión sin perder un solo instante, para la
tarde siguiente. El correo era escueto, pero aun así, se podía apreciar su satisfacción
con los resultados de la investigación, y también algo más…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Cuando
llegó al estudio aquella tarde, pudo ver que el propietario de la casa se
encontraba ya allí. Estaba sentado en un sillón, mirando un libro de gran
volumen, que tenia apoyado sobre el regazo, y exhibía una sonrisa que le daba un
aspecto no de persona feliz, sino más bien de demente.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¡Ah!
¡Por fin ha llegado! —exclamó al verle entrar— Acérquese y vea esto. Creo que
es la última pieza del puzle.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Dejó
el libro sobre la mesita que tenía delante. Se trataba de un atlas de gran
volumen, relleno de mapas que aprecian haber sido dibujados a mano y cosidos
los unos a los otros para conformar el tomo.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—Mire,
aquí —el anciano señaló con el dedo un punto en el mapa.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">En
un lugar en medio del océano aparecían escritas las palabras: Proyecto Blue
Moon. Junto a estas, además, figuraban también unas coordenadas.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">—¿Qué
le parece? ¿Quiere acabar con lo que ha empezado? —preguntó el anciano, y sin
dar tiempo a responder, le tentó con una nueva propuesta— ¿Qué le parecería
acompañarme en un pequeño crucero?</span></p><p><!--[if gte mso 9]><xml>
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<![endif]--></p>Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-41995000941600166132020-07-25T10:23:00.001-07:002020-07-25T10:23:46.793-07:00Relato: A ella le gusta la lluvia<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>A ELLA LE GUSTA LA LLUVIA </b></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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Mírala, allá va la muy desvergonzada. Ni se oculta, ni nada. Y hoy es un buen día, uno de esos en que es fácil darse cuenta de que puede que no sea muy inteligente salir a la calle sin compañía. Pero no, se va y me deja aquí abandonado en un rincón olvidado. Como si ya no sirviese para nada. Y últimamente ni me mira. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo no dejo de intentar llamar su atención. Le digo: “Cúbrete un poquito”. Pero no sirve para nada. Es más, ella todavía se destapa más. Para que le dé el sol, que es sano, dice. Eso sí, se lo dice a sí misma, porque a mí ni me dirige la palabra. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Siempre igual. Al rato vuelve toda empapada, con la ropa chorreando y pegada al cuerpo, resaltando su figura sin ningún pudor. Pero le da igual, desfila frente a mí, olvidando que si hubiese seguido mi consejo aquello se podía haber evitado. Aunque pienso que quizás tampoco quiere evitarlo, que lo hacer a propósito. Le gusta que la vean así, le hace sentirse joven. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“Pero no lo eres, joven, quiero decir. Ya tienes una edad y tienes que cuidarte más”. Ella se burla de mi comentario sin decir nada. Se quita la ropa, la mete en la lavadora, pone música a todo volumen, coplas, nada más y nada menos, y se da un baño de una hora. A veces pienso que no volverá a salir del baño, que se ha resbalado y… Yo no podría hacer nada. No puedo avisar a la ambulancia, ni tan siquiera podría ir hasta allí y ayudarla a levantarse si se hubiese caído. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Puede que tenga razón, no sirvo para nada, por eso ya no quiere saber nada de mí. No tengo nada que aportar, mi tiempo ya pasó. Tal vez si estuviese más a la moda, por lo menos no le importaría tanto, igual entonces hasta se pensaba lo de que le hiciese compañía. Pero no es culpa mía, yo no elegí ser como soy. De hecho, eso fue algo que eligió ella. Y ahora me pide lo imposible, ahora soy yo el que debe cambiar. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¡Oh! Y entonces sale del baño. No ha ocurrido ningún accidente. Pero trama algo, lo veo en su mirada. Todavía envuelta con una toalla se acerca hasta la ventana, descorre la cortina y se asoma al exterior. Está mirando el cielo y lo hace con añoranza. “¿Por qué será, si acabas de salir?”, me pregunto. Pero ya la he visto actuar así muchas veces. No sé lo que piensa, pero sí lo que pretende hacer. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora, en lugar de cambiarse a algo más cómodo y ponerse a zurcir calcetines o mirar viejas fotos, como debe hacer la gente de su edad, cogerá, se vestirá de nuevo y saldrá otra vez a la calle, sin importarle el tiempo. Cualquier excusa es buena. Se dirá a ella misma que se le había olvidado comprar la leche, o que necesita sellos para enviar una carta. El motivo es lo de menos. Tan solo quiere andar, que la vean, salir. Y por el camino saludará a todo el mundo y se parará a hablar con quien sea, siempre que tenga la oportunidad. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De acuerdo, yo no he podido ver esto último. Cómo podría, si siempre estoy aquí metido. Pero cuando tarda tanto… Es lo único que se me ocurre que podría estar haciendo. Eso o jugar al bingo. Sí, seguro que lo que de verdad le pasa es que es una ludópata y no puede evitarlo. Eso lo explicaría todo. Bueno, todo menos los zapatos de baile. Estos últimos los usa varias veces a la semana. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Camina hacia mí. Esto es nuevo, será un nuevo tipo de burla. Espera, no. ¿Me está mirando? ¡Me está mirando! </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Si pudiese saltar a sus brazos lo haría, para recordarle los buenos tiempos y perdonárselo todo, ya de paso. Pero no hace falta, ella me da la mano con cariño y me saca a pasear. ¿Tan difícil era? Esto era todo cuanto yo necesitaba. </div>
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<br /></div>
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Está lloviendo muchísimo. Ella no se cubre y a mí me da igual. No debería ser así, supongo que en realidad lo que yo quería no era tanto sentirme útil, sino más bien no ser olvidado. Debería avergonzarme por no ir protegiendo a la dama a quien acompaño. La gente pensará mal de mí. Que piensen lo que quieran. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Veo que nos acercamos a un café. Es un local de aspecto muy acogedor, íntimo, y hasta romántico, diría yo. Entramos y… Nos quedamos junto a la puerta. Alguien se acerca. No es un camarero que viene a guiarnos hasta una pequeña mesita agradable, esto no es un restaurante. Me siento confuso. Será la emoción, que no me deja pensar con claridad. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una mujer joven saluda. Y mi señora le dice: “Ten, aquí tienes el paraguas que te había dicho. Es un poco feo, pero es fuerte y va muy bien. Yo ya no lo uso, así que te lo puedes quedar”. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y la chica recoge el paraguas. La chica me recoge. Con el corazón destrozado cambio de manos. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No le digo adiós. Ella no se da la vuelta para despedirse tampoco. Se pierde bajo la lluvia, tarareando en voz baja. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“La abuela es todo un personaje, ¿no te parece?” La chica joven me habla a mí. “Ojala tenga yo su energía cuando tenga su edad”. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo no puedo asentir, tampoco puedo sonreír, ni puedo devolverle la mirada. Lo que sí puedo hacer es abrir mi corazón de nuevo y proteger a quien me quiere. Y lo hago. Mientras pueda, lo hago.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-28802151018506602802020-04-19T07:53:00.004-07:002020-04-19T07:53:49.384-07:00Relato: Almas en pena<div>
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<br /></div>
<b><div style="text-align: center;">
<b>ALMAS EN PENA </b></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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En la reunión de las almas en pena la primera en hablar suele ser la más miserable de todas, que, además, siempre es la misma. A continuación hablan las nuevas y cuentan su trágica historia. Y como todas compartimos cementerio, a quienes no asistimos a la reunión nos toca tragarnos siempre todo el asunto, lo queramos o no. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hay quienes se meten en alguna cripta a jugar a las cartas imaginarias. Pero el juego solo tiene gracia durante las primeras manos, y siempre que no haya nadie con la manía de imaginarse siempre que gana, en contra de la buena fe de las demás jugadoras. Seguramente, la actividad sería mucho más divertida si pudiésemos usar cartas de verdad. Pero, claro, lo de no poder entrar en contacto con ningún objeto es un problema. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los pasatiempos verbales son, naturalmente, los más populares. Cuando alguien narra una historia realmente interesante, no tarda en formarse un corrillo a su alrededor escuchando con atención. Hace falta una gran imaginación, y es que a las almas no nos gusta escuchar la realidad de un mundo al que ya no pertenecemos, no del todo al menos. Preferimos relatos de lo que no pudo ser ni jamás será posible. Ello nos permite soñar, sin dormir porque no podemos, y pensar que podríamos dejar de ser almas y convertirnos en ideas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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También están los juegos de palabras, pero siempre ganan los recién enterrados, aprovechándose de que las almas más antiguas no están familiarizadas con el lenguaje moderno. Y, por mi parte, estoy segura de que muchas hacen trampas y directamente se inventan las palabras, ya que no hay manera alguna de verificar su validez. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El sol brilla y la luna también. Y todas danzamos con cuerpos etéreos y vaporosos. Las almas en pena nos miran de reojo, porque, mientras nosotras buscamos la manera de romper con la monotonía y descubrir nuevas diversiones en el más acá, ellas se regodean en su sufrimiento. Hay quien lleva varios siglos recordando su brutal asesinato. Y yo pienso: “Llevas más tiempo lamentándote del que viviste”. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De vez en cuando una de las más tristes se acerca enfadada e interrumpe nuestros juegos. Nos pide respeto y nos pretende forzar a que escuchemos sus lamentos. Nosotras lo hacemos, nos reímos más fuerte, respetuosamente y con afecto, esperando que sean capaces de comprender que hay cosas que no se pueden cambiar, por mucho que nos moleste. Siempre llega el momento, a todas les llega, cuando el mundo sigue girando a pesar nuestra. La vida sigue, la muerte sigue. Y el sentido de todo ello es el que le queramos dar en su momento. Las almas nuevas no lo entienden, todavía no. Las almas viejas nos resienten, son demasiado orgullosas para aceptar nuestra visión. Y así predican ambas para no sufrir en solitario. </div>
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<br /></div>
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En la reunión de las almas en pena, cuando acaba de hablar la última de ellas, se dan cuenta de que es momento de empezar de nuevo, esta vez con más miembros. Son pocas las que rompen el círculo y se unen al baile y los juegos. Son pocas. Sola aquellas quienes pudieron vivir el momento descubren con facilidad que en la muerte, a pesar de las limitaciones, todavía tienen algo que aportar y las penas solo existen mientras una insiste en recordarlas.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-35783384247064822792020-03-16T05:55:00.000-07:002020-03-16T05:55:27.498-07:00Nueva actualización de "El viento de Kalen"<div style="text-align: justify;">
Saludos, estos días estamos viviendo unos momentos difíciles. En casa y sin poder salir es bueno tener cosas que hacer. Por ello, aprovechando que hoy es lunes y he hecho una nueva actualización en mi novela web, aprovecho para recordar que podéis leerla gratis en el siguiente enlace:</div>
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<a href="https://elvientodekalen.blogspot.com/p/sinopsis.html">https://elvientodekalen.blogspot.com/p/sinopsis.html</a></div>
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<br /></div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
La historia está muy avanzada y queda poco para alcanzar el final, de modo que tenéis material para rato. Y si veo que hay interés, aceleraré las actualizaciones para terminar la novela pronto y que esté disponible en su totalidad para quienes quieran aprovechar estos días para leer.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-88378287360434167942020-02-05T05:31:00.000-08:002020-02-05T05:31:13.110-08:00Relato: Problemas de la edad<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>PROBLEMAS DE LA EDAD</b></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Había sorpresa en su mirada. No era la reacción que yo hubiese esperado, al menos no exactamente. Una poblada ceja blanquecina se alzaba ligeramente por encima de la otra. Sus finos labios se apretaban con fuerza el uno contra el otro. Y se rascaba con un dedo de la mano derecha por encima de la patilla, justo por delante de la oreja. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo estaba esperando que dijese algo, pero no lo hacía, únicamente me estudiaba con atención. Al final, como me cansé de esperar, tuve que ser yo quien rompiese el silencio: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Y bien? ¿Qué opinas? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pues no sabría qué decirte. Es todo tan repentino… </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No lo era. Para entonces llevábamos ya cerca de una hora de aquella manera, entre el escrutinio y la incredulidad muda. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Algo opinarás… </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No sé. ¿Duele? —preguntó, centrándose en el resultado e ignorando la mera posibilidad del suceso en sí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Emmm, no —la pregunta me cogió por sorpresa, aunque era agradable saber que, pese a todo, lo primero en lo que pensaba era en mi bienestar—. Bueno, la espalda me duele un poco. Pero es por la postura. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, no debes estar cómoda. El techo es muy bajo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Qué vamos a hacer? ¿Qué voy a hacer? —eso era en lo único que había podido pensar yo desde que me había despertado. Esperaba que mi esposo tuviese la respuesta que yo había sido incapaz de encontrar. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pues no podemos mover el techo. A los vecinos no les gustaría. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Él pensaba que todavía seguíamos hablando sobre el techo. No se había dado cuenta de que mis preguntas eran de una naturaleza un tanto más trascendental que la perspectiva de una reforma. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Olvídate del techo. Hablo de mí, de nosotros. ¿Acaso no te importa lo que me ha pasado? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Claro que me importa. A ver, es bastante raro. Pero tú estás bien, ¿no? Ya nos adaptaremos, como hemos hecho siempre. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A veces la simpleza de aquel hombre me sacaba de mis casillas. Esta no era una de esas veces. En realidad, la manera tan calmada con la que se había tomado el asunto resultaba de algún modo tranquilizadora. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Di un suspiro y me senté en el suelo de la cocina con las piernas cruzadas. En aquella posición más relajada, el dolor de espalda no tardó en remitir. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Quizás deberías llamar al médico —sugerí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Por lo de la espalda? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No, si ya casi no me duele. Pero deberíamos tener la opinión de un profesional, y yo no puedo salir así a la calle. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Y eso por qué? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pues, para empezar, porque no quiero que todo el mundo se me quede mirando. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Igual nadie se da cuenta. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Igual —no pude evitar sonreír ante la ingenuidad de mi esposo—. Pero hazme el favor y llama al médico para que venga. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Vale, espera un momento. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces Mateo salió de la cocina en busca de su teléfono y de la tarjeta sanitaria. Yo pensé que lo mejor que podía hacer era quedarme allí sentada esperando. Aunque esa era una solución bastante pobre. Tarde o temprano tendría que levantarme y reanudar mi vida, de la forma que fuese. Por ahora estaba cómoda, pero podía ver un agudo dolor de trasero en mi futuro cercano. Y además, también estaba el asunto del trabajo. Eventualmente, llamarían para saber por qué no había acudido. Un día podía excusarme diciendo que estaba enferma, pero no más tiempo, cuando, en realidad, a pesar de todo, mi salud parecía ser tan buena como de costumbre. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Me preguntan por el problema del paciente, ¿qué les digo? —interrumpió mis pensamientos Mateo, que se encontraba junto a la puerta sosteniendo el móvil con una mano y tapando el aparato con la otra, para que no le escuchasen desde el otro lado de la línea. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Diles que es una emergencia… que no me puedo mover —no era del todo mentira. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Bueno, pero igual preguntan más detalles. Creo que es por si el médico tiene que venir con algún medicamento en especial. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Nada, si te preguntan, no sabes bien lo que me pasa, solo que no me puedo mover —era exasperante. Encima de mi situación, tenía que pensar yo en todo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mateo asintió y volvió a dirigirse al auricular, repitiendo mis palabras con total exactitud. Era un buen hombre, pero no tenía mucha imaginación. Después dio las gracias y colgó. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Me han dicho que vendrá alguien en unos minutos. Aunque la mujer que me ha atendido no parecía muy contenta. Creo que de verdad necesitaba que le dijese algo más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Tonterías. Seguro que no es la primera vez que llama gente nerviosa y desorientada. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pero yo no estoy ni lo uno no lo otro. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Quizás, pero ella puede pensar que sí. Además, no podíamos discutir esto por teléfono, se hubiesen pensado que era una broma y no habría venido nadie. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Tú crees? ¡Qué mundo! ¡Qué mundo! —reaccionó como si fuese una nueva noticia para él que la gente pudiese gastar bromas de mal gusto sobre asuntos importantes, como una emergencia médica. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me sabía mal poner al hombre en un aprieto detrás de otro. También era horrible la sensación de impotencia frente a tener que realizar las más simples de las tareas, como una tonta llamada telefónica. No obstante, no tenía más remedio que volver a depender de mi esposo para otra cuestión más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Podrías hacer una llamada más? Es que yo no creo que pueda marcar bien los números. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Claro, descuida. ¿A quién quieres que llame? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Al trabajo, para decir que no voy a poder acudir esta mañana. Diles también que es por un problema médico, y que les diré más cuando tenga más información. Pero si te preguntan, di que no es nada grave, no vaya a ser que empiecen a buscar a alguien para reemplazarme. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Espera, voy a apuntarlo para no meter la pata —cogió una nota del bloc pegado al frigorífico y un bolígrafo, y comenzó a apuntar, repitiendo en voz alta todo lo que anotaba—: No es nada grave, punto. Vale, ¿Algo más? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No nada, muchas gracias. El número está guardado en la agenda de mi teléfono. Es el que pone “trabajo” con letras mayúsculas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En realidad, aunque no pudiese marcar el número, con tal de que mi esposo lo hiciese, no hubiese tenido ningún problema para mantener una conversación. No obstante, no estaba de humor y mi voz me hubiese delatado. Así pues, era mejor que aquella tarea la realizase otra persona. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras tanto, me dediqué a estirar los brazos y las piernas para no se me agarrotaran los músculos. Toqué la pared con la punta del dedo gordo del pie. La cocina era un poco pequeña, pero nunca antes me había molestado el tamaño. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me puse en pie, en la medida de lo posible, y con mucho cuidado regresé hasta el dormitorio. Pensé que, a fin de cuentas, ya que no parecía que fuese a poder moverme mucho aquella mañana, no tenía ningún motivo para no volver a tumbarme en la cama hasta que llegase el doctor. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Ah! Estabas aquí —dijo Mateo, entrando también al dormitorio—. Ya he llamado. No he podido hablar directamente con tu jefa, pero me han tomado nota del mensaje igualmente. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Con quién has hablado? ¿Era Mariángeles? Seguro que lo tergiversa todo… </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pues no sé quién era, creo que no me ha dicho el nombre. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Da lo mismo. De todas formas, igual es mejor así. No te han hecho más preguntas de la cuenta. Ya arreglaré yo el entuerto cuando… bueno, cuando me lo arreglen a mí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Quieres que te prepare algo mientras esperamos? ¿Una tila? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No, no hace falta gracias. ¿Tú no tienes que ir a trabajar a la fábrica? No hace falta que esperes conmigo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ya, pero ahora tengo curiosidad por ver que dice el médico. Y de todas formas, me jubilo en unos meses. Tendrán que ir acostumbrándose a no tenerme por allí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dicho esto, se sentó a mi lado y me tomó de la mano. Y de aquel modo permanecimos los dos en silencio, a la espera de que llegase el médico. No hacían falta palabras, pasase lo que pasase, siempre nos tendríamos el uno al otro. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A los pocos minutos sonó el timbre. Mateo se puso en pie y fue a abrir la puerta. Cuando regresó, lo hizo acompañado por una mujer alta que, por las arrugas de expresión y algunas manchitas en la piel sobre su rostro no debía ser mucho más joven que yo misma. Al entrar en el dormitorio, la doctora se quedó petrificada mirándome. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Me disculpo —dijo al darse cuenta de que estaba actuando con poca profesionalidad—. Me ha sorprendido. Estoy acostumbrada a ser la persona más alta de la habitación. Soy la doctora Navarro. Bien, ¿Cuál parece ser el problema? Tan solo me han dicho que no se podía mover. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Vaya, por su reacción pensaba que era obvio. Soy enorme —dije, haciendo un gesto con el dorso de la mano, llevándola desde mi cabeza hacia abajo del cuerpo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí me doy cuenta de que su altura es… excepcional. Pero no veo como eso es un problema médico. ¿Está experimento algún dolor en las articulaciones, quizás? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ahora no. Aunque cuando me pongo en pie, tengo que andar encorvada y no tarda en dolerme la espalda —me adelanté a las palabras de la mujer que ya comenzaba a abrir la boca para replicar algo—. Sí, sí, ya lo sé. ¿Por qué vive entonces en una casa con el techo tan bajo? ¿Era eso lo que iba a preguntar, verdad? Pues verá, no lo hago. El techo tiene la altura perfecta. O más bien, yo tenía la altura perfecta hasta ayer mismo, el techo no ha cambiado de posición. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Cómo? ¿Intenta decirme a ha crecido cerca de dos metros de altura en una sola noche? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ese parece ser el caso. ¿Sabe? Mi esposo es más alto que yo, o lo era. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La doctora miró en dirección a Mateo y sopesó su altura con la mirada. Mi esposo tampoco es un hombre particularmente alto, y al parecer, la doctora tenía problemas en asimilar la información. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, está diciendo la verdad —confirmó Mateo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Es esto algún tipo de broma de mal gusto? —las cejas de la doctora se curvaron hacia abajo y sus parpados se cerraron un poco mientras algunas arrugas sobre su frente empezaban a dejar entrever que la idea de que le estuviesen tomando el pelo no era de su agrado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Espere, no. Le enseñaré las fotos —dijo Mateo mientras salía del dormitorio en busca de algún álbum donde pudiese mostrarle a la doctora mi altura verdadera. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La doctora Navarro consultó su reloj de pulsera. Estaba claro de que ya había decidido que aquello era una pérdida de tiempo, pero aun así, todavía seguía plantada en la misma posición, quizás esperando ver cómo acababa la historia. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mateo regresó en seguida, con no uno sino dos álbumes bajo el brazo. Abrió el primero de ellos por la mitad y lo plantó delante de la mirada atónita de la doctora. Después empezó a pasar páginas, adelante y hacia atrás, mostrando una foto tras otra. Iba a hacer lo mismo con el siguiente álbum, pero la doctora se adelantó y se lo quitó de las manos para comprobarlo por sí misma. Se sentó en el borde de la cama, estudiando las fotografías con gran detenimiento. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Mire, esa es de nuestra boda —dije al ver la fotografía que estaba mirando en aquel momento—. Han pasado más de cuarenta años y hemos cambiado un poco, pero no tanto para que no se nos reconozca. En el otro álbum hay fotografías más recientes, ya las ha visto. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Finalmente la doctora suspiró, cerró el álbum y lo apartó a un lado, dejándolo en la cama, junto a mis piernas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Es increíble… —dijo después de unos interminables segundos de silencio. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Puede ayudarme? —pregunté, esperando que, ahora que la doctora parecía haber aceptado el suceso, tuviese alguna idea sobre cómo solucionarlo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Saben? Ya son mayorcitos, no sé cuánto les habrán pagado, pero están quitándole tiempo a otros pacientes —explicó mientras se ponía en pie—. Estas fotos –dijo señalando el álbum— están muy logradas, pero sé que hay programas informáticos con los que se pueden hacer todo tipo de modificaciones realistas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pero si nosotros no tenemos ni ordenador. Yo ni siquiera he manejado nunca uno —confesó Mateo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ya, bueno, la gente que ha organizado la broma esta, o la cámara oculta o lo que sea, les habrá hecho el trabajo. Eso no es de mi incumbencia. Ahora, si me disculpan, tengo otros pacientes a los que atender. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Después de aquello la doctora abandonó el dormitorio y se alejó hacia la salida de la casa. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pero, mi esposa… —intentó detenerla Mateo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Deja que se vaya—dije—. De todas formas, si no es capaz de creérselo, mucho menos iba a saber qué hacer. Eso es porque nunca ha visto nada parecido. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se escuchó la puerta de la casa cerrarse. La doctora ya se había marchado, dejándonos solos nuevamente. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—La verdad es que siempre te he dicho que era única —dijo Mateo mientras se volvía a sentar a mi lado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí que es verdad, cuánta razón tenías. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Quieres esa tila ahora? –preguntó mi esposo, pensando tal vez que el suceso me habría alterado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No, pero podrías mirar a ver si tenemos el número de alguna inmobiliaria. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Los techos son muy bajos? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Lo son —admití por fin.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-10066153709256984762019-12-29T09:25:00.000-08:002020-01-16T12:49:03.349-08:00Relato: Soñadores<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>SOÑADORES</b></div>
<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Adentrarme en la ciudad me provocaba una sensación de embriaguez. Este lugar al que no pertenecía me llamaba y me cautivaba. Me invitaba a descubrir sus calles, familiares pero diferentes a todo cuanto conocía. La ausencia de color no le quitaba el encanto a esa combinación de estilos, donde se fundían estructuras clásicas con acabados modernos. Los ventanales brillaban, los ladrillos relucían, y la calzada estaba inmaculada, como si todavía estuviese a la espera de ser estrenada. Y es que la única cosa que me estaba vedada era la compañía de los habitantes del lugar. La ciudad parecía desierta, pero en el fondo yo sabía que no lo estaba, intuía que en realidad rebosaba de vida, y no podía dejar de preguntarme el motivo por el cual los habitantes parecían estar evitándome. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me di cuenta de que mis pasos me guiaban en una dirección muy concreta, hacia un destino desconocido para mí, pero claro para ellos. Caminaba empujado por una fuerza misteriosa y en ningún momento me sentía preocupado por ello. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llamé a la puerta de la casa y esperé una respuesta antes de entrar. Dicha respuesta no llegó, pero la puerta estaba entornada y lo interpreté como una invitación. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un largo pasillo me llevó a una habitación acogedora. El fuego bailaba en la chimenea y su luz y calor daba un toque muy hogareño. En una butaca junto el fuego había una chica leyendo un libro. Sus ojos avanzaban atentos sobre las páginas, brillantes tras las lentes de unas bonitas gafas grandes y redondas de montura negra. Tenía el pelo castaño y lo llevaba recogido en una trenza que le caía sobre el hombro izquierdo. Vestía con un amplio suéter de lana, que cubría sus piernas hasta los tobillos, recogidas, como estaban, sobre la butaca. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La joven, absorta en la lectura, no me escuchó entrar. Por un momento pensé en darme la vuelta y regresar por donde había venido, no queriendo importunarla. No obstante, era la primera persona a la que encontraba, y la única, quizás, que podría arrojar algo de luz sobre la fascinante ciudad y sus desaparecidos habitantes. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Hola —saludé sin rodeos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Oh! ¡Hola! –respondió ella inmediatamente, levantando la mirada del libro y esbozando una amplia sonrisa, aparentemente sin extrañarse por la presencia de un desconocido—. Discúlpame, ¿llevas mucho rato ahí? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No, en realidad acabo de llegar. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Ah! Ya veo. Está bien entonces. Verás, estaba estudiando, y a veces me concentro tanto que bloqueo todo lo demás a mí alrededor. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—La puerta estaba abierta —sentí la necesidad de justificar mi presencia, a pesar de la afabilidad con la que hablaba la chica. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Lo sé. La dejé abierta yo misma. Creo que te estaba esperando. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿A mí? Pero, si ni yo mismo sabía que iba a venir aquí. ¿Cómo podías saberlo tú? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ciertamente, no lo sabía. Pero dejé la puerta abierta igualmente. Curioso, ¿verdad? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Más bien extraño, diría yo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Raro? ¿Misterioso? ¿Desconcertante? –añadió ella, como si se tratase de una juego de palabras. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, todo eso también. Pero así ha sido desde que llegué. Supongo que es lo propio de los sueños. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Es cierto, eso lo explicaría un poco. Si esto es un sueño, no tendría mucho sentido buscarle el sentido a las cosas. ¿Pero quién de los dos estaría soñando? ¿Tú o yo? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Yo, por supuesto. Recuerdo perfectamente haberme quedado dormido en mi cama, y justo después estaba deambulando por las calles de tu ciudad. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ummm —murmuró ella por un momento—. Suena razonable –admitió al fin—. Después de todo, yo me siento bastante despierta. Así que no podía ser yo quien soñase. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Siendo que acabas de darte cuenta de que eres un sueño, pareces habértelo tomado bastante bien. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Por qué no debería? Me parece fascinante saber que sueñan conmigo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Visto así… ¿Pero no te preocupa saber que no existes? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Claro que existo. Soy parte de tu sueño, estoy aquí, hablando contigo. ¿No es verdad? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Y qué hay de tu ciudad? Estás aquí sola, en un mundo imaginario. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—A mi me parece bastante real. Y no estoy sola. Tengo vecinos, familia, y amigos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pero si no había nadie más. Las calles estaban vacías. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Eso no es cierto. Todo el mundo está ahí fuera –dijo ella, señalando la ventana—. Seguro que aunque no puedas verlos, los sientes. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí que tenía una sensación extraña al venir hacia aquí, como si hubiese alguien más, ocultándose. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Oh! Pero no se ocultan. Igual es que simplemente no se te ha ocurrido soñar también con ellos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Honestamente, no sabía qué responder a esto. Intentar razonar sobre la lógica tras lo ilógico parecía bastante absurdo. Quizás lo más práctico fuese asumir los hechos sin más, tal como parecía hacer la chica. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pero no te quedes ahí. Toma asiento, por favor —dijo ella, invitándome a acomodarme en la segunda butaca que había frente a la chimenea—. No sería muy cortes por muy parte tenerte ahí plantado junto a la puerta. No después de que te hayas tomado la molestia de soñarme. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De modo que, siguiendo mi nueva filosofía de dejarme llevar y no darle demasiadas vueltas a la situación, hice caso y me senté en la butaca frente a la chica. Ella dejó entonces el libro a un lado y se me quedó mirando fijamente, como si estuviese esperando algo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No sé cuándo me despertaré —comenté casualmente, sintiéndome algo nervioso con el escrutinio al que estaba siendo sometido. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Es verdad, podrías despertar en cualquier momento. Debería aprovechar para hacerte todas las preguntas que pueda. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Preguntas? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, claro. ¿No harías tú lo mismo si te encontrases cara a cara con alguien que puede tener todas las respuestas? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Qué te hace pensar eso? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Bueno, tú me has soñado, después de todo. Algo tienes que saber. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Puedes preguntar, pero me parece que te decepcionaré —respondí honestamente, para no crear expectativas irreales. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Ya veremos… A ver, déjame que piense —dijo ella, mientras volvía la mirada momentáneamente hacia el techo de la habitación—. ¡Ya sé! Esta pregunta parece bastante imprescindible: ¿Me habías visto antes? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Qué quieres decir? Nos acabamos de conocer. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, aquí es la primera vez que nos vemos. Pero si sueñas conmigo, puede que sea porque mi aspecto sea el mismo que el de alguna otra persona que conozcas, o alguien con quien te hayas cruzado en alguna ocasión. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Podría ser —admití. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esta vez fui yo quien se quedó mirándola fijamente a la cara, intentando recordar o buscar un parecido con alguien indeterminado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Espera —pidió la chica mientras e quitaba las gafas—. Solo las uso para leer. ¿Qué tal ahora? ¿Te recuerdo a alguien? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estudié cada rasgo, desde la nariz hasta las orejas. Busqué en lo más profundo de su mirada, esperando encontrar allí la pista de un alma distinta, de un encuentro difuso y lejano. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No. Estoy bastante seguro de que nunca antes te había visto —tuve que reconocer finalmente. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Es un alivio. Creo que prefiero saber que soy yo y no otra persona —sonrió—. Bueno, pues, pregunta número dos: ¿Por qué, de entre todas las ciudades, de entre todas las casas y todas las personas, has acabado aquí, hablando conmigo? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Ves? Sabía que te iba a decepcionar tarde o temprano. No lo sé. No sé por qué estoy aquí ni por qué sueño contigo. No tengo todas las respuestas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Pero, “No lo sé” también es una respuesta. Y una perfectamente valida. ¿Te imaginas que hubiese alguien que lo supiese todo, que tuviese control absoluto, y aun así no hiciese nada para cambiar las cosas? Esa sí que es una idea perturbadora. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Entonces, ¿qué sentido tienen estas preguntas? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Eh! Eso es trampa. Se supone que soy yo quien tiene que preguntar. Aunque, si quieres saberlo… Creo que es porque me parece reconfortante la idea de ser el sueño de alguien tan confuso como yo. Lo contrario sería algo injusto, y también frustrante, ¿no te parece? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El sonido del despertador me devolvió a la realidad y me arrancó del sueño antes de poder responder. Al instante me encontré a mí mismo alargando el brazo para darle un manotazo al aparato y silenciarlo. Después me quedé tumbado mirando al techo del dormitorio. El sueño empezaba a sentirse lejano y confuso, perdiéndose, disolviéndose. Tan solo permaneció la sensación de que había sido un sueño placentero y curioso, uno que no me hubiese importado que hubiese durado un poco más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Siguiendo mi rutina habitual, me aseé y desayuné. Después me colgué la mochila al hombro y salí de casa para dirigirme a la biblioteca. Las clases habían acabado, pero todavía quedaban exámenes, los cuales estaban a la vuelta de la esquina, y necesitaba de todo el tiempo posible para prepararlos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El metro estaba abarrotado, de otros estudiantes y también de gente de camino al trabajo. Me llevé algún codazo en más de una ocasión. El olor a sudor y a colonia se mezclaba resultando en un aroma dulzón y desagradable. Debido a estos pequeños detalles molestos, el trayecto pareció hacerse mucho más largo de lo que era en realidad. Pero al final llegué a mi parada, salí como pude del vagón del metro y continué mi camino. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Había más gente entrando a la biblioteca, la mayoría rostros desconocidos. Algo me llevó a fijarme en las caras de la gente. Reconocí a algún compañero de clase que había tenido la misma idea que yo y también había acudido a estudiar. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando por fin entré al edificio, me costó un rato encontrar un asiento libre. Se notaba el estrés en el aire. Se veía especialmente nerviosas a las personas que habían dejado los estudios para el último momento y no llevaban el material al día, era fácil reconocerlos, pasando paginas adelante y atrás, sin saber por dónde empezar a estudiar. No era mi caso, cuando me senté, saqué el libro de la mochila y lo abrí directamente por la página marcada, reanudando así mi sesión de estudio anterior. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dejé el teléfono sobre la mesa, asegurándome de que estaba en silencio, para poder tener controlada la hora para cuando tenía previsto hacer la pausa para almorzar. Y después comencé a leer. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una hora más tarde, cuando el asiento contiguo quedó libre, decidí dejar la mochila sobre este. Después continué con la lectura. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Ah! Veo que me has guardado un sitio. Me pregunto por qué los dos estudiamos en sueños. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era verdad, por algún motivo había guardado un sitio. Levanté la vista y me encontré un rostro familiar. El sueño regresó entonces como si jamás me hubiese abandonado y todo lo que pude hacer fue preguntar con incredulidad: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¿Cómo es posible? ¿Me he quedado dormido mientras estudiaba? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ella niega con la cabeza y después sonríe mientras me responde: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Esta vez soy yo quien te sueña.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-27944992157606399852019-12-17T12:44:00.000-08:002019-12-17T12:44:25.061-08:00Relato: Una pausa para recordar<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div style="text-align: center;">
<b>UNA PAUSA PARA RECORDAR </b></div>
<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
—Lo siento, de verdad que tengo que irme. No puedo quedarme aquí sentado, sin hacer nada, mientras… </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Tranquilícese. Tome aire y recuerde los ejercicios. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, sí, claro, los ejercicios… No, no puedo. Esta vez no. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Muy bien. De acuerdo, no le retendré. Pero, por favor, antes de marcharse, ¿podría responderme a un par de preguntas? Serán muy breves, se lo prometo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—No sé… ¿Cómo de breves? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Será solo un momento. Es para tener una base sobre la que trabajar para nuestra próxima sesión. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Vale, pero solo un momento, porque se ha tomado las molestias de atenderme. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—De acuerdo. ¿Podría decirme cuál es su primer recuerdo? Espere, no responda todavía, cierre los ojos primero y piense en su infancia. ¿Qué lugar viene a su cabeza? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Estoy en la guardería. Se trata de un pasillo con una pequeña valla de madera. Estoy de pie, con las manos sujetando la valla, y estoy llorando mientras mi madre se aleja hacia la puerta del fondo sin mirar hacia atrás. No sé si es mi primer recuerdo, pero podía serlo, supongo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Perfecto, ese recuerdo nos vale. Ahora, concéntrese y trate de describirme la guardería. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>No sé cómo era de grande en realidad, pero sí que me vienen a la cabeza algunas de las zonas donde pasaba más tiempo. Por ejemplo, al final del pasillo había un patio. Era un espacio muy amplio, o al menos eso me parecía. Estaba a cubierto, así que supongo que se podría decir más bien que era una habitación muy grande, más parecida al gimnasio de un colegio. Las paredes estaban pintas de un verde claro y el suelo estaba cubierto de baldosas de un color amarillento, más bien tirando hacia marrón. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>En la esquina que quedaba al fondo a la izquierda había una fuente, era baja y también estaba cubierta por el mismo tipo de baldosas que el suelo, hasta llegar arriba, donde estaba el grifo y una pila, metálicos y relucientes, pero que solían ensuciarse con facilidad, perdiendo parte del brillo y quedando cubiertos por manchas empañadas y opacas. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>En la parte central del patio hay una estructura de barras, con unas escaleras en un lateral y un tobogán que parte desde lo alto. Es una estructura solida, pero al menos el tobogán es de plástico, y está algo arañado y desgastado por el centro, por donde los niños suelen arrastrar el trasero. Pero las barras deben ser metálicas, ya que las recuerdo frías al tacto. Aunque todo el conjunto tiene el mismo color, es un tono verdoso, parecido al verde de las paredes de alrededor. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Ahora que lo pienso, es gracioso, recuerdo más tiempo jugando bajo las barras que deslizándome por el tobogán. Usábamos la parte de debajo de casita. Nos habían contado el cuento de los siete cabritillos, y jugábamos recreándolo. Uno hacía de lobo y tenía que asomar la patita por debajo de la puerta, mientras los demás estábamos dentro y nos reíamos y le hacíamos preguntas. Obviamente no había puerta, eran barras y nos podíamos ver todos en todo momento, pero curiosamente, cuando pienso en ello, casi puedo ver una robusta puerta de madera, del mismo modo en que quizás la imaginaba entonces. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Aunque el juego acabó. Un día todo desapareció, el tobogán, la improvisada casita… Había dos niños de los más mayores que llevaban un destornillador. En su momento, ingenuos como éramos, al ver el destornillador pensamos que había sido culpa suya, que lo habían desmontado. Desde luego, al ver la herramienta en la mano de uno de ellos, tuve la fuerte sensación de que estaban haciendo algo malo, de que aquello no era algo que debiesen llevar encima. Ahora, mirando atrás, supongo que el destornillador sería un juguete y solo querían hacerse los importantes, porque aunque hubiesen desmontado las barras, donde las iban a haber metido. No, los responsables de aquello debieron ser los responsables de la guardería, ya fuese por motivos de seguridad o para hacer más sitio. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>¿Quiere más detalles sobre aquel patio? Bueno, hay otro, un desagüe. Sí, parece un detalle absurdo, pero lo recuerdo con gran claridad. Quedaba en la parte central del lateral izquierdo, cerca de la fuente. Era pequeño y circular y la parte de arriba se podía quitar sin esfuerzo. Se trataba de una pieza metálica enrejada que cubría el desagüe para que nada que no fuese líquido pudiese colarse por dentro, pero nosotros desmontábamos la pieza con regularidad. Ya fuese por curiosidad, por miedo a lo que hubiese al otro lado de aquel agujero negro, o con la esperanza de encontrar algún tesoro. Pero seguramente el motivo por el cual recuerdo el infame desagüe con tanta claridad es por el olor. Por el motivo que sea, tengo el olor grabado en la memoria. Incluso diría que, si puedo recordar tanto de aquel patio, es por la asociación con el desagüe. Era un olor intenso y desagradable, a agua estancada, mezclado con algo más, imposible de describir pero difícil de olvidar. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Pero la guardería era más que un patio de juegos con un desagüe maloliente. Antes de llegar al patio, en algún lugar del pasillo a la izquierda había varias puertas. Cerca de la entrada, antes de llegar a la valla, había un pequeño cuarto que veía de pasada en ocasiones. Debía ser un despacho o un cuarto de empleados. Dentro había un tablón de corcho, un par de taquillas metálicas con dibujos pegados con celo encima, una mesa alta y llena de carpetas y otros papeles, una estantería con libros y un armario que siempre estaba cerrado. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Más adelante, por el mismo pasillo pero pasando la valla, había otras dos puertas, una de ellas conducía a un cuarto con una mesa para cambiar a los bebes, los cuales no recuerdo que hubiese muchos. Pero antes de llegar aquí, la otra puerta conducía a un aula. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Este era otro espacio donde pasábamos mucho tiempo. En la pared derecha había unas perchas bajitas, donde colgábamos las chaquetas. Al fondo había estanterías con cajas de plástico donde se guardaban algunos de los materiales que usábamos. En un lateral había una puerta que llevaba a un retrete y al lado había un par de lavamanos, todo ubicado a nuestra altura. Las mesas estaban en el centro del aula. Eran modulares, con forma de hexágonos cortados por la mitad, pero que se agrupaban de dos en dos para completar la forma. Y nosotros nos sentábamos por grupos alrededor de estas mesas. De nuevo, el detalle que puedo rememorar con más facilidad es el olor. Siempre olía a plastilina, y no era raro ver las mesas con manchas aceitosas causadas por este mismo material. Quizás el único momento en que el olor no era este, era cuando era sustituido por otro, causado por una actividad distinta: el resultado de pintar con los dedos. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Y hablando de olores, todavía recuerdo uno más, el del comedor. Este estaba ubicado a la derecha del pasillo de entrada, aunque también tenía una puerta que daba al patio y otra que supongo que conduciría a la cocina, pero esta última no la recuerdo en absoluto, de modo que me imagino que nunca entré. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Como decía, el olor era también bastante particular, como una mezcla de legumbres, plátano, sopa y… ¡Oh, sí! La tarta. Aquí las mesas era cuadradas y estaban también colocadas pegadas unas a otras, formando un rectángulo largo. No sé si la disposición era siempre la misma, pero es la única que me viene a la cabeza y es que cuando pienso en el comedor, la imagen que me viene a la mente siempre es la misma. Nosotros estábamos sentados alrededor de esta mesa, haciendo mucho ruido, las luces estaba bajas, casi a oscuras, y alguien entraba por una puerta cargando con una tarta iluminada con unas pocas velas. Empezábamos a cantar una canción de cumpleaños, pero no era cumpleaños feliz, era algo así como: “Feliz, feliz en tu día, amiguito que Dios te bendiga…” Y luego nos servían una porción de tarta a cada uno. Era una tarta casera, hecha con chocolate y galletas. La típica tarta fácil de hacer y barata, pero aun así la recuerdo muy buena. Quizás hable desde la nostalgia del recuerdo, pero, de hecho, diría que sabía mejor que otras muchas tartas que he probado en los años posteriores, más elaboradas y caras. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Parece mucho más tranquilo ahora. ¿Todavía siente la necesidad de irse a comprobar la puerta de casa? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Tiene razón. Creo que puedo esperar un poco. Estoy casi seguro de que he cerrado con llave. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Me acaba de contar con gran detalle una serie de recuerdos de su infancia que, como mínimo, son prueba de que su memoria funciona a la perfección. De hecho, puede que sea mejor que la mía. Yo no tengo recuerdos sobre la guardería a la que iba. Así que si cree que ha cerrado la puerta de casa con llave, probablemente lo haya hecho. Ahora, ¿qué le parece si hablamos un poco sobre los ejercicios que le pedí que realizase? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Muy bien. Aunque, tengo una pregunta, no sé si me la podrá responder. Mientras le estaba hablando, por algún motivo no dejaba de recordar olores, y cada vez que lo hacía eso me llevaba a recordar más cosas. ¿Cómo es eso?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Sí, es algo normal. En realidad, los olores son uno de los evocadores más fuertes que hay de la memoria. Ya sabe, el olor de la consulta del médico, o el de las comidas caseras en casa de su abuela…</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-50285877179754445102019-11-26T08:02:00.000-08:002019-11-26T08:02:44.935-08:00Relato: En lo alto de la torre<br /><div style="text-align: justify;">
<b><br /></b><div style="text-align: center;">
<b>EN LO ALTO DE LA TORRE</b></div>
<br /><br /><br />Desde mi alta torre puedo escuchar a los presos gritar de felicidad. Entre tortura y tortura, con su sufrimiento cantan canciones de vida y también de muerte, especialmente de muerte. Y los envidio. No puedo verlos ni acercarme a ellos. No puedo cometer los crímenes que los arrastraron a las mazmorras. No puedo temblar ni imaginarme mi funesto destino cuando venga la guardia a apresarme. No, no puedo. Desde mi olvidada y aislada torre no puedo. <br /><br />Tengo todo cuanto deseo, o más bien todo cuanto mi imaginación puede concederme. Lo demás no importa. Tengo que convencerme de que lo demás no importa. Cuanto necesito, cuanto añoro y cuanto envidio, son realidades. Pero aquí la realidad carece de importancia. El mundo está allí fuera, más allá de una ventana enrejada, en las profundidades de un abismo infinito, perdido entre una bruma insondable. <br /><br />Aquí tan solo llegan rumores y preguntas que no pueden tener respuesta. <br /><br />En sueños veo el acto final, oculto tras mentiras dichas en voz baja. Soy yo y soy otra persona. En un mundo que no es el mío, tomo decisiones poderosas y la suerte me acompaña al hacerlo. El trabajo duro es recompensado y tras la espera siempre hay gratas sorpresas. Un abrazo, un beso en la mejilla, el calor de un gesto de consuelo. Pero el sueño acaba y llega el momento de despertar, en la soledad de la torre, en el frío de la torre, en la húmeda torre, mirando hacia la salida. <br /><br />La puerta está abierta y no hay carceleros a la vista, nunca los ha habido. Pero la torre es alta, las escaleras empinadas y resbaladizas, y en la base… ¡quién sabe lo que hay en la base! Así que espero y fabrico alas de papel, con el propósito de estar preparado para el día en que caigan los barrotes de la ventana. Pero luego me entristezco y lloro cuando los barrotes no caen por sí solos y mis alas de papel se estropean y deben ser fabricadas de nuevo, desde el principio. <br /><br />Mientas tanto la gente sufre, mientras tanto la gente ríe, mientras tanto la gente ama, mientras tanto la gente sueña, mientras tanto la gente vive. Todos ellos olvidan a quien habita en lo alto de la torre, a quien un día encontrarán por pura casualidad. Y entonces alguien preguntará: ¿Por qué fabricaba alas de papel cuando pudo usar las escaleras? Pero ellos, que no han vivido en la torre, no saben que aquí las preguntas no pueden tener respuesta.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-29833558528133608422019-10-30T17:27:00.000-07:002019-10-30T17:27:20.378-07:00Relato: Una puerta se abre<div style="text-align: justify;">
¡Saludos, brujas y diablillos! Hoy es Halloween y, como viene siendo tradición en el blog, hoy es un un buen día para una entrada terrorífica. Así que, sin más dilación, os dejo con mi nuevo relato:</div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>UNA PUERTA SE ABRE</b> </div>
<br />
<br />
<br />
Siempre me he desorientado con facilidad. Por ese motivo procuro caminar siempre por los mismos caminos, por rutas conocidas. <br />
<br />
Hay excepciones, claro está. Los eventuales jóvenes borrachos que te obligan a cambiarte de cera. Una finca en obras que tienes que bordear con cuidado porque prefieres caminar por la carretera antes que desviarte… Pero incluso estas pequeñas diferencias son, en menor o mayor medida, algo predecible. <br />
<br />
Así pues, cuando siguiendo tu camino habitual te encuentras con algo distinto, pero distinto de verdad, algo que no debería estar allí, que no había estado antes y que sin embargo no parece nuevo, es normal que uno se sienta desconcertado. <br />
<br />
Bien, para mi ese algo fue una puerta. <br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTtsqpRrkyFQ4RMxMiBVrM4TV6grvqQzYN_C74L0ySeKS3IGi8oXm6jQ3OUvDlHyl7dbqrG9CfCj9mfRfpoqo3IaIujVsUfpGiHLSh9m_Q5X-0ePHMpw5mBZibed-Nv3UmdwGyG7tCPyX-/s1600/greendoor.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="1280" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTtsqpRrkyFQ4RMxMiBVrM4TV6grvqQzYN_C74L0ySeKS3IGi8oXm6jQ3OUvDlHyl7dbqrG9CfCj9mfRfpoqo3IaIujVsUfpGiHLSh9m_Q5X-0ePHMpw5mBZibed-Nv3UmdwGyG7tCPyX-/s320/greendoor.jpg" width="320" /></a>Fue de lo más extraño. Debían ser alrededor de las once de la noche. Había salido de trabajar y me dirigía de regreso a casa. Caminaba por la misma calle de siempre, por la acera de la derecha, también como siempre. Y de repente me paré en seco. <br />
<br />
Me di la vuelta y retrocedí unos pocos pasos. <br />
<br />
Allí, en mitad del muro, había una enorme puerta metálica verde. Era alta y robusta, con varias manchas de oxido a lo largo de su superficie. Estaba cerrada y no había nada que indicase lo que había tras ella. No había placas, ni un timbre, ni número de portal. Por no haber, ni tan siquiera había un cerrojo, al menos no en la cara exterior. <br />
<br />
Me quedé paralizado frente a la dichosa puerta durante unos instantes, estudiándola al principio, movido por la curiosidad; pero luego simplemente pensando para mí mismo, nervioso y algo atemorizado con la idea de que pudiese haberme equivocado de camino en algún momento. Las puertas no aparecen de la nada, y aquella tenía pinta de llevar mucho tiempo en aquel mismo lugar. Así que el error debía haber sido mío. Pensé que quizás había automatizado tanto mi camino de vuelta que no había prestado suficiente atención. O que tal vez estaba tan cansado que en algún momento había girado a la derecha una calle antes de lo que solía hacerlo. <br />
<br />
Pero aun así… Todo lo demás resultaba familiar. Lo único que estaba fuera de lugar era la puerta. Dudé. No sabía si debía continuar hacia delante, como si la puerta no estuviese allí, o volver hacia atrás para intentar reorientar mis pasos. <br />
<br />
Decidí continuar un poco más en la misma dirección y al poco salí a una intersección con otra calle. Sabía exactamente donde estaba, había pasado por allí muchas otras veces. Unas cuantas calles más y llegaría a casa, conocía el camino, seguía siendo el mismo de siempre. <br />
<br />
En cuanto a la puerta, no tardé en olvidarme del asunto. Una mala jugada por parte de mi memoria, que me había hecho ignorar aquella puerta hasta esta misma noche. ¿Cómo llaman al fenómeno, cuando algo que deberías conocer no te resulta familiar? “Jamais vu”, creo. Sí, definitivamente ese debió ser el caso. <br />
<br />
No volví a pensar en el asunto hasta la noche siguiente, cuando de nuevo emprendí el camino de vuelta a casa desde el trabajo. El problema fue que esta vez no encontré lo que buscaba. Llegué hasta el portal de mi casa, tomando el mismo camino, y durante todo el trayecto estuve atento, para volver a ver la puerta que me había desorientado la noche anterior. Pero no estaba allí, no estaba en ningún sitio. <br />
<br />
Nuevamente, intenté racionalizar el asunto. La conclusión más lógica era que, después de todo, la noche anterior sí que debí haberme confundido de camino, aunque acabase por llegar al mismo sitio. Una curiosidad, pero tampoco algo en lo que pensar demasiado. <br />
<br />
Pasaron los días y al final olvidé por completo el incidente. Dejé de buscar la puerta al salir de trabajar. Y entonces, varias semanas más tarde, la encontré de nuevo. Al igual que la vez anterior, la súbita aparición me obligó a detenerme, a preguntarme, a temblar con inquietud sin saber muy bien por qué. <br />
<br />
Llevé mi mano hasta aquella superficie metálica, para tocarla y comprobar que era real y no estaba perdiendo el juicio. Pasé las yemas de los dedos por encima, notando su aspereza y un frío tan extremo que parecía extenderse hasta lo más profundo de mi ser. Al apartar la mano, me quedé mirando la palma y pude ver restos de pequeñas partículas de óxido que se habían desprendido del metal y se me habían quedado pegados. ¿Cuántas más pruebas necesitaba para convencerme a mí mismo? <br />
<br />
Volví a mirar a la puerta. Después giré la cabeza a izquierda y derecha, buscando a alguna persona más que pudiese ver lo que yo estaba viviendo, o quizás tan solo que pudiese acompañarme en la soledad que me provocaba la perturbadora visión. Pero no había nadie. La calle estaba desierta. Éramos tan solo la puerta y yo. Uno atemorizado, la otra expectante. <br />
<br />
Y entonces lo vi. Una pequeña diferencia respecto a la experiencia pasada. La puerta no estaba perfectamente encajada. Se encontraba ligeramente desplazada hacia el interior desde uno de sus laterales, como si se hubiese quedado mal cerrada. <br />
<br />
¿Podría ser que estuviese abierta en esta ocasión? La idea me heló la sangre. Me imaginé a mi mismo intentando alejarme por la calle, solo para ser súbitamente arrastrado hacia atrás, y en dirección a la puerta, por algún tipo de ente espectral que hubiese esperado a que me diese la vuelta para salir y atraparme. <br />
<br />
Tenía que asegurarme. No creía ser capaz de seguir caminando si no lo hacía. <br />
<br />
Puse la mano sobre la puerta y empujé hacia dentro. No se abrió, seguía cerrada. Sin embargo, sí que noté como cedía un poco, como si el mecanismo que la mantenía cerrada estuviese más holgado, o como si se hubiese desgastado desde la última vez. <br />
<br />
Le di una patada y grité por pura frustración. Suerte que no había nadie más allí para escuchar el alarido de este pobre loco. <br />
<br />
Me di la vuelta y me encontré con una mujer mirándome atemorizada. Cuando se dio cuenta de que la había visto agachó la cabeza y continuó caminando por la acera, alejándose rápidamente de una persona que claramente no estaba en sus cabales y podía ser peligrosa. <br />
<br />
—¿Ves la puerta? —grité— ¿Tú también puedes verla? <br />
<br />
La mujer no contestó, obviamente, y pronto se encontró fuera de mi vista. Me reí de mi mismo, al pensar en la manera en que había asustando a la pobre mujer con mi absurda obsesión. Todo por una estúpida puerta. Algo tan mundano. <br />
<br />
Volví a darme la vuelta hacia la pared, para volver a ver la puerta una vez más antes de irme. Pero no estaba allí, había desaparecido. <br />
<br />
En aquel momento decidí que necesitaba ayuda. Estaba viendo algo que no existía y podía ser a causa de un problema grave, psicológico en el mejor de los casos, o un tumor en el peor. Regresé a casa, sin poder dejar de pensar en ello, atemorizado por una enfermedad que quizás me estaba corroyendo por dentro y que me mataría eventualmente. <br />
<br />
Pero al día siguiente, bajo la luz del sol, las cosas se veían distintas y menos aciagas. El susto ya se había pasado y pensé que, quitando de aquella dichosa puerta que había visto en dos ocasiones, por lo demás me encontraba bien, y si de verdad me ocurriese algo, tendría que estar experimentando otros síntomas. Todavía pensaba que necesitaba hablar de alguien sobre la puerta, pero no tenía porque ser algo urgente. En fin, me convencí mi mismo de que no pasaba nada por esperar un poco, asegurarme de que era necesario discutir el tema con alguien que quizás fuese a colocarme una etiqueta de lunático en el pecho. <br />
<br />
“Solo si vuelvo a verla” me dije a mí mismo. “Si vuelve a aparecer la puerta, buscaré ayuda”. <br />
<br />
Por supuesto, en esta ocasión no olvidé el asunto, no hubiese sido capaz. Regresaba cada día del trabajo caminando con miedo, despacio y prestando atención. Temía encontrar la puerta de nuevo, temía lo que eso pudiese significar. <br />
<br />
Y mis temores… ¡Ojala hubiesen sido infundados! Pero por desgracia no tardé en encontrarme nuevamente parado en medio de una calle vacía y oscura, mirando aterrorizado hacia algo que no debería estar allí. <br />
<br />
Estaba abierta. ¡Por todos los dioses! La puerta estaba abierta de par en par. <br />
<br />
El corazón me latía frenéticamente en el pecho. Las rodillas me temblaban. Perdí la voz y la capacidad de moverme. Me quedé petrificado en el sitio mientras gotas de sudor frío empapaban mi ropa. <br />
<br />
Más allá del umbral parecía haber un parque, sumido en la oscuridad más absoluta, en silencio y completamente inmóvil. Nada ni nadie se movía en el interior, ni tan siquiera las hojas de los arboles se mecían con el viento, que allí parecía inexistente. No había ningún punto de luz en la distancia. Era imposible adivinar el tamaño del lugar. Cuanto más se alejaba la vista, la oscuridad se hacía más y más intensa, envolviéndolo todo, como una niebla densa y negra. <br />
<br />
Era solo un parque. Pero la visión me resultaba increíblemente perturbadora, como si aquellos inocentes arboles fuesen en realidad las columnas de la entrada al infierno. <br />
<br />
Quería irme de allí, salir corriendo sin mirar atrás, dimitir de mi trabajo para no tener que volver a pasar por estas calles y encontrar la puerta. Pero por más que lo intentaba no lograba hacer que mis pies se despegasen del suelo. O al menos no hasta que di un paso en dirección a la puerta. <br />
<br />
Me llamaba en silencio. Me invitaba a entrar. Me prometía paz. Me decía que existía solo para mí. <br />
<br />
Antes de darme cuenta, la puerta había quedado a mi espalda. <br />
<br />
Fue como si me hubiesen extirpado los oídos de golpe. Los sonidos de la calle desaparecieron. Mis pasos no hacían ruido alguno al pisar la grava del camino. Entré en pánico al no poder escuchar mi respiración. Primero me asustó la posibilidad de estar ahogándome. Después temí haberme quedado sordo. Me golpeé con las palmas de las manos en los laterales de la cabeza, sobre los oídos, esperando alguna reacción. Grité con todas mis fuerzas y me derrumbé, postrándome en el suelo, frustrado y fatigado al no poder escuchar mi propio llanto. <br />
<br />
Y entonces la luz comenzó abandonar mis ojos de forma gradual. Como una cortina que se cierra lentamente, y luego otra y otra más. <br />
<br />
Volví la vista atrás y pude ver, no sin dificultad, como la puerta por la que había entrado parecía ahora muy lejana. Y se hacía cada vez más pequeña. El tenue brillo que quedaba en el mundo se iba estrechando, condensándose en una minúscula franja brillante. La puerta se estaba cerrando. <br />
<br />
Intenté levantarme y no fui capaz. Una enorme presión me obligaba a mantenerme inclinado. Una presión que se hacía cada vez mayor a medida que la puerta se cerraba en la distancia, amenazando con aplastarme sin no salía antes de que fuese demasiado tarde. Desesperadamente, comencé a moverme hacia delante, intentado alcanzar la salida. La presión se hizo más grande. Caí de rodillas y seguí avanzando, con pesadez, arrastrándome sobre la grava, rasgando mi ropa con la fricción, arañando mis rodillas y alimentando esa tierra maldita y voraz con mi propia sangre. <br />
<br />
Por más que me esforzase, la salida parecía estar siempre a la misma distancia. Y nuevamente la presión fue demasiado grande, esta vez aplastando mi torso contra el suelo. Repté y pataleé, empujándome con los brazos para poder continuar. <br />
<br />
Me quedé ciego. Desapareció la poca iluminación que quedaba. Y aun así continué arrastrándome. Perdí un zapato por el camino. Algo tiraba de mi pie desnudo, envolviéndolo, queriendo retenerme. Pero no me rendí, todavía no. <br />
<br />
Y entonces toqué el metal con los dedos. Agarré la puerta con las dos manos y tiré con fuerza, evitando así que se terminase de cerrar y quedase cerrada para siempre, tragándome y borrando toda señal de mi existencia. El metal empezó a ceder. Volvió la luz y, a medida que lo hacía, comencé a liberarme de la presión que limitaba mis movimientos. Me levanté y tiré con más fuerza. Y en el momento en que la grieta fue lo bastante grande, salí rápidamente, cerrando la puerta tras de mí. <br />
<br />
El aire al entrar en mis pulmones. Un pájaro. Una sirena en la distancia. Una televisión con el volumen demasiado alto en un piso cercano. El viento en los arboles. El sonido de mi ropa contra al rozar el cuerpo. Todo regresó. No, no todo. Algo quedó atrás, algo importante quedó atrapado en aquel lugar. <br />
<br />
No recuerdo cómo, pero llegué a casa. Busqué unas hojas de papel y comencé a escribir el relato de lo ocurrido. <br />
<br />
He escrito estas líneas no para que me encuentren, sino para dejar constancia de mi existencia, de que una vez fui y quizás todavía lo sea, en algún lugar, de algún modo. Y es que no tengo la menor duda de que volveré a ver la puerta. Es mi puerta después de todo, y me seguirá donde quiera que vaya. Volverá a persuadirme, volverá a atraparme, y la próxima vez no me permitirá escapar, tal vez yo ni siquiera quiera intentarlo. <br />
<br />
El alivio del olvido frente a la eterna soledad de un caminante nocturno. No es tan mal trato.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-50147110275588370462019-08-25T10:50:00.000-07:002019-08-25T10:50:36.213-07:00Microrrelato: Ensueño<br /><div style="text-align: center;">
<b>ENSUEÑO</b></div>
<br /><br /><div style="text-align: justify;">
Al caer la noche nos encontramos, dos náufragos sin embarcación, dos apasionados de la belleza natural del mundo. Compartimos experiencias y entrañables recuerdos de grandes aventuras. Dormimos arropados por un manto de estrellas imperecederas, y al llegar la mañana las hadas vinieron a recogerte. En cuanto a mí, emprendí el camino de regreso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un año pasó y el calor del verano reavivó tu recuerdo con sus llamas. En otro monte distinto te busqué, guiándome por el aroma de las flores silvestres y el canto de los pájaros. Recorrí las rutas, esperanzado y ansioso por revivir un momento fugaz atrapado en una ensoñación febril. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Perdí la orientación. Me adentré cada vez más en un hermoso y desconocido mundo. Sin embargo, presa del cansancio, mi cuerpo no pudo dar más de sí y me derrumbé sobre una loma olvidada. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una estrella fugaz me halló exhausto y me recogió con suavidad para ponerme a salvo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al abrir los ojos contemplé el infinito. Al incorporarme descubrí que no estaba solo. Otro rostro me miraba con tus ojos, otros labios me mostraban tu sonrisa. Creamos un nuevo recuerdo, sabiendo que, si te desvanecías con la luz del alba, el próximo verano te traería de vuelta.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-20032365443708172952019-06-26T12:27:00.000-07:002019-06-26T12:27:47.964-07:00Relato: Tienes tiempo<br />
<div style="text-align: center;">
<b>TIENES TIEMPO</b></div>
<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
Observas cómo ocurre. No es tan inevitable como pueda parecer. Se desliza lentamente hacia delante mientras el caucho se esfuerza en vano por mantener su posición.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es mucho lo que podrías hacer. Lo más fácil sería simplemente salir. Nada te lo impide al fin y al cabo. Pero todo lo que haces es mirar al vacío y esperar, como si estuviese mal luchar contra el destino, como si la fuerza que te estuviese empujando residiese en un lugar más allá de la gravedad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Te están hablando pero no lo hacen con tu misma calma. Es la súplica de aquellos que sí que han tomado una decisión. Te ruegan en la distancia porque nadie quiere acercarse a tu lado. No deja de ser irónico porque quizás su roce pudiese sacarte de tu estupefacción. Puedes verlos pero no los ves, son sombras moviéndose lenta y pesadamente. La reacción no deja de resultarte curiosa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con un pequeño gesto podrías revertir la situación. La fricción es suficiente, la voluntad no. Es la repetición de un sueño de antaño. Ahora lo vives como lo viste con los ojos cerrados. Tenía que llegar y, si ignoras la situación y luchas contra ella, quizás el evento no vuelva a repetirse jamás. ¿Y entonces qué sería de ti? Este es tu lugar. Aquí sentado mientras la atracción del mundo te va atrapando centímetro a centímetro. El abismo se acerca pero sigue siendo distante, desde tu perspectiva al menos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y qué hay más allá. Un lecho de piedra y grava te aguarda. No obstante, no crees en ello. No es porque te veas a ti mismo ascendiendo en la gloria celestial, sino que en eres consciente de que en algún momento dejarás de esperar y entonces la velocidad ganará al entendimiento.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Y esos rasguños? Claro, el gato. Él no podía decidir y lo han dejado olvidado. Aquí las caricias ya no sirven de nada. Esa misma palanca que tienes a la derecha podrían cambiar su situación, pero entonces también lo haría la tuya. Y no eres capaz de decidirte si eso es lo que de verdad deseas. Porque, si no dejas que ocurra, ya no sabrás a qué atenerte, ignorarás la historia que te aterrorizaba cada noche, y deberás decidir una y otra vez, solo para fallar en la mayoría de las ocasiones.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Te tiembla la mano, pero solo un poco. No es porque tengas miedo. La vibración se transmite desde la tierra a tu corazón, cada vez con más intensidad. Con el cuerpo pesado te das la vuelta y dejas escapar al animal de su prisión. O al menos, piensas que lo hará, escapar. Pero no, el pobre bicho también tiembla y no se mueve del sitio. Te gustaría pensar que solo quiere hacerte compañía, pero sabes que no es así. Lo que necesita es un empujoncito. Le das un manotazo al transportín y la fiera sale de un salto, vuela por la ventana y aterriza en los brazos de algún niño con un olor familiar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una cosa menos. ¿Ves? Y todo eso ha sido bastante sencillo. Ya podía haberlo hecho algún otro, piensas. Miras adelante y luego hacia atrás. El pasado se aleja. El futuro se agota.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con calma y sin perder la compostura te desabrochas el cinturón y lo devuelves a su lugar con sumo cuidado. Quitas la llave del contacto y te la guardas en el bolsillo de la camisa. Recoges todos tus efectos personales de la guantera, y las gafas, también las gafas. Después te aseguras de dejar todas las ventanillas bien cerradas. Y solo entonces te apeas del vehículo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pisas suelo firme en el momento en que el coche deja de hacerlo. Un estrépito. Una bofetada. Un abrazo. Todo ha acabado.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-38978800365623344732019-06-13T08:43:00.001-07:002019-06-13T08:43:44.735-07:00Relato: Compañero de investigación<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: center;">
<b>COMPAÑERO DE INVESTIGACIÓN</b></div>
<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No sé qué estoy haciendo aquí. Los desprecio a todos y cada uno de ellos. Sus sonrisas falsas, sus comentarios deferentes, sus poses arrogantes. No hay nada genuino en el baile de vanidades. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Yes, you are right. Fuck them all. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“Sí, tienes razón. Que les jodan a todos.” Mi acompañante me susurra esto en inglés. Es su idioma nativo, pero no lo utiliza porque no conozca otro, sino que lo hace apropósito, para que nadie más de los presentes pueda entenderle. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo nadie lo haría, para ello tendrían que prestar atención a algo que no fuese sus propios egos hinchados y sudorosos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Alguien se acerca y me estrecha la mano. Es un hombre de mi estatura, pero bastante más mayor que yo. Aprieta con fuerza, y lo hace desafiante. Es su manera de decir que no está de acuerdo con la decisión ni con la ceremonia. Sonríe altaneramente. Escupe al hablar cuando da la enhorabuena. Para mí, más bien, habla al escupir. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se despide y eso da pie a que mi acompañante vuelva a hacer un comentario de los suyos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Do you think he is going to the toilet to wash his hands at this very moment? Or, perhaps he will be able to wait a full minute before feeling the need to get rid of your disgusting touch… </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Bueno, si no lo hace él, lo haré yo. Me dirijo al cuarto de baño y, a pesar de la cola, me dejan pasar primero. Piensan que si no lo hacen les nombraré en mi discurso. Creen que soy tan vil como ellos y que sería capaz de avergonzarles públicamente, simplemente porque no me apetecía guardar cola. Estoy exhausto y no quiero comenzar una discusión sobre modales, así que entro, sin más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo lo que quiero hacer es refrescarme. Dejo caer el agua y me mojo la cara un poco con las manos, con cuidado de no salpicarme la chaqueta. Me miro en el espejo y descubro la mirada furiosa de alguien que ve el mundo como es en realidad. No es mi cara, sino la de mi acompañante, que también ha entrado conmigo y se niega a alejarse de mi lado un solo instante. Mi propio rostro no me molesto en mirarlo, ya sé lo que vería en su lugar: unos ojos cansados y una piel más arrugada de lo que estaba cuando inicié esta odisea. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Escucho aplausos en el exterior. Ya es la hora. Seguro que me han llamado justo en este momento, sabiendo que no estaba disponible, para ponerme en evidencia por la tardanza. No les daré la satisfacción. Me apresuro de regreso a la sala y me dirijo hacia el escenario. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Más aplausos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—Look at them, kissing your ass. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Encontré a mi acompañante durante mi investigación y rápidamente nos hicimos cercanos. Es bueno tener a alguien al lado cuando el mundo entero parece tan empeñado en desacreditarte. </div>
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<br /></div>
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La gente se pone en pie y aplauden con más fuerza. No están contentos con mi cura portentosa, ni con la posibilidad de salvar vidas. Se aplauden a sí mismos, mientras se llenan los bolsillos con el dinero que ganarán para las farmacéuticas a las que representan. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Veo lágrimas descender por las mejillas de mi emocionada esposa. También se ha dejado corromper por la gloria y la fama que no ha conseguido ella. En la misma mesa, varios de mis amigos más próximos me hacen gestos de reconocimiento con la cabeza. Lo que quieren es que los nombre, que comparta mi éxito con ellos y poder aprovecharse de este. </div>
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<br /></div>
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Solo mi acompañante permanece impasible. Es mordaz y despiadado. Me encontró cuando el estrés era prácticamente insoportable. Y ahora es en la única persona en quien puedo confiar. </div>
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<br /></div>
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—You know what you have to do. </div>
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<br /></div>
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Sé lo que tengo que hacer. Nadie utilizará mi investigación. He modificado los datos. No queda ni rastro, me he asegurado de ello. </div>
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<br /></div>
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Sonrío. Saludo. Saco la pistola y me vuelo los sesos sobre el escenario.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-9296040973618712322019-05-22T08:41:00.001-07:002019-05-22T08:41:44.616-07:00Relato muy breve: Tres gatos feroces<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
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<b>TRES GATOS FEROCES</b></div>
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Tres gatos feroces muerden las botellas arrojadas al contenedor frente al bar, juegos inocentes que no pueden causar daño alguno. Los clientes pasan por delante y los quieren evitar, son incapaces de ver más allá de las fauces maliciosas, temen ser devorados por amenazas jamás pronunciadas. En cualquiera de los lados del pelaje animal pueden verse saltando pulgas de ciudad. Qué de brincos que dan, qué alegría, qué felicidad. Pasen y vean, no les harán ningún mal. Si las sigues te hacen una reverencia y si no lo haces, también, pero sin la misma cortesía. Veo voces que saludan con poca dignidad a los asustados maleantes que recuerdan fechorías de un tiempo en que los perros husmeaban las esquinas de los barrios del sur. Una de ellas intenta besar a las musarañas, que como se han escapado de sus pensamientos ahora invaden el local. Menudo espanto, tantos pelos me van a hacer estornudar. Y la escoba no me sirve para nada, baila despreocupada allá donde sus servicios no son requeridos. Me gustaría saber quién canta, quisiera que parase ya. No es un circo, no es un zoo, tan solo se trata de mi pobre y maltrecho bar. Son halagos los que me guían, son palmadas de aprobación las que me animan. Veo luces que se apagan al pasar, veo pasos que se iluminan al andar, y veo el banco donde me voy a tumbar a descansar. Tropiezo con mi lengua, mas no se fugan mis lágrimas. El dorado vaso de licor se me escapa, una rareza de quien ni una sola gota suele derramar. No me siento las pupilas, en la luna, dibujadas con tiza de colores, me devuelven una mirada que ya no me pertenece. Intento hacer saltar la chispa con yesca y pedernal. Salen llamas que gritan sin piedad. Una sirena me canta, llamándome a la mar. Un paseo, una celda, el recuerdo de una cena mal digerida.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-76688096711663956732019-05-02T05:30:00.000-07:002019-05-02T05:30:20.996-07:00Relato: Dos cartas<div style="text-align: center;">
<br /></div>
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<b>DOS CARTAS</b></div>
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La carta está bien redactada. Sé que lo está. No he dormido nada para asegurarme de ello. ¿Y para qué? ¿Quién envía cartas hoy en día? Pero un asunto así… No podría, o más bien, no debería ser de otro modo. </div>
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<br /></div>
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Ha debido pasar un poco más de un mes desde que aquella persona se presentase en mi empresa. Tres semanas desde que yo iniciase las prácticas. Dos desde que encontré su caso perdido entre un centenar más. Si no hubiese habido exceso de trabajo en la oficina, ni tan siquiera lo hubiese descubierto. Así que supongo que puede decirse que ha sido obra del destino. Si es así, el destino tiene un sentido del humor algo peculiar. </div>
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<br /></div>
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Allí estaba, el nombre del padre a quien nunca conocí. Y no era una coincidencia, era él. Todos los datos concordaban. </div>
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<br /></div>
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Durante dos semanas estuve dándole vueltas, intentado decidir qué hacer al respecto. Y al final opté por la carta. Eso fue ayer mismo. Ha sido una decisión impulsiva y he procurado escribir la carta antes de que el sentido común venga a plantearme preguntas sensatas e incomodas que me hagan echarme atrás. </div>
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<br /></div>
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Y aquí estoy, como una tonta, buscando un buzón, cuando ni si quiera estoy segura de que todavía existan los buzones de correos. ¿Cuándo fue la última vez que utilicé un buzón? Siendo una niña quizás. Para enviarle una carta a Papá Noel. Y por aquel entonces ni siquiera vivía aquí. Incluso aunque todavía estuviese en mi antigua casa, no estoy segura de que pudiese recordar dónde demonios estaba el buzón. </div>
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<br /></div>
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Quizás esa sea una señal de que no debo enviar la carta. Esta estúpida carta. </div>
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<br /></div>
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Es muy formal de todos modos. Pero claro, no conozco a la persona a quien va dirigida. Sé quién es, genéticamente hablando, pero eso es todo. Mi madre ni siquiera quiso hablarme de él al crecer. Y después fue demasiado tarde. El cáncer la consumió antes de poder contarme nada. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Por qué nunca has querido saber de mí? ¿Por qué nunca me has buscado? He finalizado la carta con estas dos preguntas. Creo que ahora me arrepiento de haber escrito esto último. No quiero recriminarle nada a nadie, solo quiero… No sé lo que quiero. No sé si es porque siento que simplemente debo ponerme en contacto con esta persona. O porque quiero decirle: estoy bien, y lo estoy a pesar tuyo. </div>
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<br /></div>
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¡Oh! Ahí está el buzón. Tampoco parece haber cambiado mucho. Supongo que no tiene sentido modernizar algo así. </div>
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<br /></div>
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Llevo la carta en el bolsillo interior de la chaqueta, como si fuese un documento secreto de una película de espías. Y quizás debería romperla y olvidar todo el asunto. Al fin y al cabo, ya he dicho todo lo que tenía que decir, me he sacado del pecho todas esas cosas que me había estado guardando a lo largo de los años. No es necesario que la envíe. Necesitaba soltar lo que llevaba dentro, pero ¿necesito que alguien lo lea? </div>
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<br /></div>
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Antes de encontrar la respuesta a esta pregunta, me doy cuenta de que mi mano ha soltado ya la carta, dejándola caer por la rendija hacia el interior del buzón. Supongo que esa es mi respuesta. </div>
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No es justo. Es una responsabilidad demasiado grande y no me ha quedado más remedio que aceptarla.</div>
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Ahora, plantado delante del buzón, realizando el mismo gesto que he hecho tantas otras veces a lo largo de mi vida, me siento increíblemente incómodo. Sin lugar a dudas, es la carta más difícil que he tenido que enviar nunca, y quizás la última. El correo no es lo que era, y no me veo enviando muchas más cartas en los años que me queden. </div>
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<br /></div>
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Luego, además, está el asunto de la posible contestación. ¿Qué hago si esta persona me responde? No sabría qué decir. Después de todo, no me corresponde a mí dar explicaciones. Doy por hecho que todo lo que se debe decir está por escrito en la carta. </div>
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<br /></div>
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Lo único que he añadido son un par de líneas en una hoja aparte, para que quede claro quién es el autentico remitente de la carta, y que yo solo estoy haciendo de intermediario, siguiendo sus deseos. Podría, quizás, haber dicho más, ser compasivo y darle el pésame a… Pero no, no quería implicarme más de la cuenta. </div>
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<br /></div>
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Estoy mayor y cansado. El hombre al que quería acaba de dejar este mundo y ya tengo que esforzarme mucho para resistir la tentación de querer acompañarle. No he tenido tiempo para mí, para poder llorar la pérdida. Y todo porque, en el último momento, gastó su último aliento en sacar unas hojas manuscritas de la mesilla de noche y pedirme que le hiciese el favor de enviar está condenada carta. </div>
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<br /></div>
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Un asunto complicado. Conozco la situación. En algún momento me habló de ella, de pasada y con arrepentimiento, pero sin querer entrar en detalles. Me dijo haber sido testigo de su vida en la distancia, haber estado alguna vez cerca de presentarse ante ella para estrecharle la mano, o para abrazarla, lo que se sintiese natural. Quería decirle que aquellos eran otros tiempos, que su modo de vida no estaba bien visto y que, de haberse quedado, solo les hubiese traído sufrimiento a todos. </div>
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<br /></div>
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Pero no. Al final se limitó a escribir una carta y ponerme a mí en el compromiso de enviarla. Muy cobarde por su parte. ¿Y es así como tengo que recordarle? </div>
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<br /></div>
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—Cuánto lo lamento. Era un buen hombre. Cobarde, pero un buen hombre. </div>
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<br /></div>
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Digo esto en voz alta mientras meto la carta en el buzón, pensando que, tal vez, mis palabras puedan adherirse al papel, para reconfortar a la joven mientras lee los pensamientos de un padre a quien ya nunca podrá conocer. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No, no es justo.</div>
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Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-69005526106148250852019-04-24T05:00:00.000-07:002019-04-24T05:00:07.145-07:00UNA IDEA OLVIDADA<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Si hubiese olvidado las llaves en un cajón, correría a buscarlas antes de salir de casa, porque las necesitaría para poder regresar. Es un ejemplo muy concreto de un caso donde sé reconocer y ubicar una necesidad. Aquí hay otro: Si voy a pagar la cuenta por el café que me acabó de tomar, y al meter la mano en el bolsillo descubro un agujero en lugar de una moneda, estoy seguro de que me pondré a buscar por el suelo a mí alrededor. Igual encuentro lo que busco o igual no, porque lo que ocurre con las cosas que se pierden es que no siempre se encuentran. No tiene demasiada importancia, en la mayor parte de los casos son fáciles de sustituir.</div>
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<br /></div>
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Lo que me pregunto por lo tanto es lo siguiente: ¿Qué ocurre cuando no sé lo que he perdido?</div>
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<br /></div>
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Seguro que conoces la sensación. Sales a la calle y de repente eres abordado por la idea de que te has dejado algo, de que se te olvida algo importante pero no sabes lo que es. Y una vez más el resultado solo puede ser uno: puede que lo recuerdes o puede que no. Si lo logras, quizás te des cuenta de que era una tontería, la ignores y sigas tu camino. También puede ser que realmente necesitases aquello que hayas olvidado, en cuyo caso das la vuelta inmediatamente y regresas a por… lo que sea. En ambas situaciones logras calmar la ansiedad por esa pérdida que sientes.</div>
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<br /></div>
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Lo que de verdad me interesa a mi es un caso donde esa sensación no te abandona, y si lo hace es para regresar al poco tiempo, con más fuerza.</div>
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<br /></div>
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Caminar preguntándote qué es lo que has perdido, o si acaso lo tuviste alguna vez. Devanarte los sesos intentado recordar algo que quizás jamás existió. Solo pensar en ello me produce un escalofrío.</div>
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<br /></div>
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Imagínate en tu lecho de muerte. Exhalando tu último aliento. Desvaneciéndote, libre de culpa o remordimientos. Para que en el último instante tu paz sea interrumpida por ese pensamiento cruel y avasallador. Te olvidaste algo. En algún momento de tu vida olvidaste algo muy importante y eres incapaz de recordar el qué. Y peor todavía, ahora ya nunca vas a poder hacerlo. ¿No resulta realmente aterrador?</div>
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<br /></div>
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¿Es algo que quiero o que he querido? ¿Es algo que necesito o he necesitado? En ocasiones, cuando relatas este tipo de fenómenos, hay quien se apresura a decirte que si lo has olvidado es porque no sería tan importante. Y yo podría replicar: ¡Oh! Cierto es que yo lo he olvidado, pero también puedes haberlo hecho tu, amigo mío. Algo en tu interior lo sabe, y quieres compartir conmigo tu angustia inconscientemente. No quieres ser el único que ha olvidado aquello que ha perdido.</div>
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<br /></div>
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Si no piensas en ello, eventualmente volverá a ti. O tal vez no… Tal vez cuando lo halles, cuando te des cuenta de lo que perdiste, ya no sea lo mismo, haya cambiado. O tú mismo hayas cambiado, y tu perdida carezca ahora te todo su valor.</div>
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<br /></div>
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Si lo que he perdido estaba reservado a un momento puntual en mi vida y el momento ya pasó. ¿No habrá entonces siempre un hueco en mi corazón que no seré capaz de rellenar?</div>
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<br /></div>
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Y si no he perdido solo una cosa y han sido muchas a lo largo de los años… Y si recuperar lo perdido no depende de mí… Y si me he perdido a mí mismo, y el motivo por el cual no puedo saberlo es porque lo que necesitaba para ello está atrapado en mi antiguo ser. Y si la respuesta está en realidad justo delante de mí y por más que la miro anhelante no la reconozco.</div>
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<br /></div>
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¿Y si en realidad sé lo que he perdido pero no quiero admitirlo? Y leo, añoro, imagino, pienso, dudo… y decido que prefiero olvidar.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-66929130303716224842019-04-12T04:59:00.000-07:002019-04-12T04:59:32.143-07:00Relato: Una historia<div style="text-align: center;">
<b>UNA HISTORIA</b></div>
<div>
<br /></div>
<br /><div style="text-align: justify;">
Esta es la historia de una historia. Es la historia que nunca llegué a escribir y que, pese a ello, siempre vuelve a mí, para preguntarme el motivo por el cual me esfuerzo en olvidarme de ella. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Antes de que preguntes, no, no se trata de mi historia. Mi historia es aburrida, mundana y carente de detalles memorables. No es que en mi vida no haya habido momentos que no pudiesen tener ningún interés. Simplemente, esos momentos no resultan lo bastante novedosos como para que merezca la pena centrarse en ellos. También hubo drama en mi historia, pero siempre he sentido que dicho drama no me pertenecía. Tan solo eran escenas que desfilaban frente a mis ojos. Lo mismo que una película o una representación teatral, donde, sí, es cierto que puedo interactuar e influenciar los acontecimientos hasta cierto punto, pero nunca dejando de ser un simple espectador, alguien sin autentico control sobre el resultado. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Así que, como mi historia es esa y decidí que no le interesaba a nadie, no es esa la historia que tengo en mente, la que aparto a un lado y siempre regresa a empujones. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estarás diciendo ahora mismo: ¡Ya lo tengo! Si no es tu historia, porque claramente la aborreces, entonces la historia que quieres contar es la que te gustaría que hubiese sido tu historia. Y al pensarlo, me ves imaginando épicas batallas morales, superando momentos difíciles con la ayuda de complejos personajes que ayudan a mi crecimiento personal, o encontrando un gran amor imposible bajo la luna llena, reuniendo a dos personas hechas la una para la otra en el acto final. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Bueno, te equivocas. Es cierto que hay historias como esa que son populares y muy entretenidas. Pero la historia que quiero contar necesita estar un poco más enraizada y asentada en tierra firme, en lugar de andar flotando en nubes de algodón, que siempre terminan por deshacerse sin dejar rastro. </div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y, por cierto, antes de que te me adelantes. Respecto a esto último, admito que dejar rastro es importante. Quizás no es el motivo principal para contar una historia, y no está en mi poder el determinar si ese es un motivo digno para contar algo, o por el contrario se trata de un acto egoísta con el único propósito de ensalzar el propio ego. No me voy a poner a filosofar sobre ello, porque aunque el autor quiere dejar su marca en el mundo, si una historia me persigue es porque quiere ser contada, no por decisión mía, sino es posible que incluso quiere serlo a pesar mío, ignorando mi decisión y sentido común. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Así que pienso en la historia una y otra vez, siempre que la recuerdo, siempre que llama a la puerta, o a la tapa del arcón donde he intentado sepultarla. Pasan los años y la historia no cobra vida, aunque lucha por sobrevivir, pero tampoco muere. Podría haberla matado, pero la mantengo con respiración asistida, sedada y amarrada a una habitación de hospital sin puertas y ventanas. La mantengo así con culpabilidad. Lo cierto es que tampoco quiero dejarla marchar, incluso cuando cada vez está más claro que jamás contaré esa historia. </div>
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<br /></div>
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Tampoco lo voy a hacer ahora. Esa historia me la guardo. Como ya he dicho, esta historia es sobre una historia. Y ya que no va a ser contada, esta vez, cuando ha regresado suplicante, al menos he pensado que debía hablar de ella.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-62787309937282048842018-10-30T17:37:00.004-07:002018-10-30T17:37:56.752-07:00Relato: El rostro<div style="text-align: justify;">
Hoy os traigo un relato de terror recién salido de los altos hornos infernales para contribuir así al ambiente de la temporada. Os animo a reuniros por la noche, a bajar las luces y sentaros muy cerca los unos de los otros, para así, entre susurros, narrar las más escalofriantes historias.</div>
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¡Feliz noche de Halloween! Y cuidado al volver la cabeza, porque si no reconocéis a la persona que tenéis al lado quizás estéis contemplando...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
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<b><span style="font-size: large;">EL ROSTRO</span></b></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU0LxBmNkZuLmnOUDcmW7YuzgQXPO2LaSBfOSXDurnLeUMlpZXiDGojvjlwoqCM88EnKqSvMPvTxCkp3pQbRbSG179wBLOE2eSsZjXasqeqXgdrXFdzvcqsFyW3_BOh2ZeWUA9NJ9JrsUu/s1600/statue-1477830_1280.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="853" data-original-width="1280" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU0LxBmNkZuLmnOUDcmW7YuzgQXPO2LaSBfOSXDurnLeUMlpZXiDGojvjlwoqCM88EnKqSvMPvTxCkp3pQbRbSG179wBLOE2eSsZjXasqeqXgdrXFdzvcqsFyW3_BOh2ZeWUA9NJ9JrsUu/s400/statue-1477830_1280.jpg" width="400" /></a>Allí estaba otra vez. Observándole entre la multitud con esa sonrisa burlona, diciéndole con la mirada: “Aquí estoy, siempre estoy aquí”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La gente en el interior del vagón del metro pasaba junto a aquel ser sin inmutarse, ignorando la verdadera naturaleza de la criatura, aparentemente incapaces de ver la realidad. Pero Rodrigo lo veía, por desgracia lo veía.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al principio, algunos años atrás, se le había aparecido como un espejismo, o como un extraño efecto óptico provocado por un reflejo de la luz. Lo había achacado al cansancio. Sin embargo, a partir de ese momento, las apariciones se hicieron cada vez más frecuentes. En ocasiones levantaba la mirada y se encontraba el rostro observándole desde la ventana de algún edificio; otras veces, como aquella, era una persona más viajando en el metro, camuflándose entre el resto de viajeros.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Su apariencia era engañosa. Sus rasgos aparentemente humanos. En aquel rostro estaban presentes todas las partes fundamentales: dos ojos, una nariz, unos labios, los pómulos, las mejillas, la barbilla, incluso las pequeñas arrugas y marcas producidas por la edad y las expresiones faciales. Pero ninguno de aquellos detalles funcionaba en conjunto. Era como ver una reproducción imperfecta de una obra de arte, se trataba de un Picasso viviente, o más bien como si alguien hubiese intentado corregir y recolocar las formas del rostro de un Picasso, ignorando el propósito del artista o siendo incapaz de entenderlo. Sí, grotesco, corrupto, artificial… aquel no era el rostro de un ser humano, sino el de un ser que lo imitaba, burlándose descaradamente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Rodrigo se preguntaba por qué motivo la criatura había decidido acosarle, torturándole con su presencia, amenazándole sin decirle nada. Y no con poca frecuencia había pensado que todo había sido un desafortunado accidente. Quizás la primera vez que lo vio fue debido a unas condiciones especiales, algo que ocurría en raras ocasiones a algunas personas, quienes inmediatamente ignoraban y olvidaban el suceso. Pero él no había podido olvidarlo, se había obsesionado con el rostro, lo había buscado entre la multitud una y otra vez, temiendo su presencia, pero necesitando encontrarlo, para poder convencerse a sí mismo de que no estaba perdiendo el juicio. Y al final ocurrió lo inevitable, el ser se percató, se dio cuenta de que Rodrigo lo había reconocido por lo que era realmente, se dio cuenta de que había una persona en el mundo para quien sus perversos planes, fuesen cuales fuesen, no pasaban desapercibidos. Así pues, el ser había decidió aterrorizarle, jugando con él a aquel siniestro juego del ratón y el gato.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Durante un tiempo desapareció. Rodrigo no lo vio durante 3 o 4 meses. No pudo olvidarlo, pero se relajó, empezó e pensar que después de todo, el asunto había sido solo su imaginación. Pero, por supuesto, aquel no había sido sino otro juego más. Cuando la criatura reapareció, lo hizo más osada que nunca antes. Rodrigo lo encontró en el trabajo, tomando el ascensor justo antes que él y forzándole a coger el siguiente, para no compartir un habitáculo tan pequeño y asfixiante con el insidioso ser. Después lo encontró caminando por la acera contraria a la suya, en el fondo del bar donde tomaba cervezas con sus compañeros, en la cola de la taquilla de un cine, en el asiento del copiloto del vehículo circulando en dirección contraria…</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El rostro estaba en todas partes. Cada vez que Rodrigo salía a la calle se sentía observado, incluso cuando no se topaba directamente con la criatura, sabía que esta estaba allí, en algún sitio, esperando el momento adecuado para sorprenderle y angustiarle con su presencia. La duda se convirtió en ansiedad, en malestar, en inseguridad, en terror. Pero no podía compartirlo con nadie, la vida seguía y tenía gastos, tenía familia y compromisos sociales. Así que disimuló lo mejor que pudo. Se mantuvo firme cuando le temblaban las rodillas, se secó discretamente el sudor de la frente, desvió rápidamente la mirada cuando el horror inimaginable le invitaba a mantenerlo vigilado.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al acceder al vagón del metro había esperado encontrarlo allí, y al bajar en su parada lo hizo sabiendo que no sería el único en hacerlo, una mirada perversa le seguiría de cerca. Se estaba acostumbrando. No le gustaba, pero había empezado a tolerarla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¡Ah! Si todo hubiese acabado ahí, con esa no tan inocente persecución malévola. Pero Rodrigo no tardó en descubrir que aquello había sido solo el principio de la pesadilla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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La criatura se fue volviendo cada vez más audaz y, viendo que su víctima se estaba habituando a su presencia, dio un paso más, decidido a terminar de sumergir a Rodrigo en el inmensurable abismo de la locura.</div>
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El rostro comenzó a aparecerse entre los miembros de su círculo de amigos, entre sus familiares y sus seres queridos. Suplantó a todos aquellos en quienes Rodrigo hubiese podido apoyarse y confiar, dejándole así indefenso y abocándole a la más absoluta de las soledades. Y es que no le quedó más remedio que abandonar el mundo. Cuando ya no fue capaz de confiar en nadie, cuando el rostro era todos los rostros, decidió que la única manera de no volver a encontrarlo era recluirse en su propia casa, cerrar las persianas, desconectar el televisor, y evitar así encontrarse con nadie. Si no era capaz de ver a ninguna persona, nadie tendría aquel rostro monstruoso, y quizás, con el tiempo, la criatura se olvidaría de él y dejaría de atormentarle.</div>
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<br /></div>
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En el interior de su auto-impuesta reclusión, mientras los minutos se convertían en horas, con los mínimos estímulos a su alcance, podía escuchar las conversaciones de sus vecinos y se preguntaba si alguno de ellos tendría el rostro de la criatura, si se acercarían a pedirle un poco de sal con aquella sonrisa macabra e inhumana. Rodrigo notaba su corazón acelerarse con el solo pensamiento de tener a la criatura a tan solo unos escasos centímetros de sus cara, lanzándole su nauseabundo aliento de otro mundo, escupiéndole con falsas palabras mal pronunciadas, mirándole con ojos de pesadilla que soñaban con devorar su alma.</div>
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<br /></div>
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Sintió una repentina arcada, asqueado con la horripilante posibilidad de encontrarse en semejante situación. Corrió hacia el cuarto de baño, resistiendo a duras penas, esforzándose por contener la masa pútrida que luchaba por salir de sus entrañas. Y alcanzó el retrete justo a tiempo, expulsando así el ácido contenido de un estomago que no había probado bocado en los cuatro días que había durado su confinamiento.</div>
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<br /></div>
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“Solo un poco más”, se dijo a sí mismo una vez acabó el suplicio, pero sin quitarse el amargo sabor de la boca. Consciente de que, en realidad, no sabía si en algún momento tendría la fuerza suficiente para regresar a la calle y enfrentarse de nuevo al temor de encontrarse con un rostro que quizás le estuviese esperando frente al umbral de su casa.</div>
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Se enjuagó la boca y se humedeció la cara, sintiéndose ligeramente aliviado al contacto del agua. Y entonces levantó la mirada y se meó encima.</div>
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<br /></div>
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Se encontró cara a cara con el rostro de su pesadilla viviente, devolviéndole la mirada, rechinando los dientes, con los ojos abiertos como si fuesen a salirse de sus órbitas, con los labios agrietados y sanguinolentos, con las mejillas hundidas entre los huesos de su escuálida calavera.</div>
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<br /></div>
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Allí estaba otra vez. El rostro estaba en el espejo, un rostro que no necesitaba a nadie más para materializarse ante la mirada de Rodrigo. Había creído que estaba seguro en soledad, cuando en realidad había invitado al ser a apropiarse de su propio cuerpo.</div>
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<br /></div>
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Presa del pánico, decidió acabar de una vez por todas con la criatura. Abrió un cajón y sacó unas tijeras de cortar el pelo. Y entonces miró el rostro una última vez, apenado al ver al ser que le había robado la cara. Valoró sus opciones con frialdad. Se acarició la nariz con el filo de las tijeras, abiertas de par en par, preparadas para destruir aquello que no era humano, y se dio cuenta de que era una locura sin sentido. Aunque ahora mutilase a la criatura, estaba seguro de que volvería a encontrarla en el exterior; el rostro se apropiaría de otra persona, de un desconocido, o incluso de un amigo.</div>
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<br /></div>
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No, en realidad solo había una manera de poner fin a la pesadilla. Sujetó las tijeras con firmeza y las clavó con fuerza, dando un agonizante alarido, intentando resistir el dolor y tratando de no desvanecerse antes de terminar la tarea, pero aliviado al pensar que jamás volvería a encontrarse con el rostro. Al fin y al cabo, ojos que no ven…</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-60114232679561825232018-10-10T04:31:00.000-07:002018-10-10T04:31:47.647-07:00Microrrelato: Ladridos<div style="text-align: justify;">
<i>October is the month in which interesting people have their birthdays (yep, I'm including myself).</i></div>
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Una excusa tan buena como cualquier otra para hacer una breve entrada entrada en el blog, aunque sea con un pequeño microrrelato. De paso, también recuerdo que la novela episódica que estoy publicando sigue actualizándose y recientemente colgué el final del segundo capítulo, podéis encontrar la novela haciendo clic <a href="https://elvientodekalen.blogspot.com/2018/05/i-un-claro-en-el-bosque-1.html">AQUÍ</a>.</div>
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<i>And, you know, if you visit the blog, comments are always welcome, that will encourage me to continue updating.</i></div>
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<b>LADRIDOS</b></div>
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Le tenía terror. Frecuentemente se desviaba del camino y tomaba la ruta alternativa para evitarlo. No obstante, en ocasiones, no le quedaba más remedio que atravesar el campo custodiado por la bestia de oscuro pelaje. </div>
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En cuanto el animal le escuchaba acercarse, comenzaba a ladrar amenazadoramente. Se acercaba y daba vueltas alrededor suyo, gruñendo y enseñando los dientes, esperando un gesto desafiante para atacar. </div>
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Eso era todo. El perro jamás le había mordido. Ni a él, ni a nadie que conociese. Aun así, su miedo irracional era más fuerte, y le ordenaba evitar semejante situación.</div>
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Es por ello que se sorprendió de sí mismo, llorando perplejo, cuando se enteró de la tragedia. El pobre animal había sido víctima de un atropello y había fallecido.</div>
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Después de aquello nunca más volvió a atravesar aquel campo. La ausencia de los familiares ladridos le causaba mas desasosiego que el miedo que había llegado a sentir por estos.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-67404229336911654922018-06-18T03:30:00.001-07:002018-06-18T03:30:38.978-07:00El Viento de Kalen<div style="text-align: justify;">
Saludos,</div>
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Hace bastante tiempo mencioné que uno de los proyectos de futuro que tenía para el blog era escribir una novela episódica, de actualizaciones semanales. Bien, finalmente he iniciado dicho proyecto. La novela elegida ha sido <b>El Viento de Kalen</b>, una historia de fantasía, cuyo primer volumen escribí hace ya algún tiempo y lo tenía "guardado en un cajón". Este libro estaba pensado como el primero de una saga de tres o cuatro volúmenes si me ciño al plan original. De hecho, solo esta primera parte es ya de por sí bastante voluminosa con más de 140.000 palabras, con lo que habrá actualizaciones para largo.</div>
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En fin, a continuación os dejo con la sinopsis de la historia y un enlace donde podéis empezar a leer la novela. Espero que os guste y por favor sed libres de comentar y aportar vuestras opiniones e ideas en la página de la novela.</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijU-H1DWx9J3k0M8F-zhgGl_z6kUDhCPVfxmYnhv8rrik50eGw8DkC3hJGsVazp5hdyZEGEvEcRO6V3yBA4fj9ZNgvxCh9dUvt1fMk4OqeVPrGxezvhpkEYDHFRaBPQgiqnU_q10b5mcEl/s1600/kalen8.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="358" data-original-width="1133" height="126" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijU-H1DWx9J3k0M8F-zhgGl_z6kUDhCPVfxmYnhv8rrik50eGw8DkC3hJGsVazp5hdyZEGEvEcRO6V3yBA4fj9ZNgvxCh9dUvt1fMk4OqeVPrGxezvhpkEYDHFRaBPQgiqnU_q10b5mcEl/s400/kalen8.jpg" width="400" /></a></div>
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<a href="https://elvientodekalen.blogspot.com/p/sinopsis.html">SINOPSIS DE EL VIENTO DE KALEN</a></div>
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<br />Kevin es un joven en una etapa crucial de su vida. Tras abandonar la comodidad de su hogar y haberse distanciado de sus antiguas amistades, no le queda más remedio que acabar viviendo en casa de su tío mientras busca incansablemente un trabajo con el que poder independizarse. Pero ese acaba siendo el menor de sus problemas cuando, después de tener un vívido sueño, trae consigo al mundo real a una extraña joven de una raza fantástica y un mágico instrumento capaz de abrir portales entre mundos paralelos. A partir de ese momento dará comienzo un viaje repleto de horrores y maravillas más allá de la imaginación, con el único propósito de recuperar su ordinaria y tranquila vida, ignorando que el destino le tiene guardado un futuro bien distinto. Ya sea cruzando un abrasador desierto, enfrentándose a perversas criaturas, escapando de la más inexpugnable de las prisiones o atravesando bosques de leyenda, el viento de Kalen guiará su camino.</div>
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Empieza a leer la historia desde el principio <a href="https://elvientodekalen.blogspot.com.es/2018/05/i-un-claro-en-el-bosque-1.html">AQUÍ</a></div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-73621944618191667472018-05-19T15:31:00.000-07:002019-02-09T07:29:36.134-08:00Relato: Un mundo mejor<div style="text-align: justify;">
Saludos a todos los lectores. El relato que os presento a continuación es el resultado de un ejercicio literario. Entre un grupo de personas pensamos una serie de localizaciones, personajes y objetos; después los repartimos al azar para combinarlos y tomarlos como base para una historia. En mi caso, el personaje que me tocó fue una garrapata, la localización un zoológico, y los objetos son una cuchara y una compresa. En fin, os dejo con el resultado de semejante disparate:</div>
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<b>UN MUNDO MEJOR</b></div>
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Hay que pedirle más a la vida, uno no se puede quedar en el mismo lugar para siempre. El mundo que se conoce, los rostros familiares y todas las comodidades a las que nos acostumbramos… A la larga todo eso nos hace daño, nos vuelve blandos y estúpidos. ¡Ah! Qué fácil sería echar un trago de buena mañana y dormir durante horas, acunado por el ronroneo que se extiende por la lustrosa melena del león. Pero por bien que pueda sentar, hay tanto que explorar, hay tanto que ver, que eventualmente la experiencia más maravillosa del mundo se volvería mundana y aburrida. Aquella era la filosofía de James y la razón tras la decisión que había tomado.</div>
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<br /></div>
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—Así que te vas y me dejas, ¿es eso James? —repitió Cintia en voz alta, esperando que, al hacerlo, la persona a quien iban dirigidas las palabras se diese cuenta de lo ridículo que sonaba aquello.</div>
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<br /></div>
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—Lo siento, cariño. Sabías que este día llegaría. No soy de los que se asientan y dejan que se les haga el culo gordo.</div>
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—Pero creía que lo nuestro era especial, pensaba que te importaba.</div>
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<br /></div>
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—Lo era, y lo hiciste… por un tiempo. Pero esto es algo que tengo que hacer. Tú no lo entenderías. ¡Cómo podrías hacerlo! Viviendo la mayor parte de tu vida en el campo, despreocupadamente, sin temor a ser cruelmente extirpada. Tan solo acabaste entre nosotros por accidente. No sabes cómo es la vida en la ciudad.</div>
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<br /></div>
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—¿Es que no vivimos bien aquí?</div>
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<br /></div>
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—Cariño, esto no es la ciudad —respondió James ente risas—. Este lugar artificial es tan solo un destino donde retirarse a morir.</div>
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<br /></div>
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—Llévame contigo entonces.</div>
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<br /></div>
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—Allí fuera no durarías ni un minuto.</div>
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Dicho esto James le dio la espalda a Cintia y comenzó a brincar hacia el horizonte felino, pero antes de terminar de abandonar a aquella con quien había pasado tantos momentos agradables, pensó que al menos le debía algo a la todavía ingenua y joven criatura.</div>
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—Por cierto, deberías ir a que te hiciesen un chequeo. Soy portador de neuroborreliosis.</div>
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<br /></div>
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Y con aquella amarga revelación James dio un último salto y se dejó mecer por el viento hasta aterrizar con suavidad sobre el césped que cubría uno de los caminos cercanos a la jaula de los leones. Allí tenía una de sus muchas guaridas. Entre un montón de arena guardaba aquel instrumento que había pedido que le hiciesen a medida. Se trataba de una cucharita de plata con sus iníciales grabadas en el dorso. Sí, requería la herramienta apropiada para el mejor de los manjares. Nada de chupar como una garrapata cualquiera.</div>
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<br /></div>
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Trepó hasta la brizna de hierba más alta que pudo encontrar y miró a lo lejos, intentando localizar su destino. Era imposible vislumbrar el lugar desde aquella distancia, pero aun así, la promesa de un sitio mejor era todo lo que necesitaba. Casi podía oler el dulce néctar.</div>
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<br /></div>
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Tenía un largo camino por delante, más allá del serpentario y pasando el reino de los marsupiales. La tierra prometida se encontraba allí, siempre en movimiento, ocultándose, al alcance tan solo de los más audaces. Y la única pista que tenía para encontrarla era solamente un rumor extendido entre los parásitos, una leyenda como tantas otras que surgían cada día. Sin embargo, algo le decía a James que en esta ocasión no se trataba de un simple cuento de hadas, y estaba dispuesto a llegar hasta el final para descubrirlo.</div>
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<br /></div>
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Así pues, comenzó su larga travesía. Saltando sin descanso y aprovechando las corrientes de viento siempre que le era posible y el atrevimiento no presentaba un riesgo innecesario. Pero el tiempo pasaba y su destino no parecía estar más cerca. No, si continuaba a aquel paso jamás lo lograría. Tenía que pensar en algo. Si se demoraba demasiado llegaría la hora del cierre o, peor todavía, la tierra prometida se esfumaría para siempre, dejándole únicamente con un recuerdo negruzco y seco, con un ligero aroma de una promesa que jamás podría ser cumplida.</div>
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Entonces lo vio. La salvación de James se acercaba a gran velocidad con cuatro ruedas y una sonrisa inocente y juguetona.</div>
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<br /></div>
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Saltó sin estar muy seguro de sí mismo, y afortunadamente la suerte estuvo de su parte. Fue a parar a una mejilla sonrosada que estaba demasiado ocupada jugando con su sonajero como para reparar en su presencia. No sabía durante cuánto tiempo podría aprovecharse de aquel medio de transporte, pero en principio avanzaba en la dirección adecuada y aquello le facilitaría una buena parte del viaje. Y mientras tanto podría…</div>
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<br /></div>
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—Solo un sorbito —se dijo a sí mismo en voz alta, intentando convencerse de que sería capaz de resistirse a sus instintos naturales y no se dejaría llevar por el sangriento frenesí habitual.</div>
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<br /></div>
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Pero al final no lo hizo. James cerró los ojos con fuerza y no volvió a abrirlos hasta que hubo vencido la tentación. En el fondo sabía que no sería capaz de conformarse con un pequeño trago. Y aunque no dudaba que aquel jugo sería excelente, el breve instante de placer le conduciría a la perdición. Una madre protege fieramente a su retoño después de todo. No, se contuvo, sin perder de vista su objetivo y aguardó pacientemente.</div>
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<br /></div>
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El tiempo parecía pasar demasiado rápido, las sombras cambiaban a medida que el astro solar se cansaba de mantener su cenit. Y James cada vez se preocupaba más. Pero al final la espera acabó y sin demasiados percances alcanzó su destino. Llegó por sus propias patas, ya que tuvo que abandonar el cochecito de bebé prematuramente, con el rugir de un espantoso grito que denunciaba su presencia.</div>
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—¡Un bicho! —anunció la temerosa madre.</div>
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Y antes de que la mujer pudiese darse cuenta de qué tipo de bicho se trataba, James saltó y se perdió entre la maleza.</div>
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<br /></div>
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Había sido una lástima no haber podido terminar el viaje de aquel modo tan cómodo, pero lo que importaba era que todo había acabado. Allí, frente a los aseos femeninos, más allá de la multitud de compañeros curiosos que se agolpaba con inseguridad contra la puerta para insectos, estaba el santo grial.</div>
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<br /></div>
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—¿Sigue ahí? —preguntó James, buscando una confirmación.</div>
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—No lo sé, nadie la ha visto desde esta mañana —respondió Johnny, la cucaracha.</div>
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—¿Quién fue el último en verla?</div>
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—Dicen que fue Harriet.</div>
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<br /></div>
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—¿La mosquita? —adivinó James, recordando vagamente el nombre de otra de sus antiguas conquistas.</div>
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—Aja.</div>
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<br /></div>
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—¿Y bien? </div>
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<br /></div>
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—¿Bien qué? —quiso saber Johnny, quien no terminaba de entender la pregunta.</div>
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—¿Dónde está Harriet? —inquirió James, empezando a impacientarse.</div>
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—Ha fallecido. Por lo que he escuchado ha acabado estampada contra el espejo de los lavabos —Johnny hizo una pausa y después pensó que era apropiado añadir algo más, dadas las circunstancias—. Lo siento tío, sé que tuvisteis algo.</div>
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<br /></div>
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—No importa, apenas la recuerdo —explicó James brevemente, sabiendo que la cucaracha no tenía muchas luces y no merecía la pena hablar con él más de la cuenta—. Pero, dejando eso a un lado —dijo, cambiando así de tema y regresando al asunto que le interesaba—, ¿me quieres decir que nadie ha vuelto a entrar para confirmar que sigue ahí?</div>
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<br /></div>
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—No, nadie se ha atrevido después de los de Harriet. Tienen miedo, todos lo tenemos. Pero ya ves, aquí estamos, movidos por la curiosidad. Ni entramos ni nos vamos.</div>
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<br /></div>
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—Ya veo…</div>
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<br /></div>
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James se dio cuenta de que en realidad aquella situación le favorecía. Era cierto que la duda le atemorizaba un poco. No obstante, nadie había mencionado que hubiese venido el equipo de limpieza, y de hecho, si eso hubiese ocurrido, ninguno de aquellos curiosos seguiría allí esperando junto a la puerta. Pero si nadie se atrevía a entrar, James, que no se atemorizaba con facilidad, sería el primero en acceder al botín.</div>
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<br /></div>
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Así pues, sin molestarse en pedir permiso para pasar, se abrió camino entre la multitud a la fuerza y pasó al interior de los aseos, ignorando las voces de suplica y advertencia que permanecieron tras él, cada vez más lejanas.</div>
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<br /></div>
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No tenía miedo. Era lo suficientemente pequeño como para pasar desapercibido en la mayoría de situaciones. Pero eso no quería decir que fuese a actuar de forma temeraria. Continuó avanzando, atento a cualquier estimulo a su alrededor. No parecía haber nadie en el interior en aquel momento, lo que le facilitaba mucho la labor que tenía por delante. Su destino se encontraba en el suelo, junto a la papelera en uno de los inodoros del fondo. Tras la inspección inicial, no pudo evitar dejar escapar una sonrisa de victoria. Tenía vía libre y no había razón alguna para demorarse más.</div>
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<br /></div>
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Sin embargo, cuando se hallaba a medio camino, se detuvo bruscamente. Ya fuese por curiosidad morbosa o por darle un rostro al nombre del recuerdo de una noche salvaje, tuvo que hacerlo. Giró el cuerpo y miró hacia el espejo.</div>
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<br /></div>
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La imagen era dantesca. La asesina ni siquiera se había detenido a limpiar los restos y había dejado aquel pegote de sangre y vísceras pegado a la superficie del cristal. James sintió nauseas al ver el macabro aviso. Eso no era Harriet, no podía serlo, entre todo aquel amasijo no se encontraba su sanguinaria amante. Su rostro, ahora desaparecido para siempre, continuaría siendo un misterio para James. Quizás era mejor así, pensó, no era momento de ponerse sentimental.</div>
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<br /></div>
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Decidió dejar aquel mal trago en el pasado, donde pertenecía, sin pararse a pensar en que su presencia en aquel lugar no era bienvenida y Harriet se había convertido un testimonio de ello. Y continuó, sin mirar atrás, hasta que alcanzó la papelera.</div>
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<br /></div>
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El olor era embriagador, tanto que James no necesitaba verla para saber que se encontraba ahí. Dio la vuelta al recipiente metálico y dio con la compresa, arrojada torpemente y con prisas por alguien que no se había parado a recogerla de nuevo al no atinar en la papelera. Y en ese instante James lloró. Se sintió profundamente emocionado, allí a solas con el objeto de su deseo, con su trofeo a la audacia que había demostrado, su premio al final del camino.</div>
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<br /></div>
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Dio un salto sin pensar, dejándose llevar por unas patas que se movían solas y se revolcó en la no tan blanca ni tan esponjosa superficie. Y entonces… Entonces se maldijo a sí mismo y paró.</div>
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<br /></div>
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El sonido de los altavoces retumbaba por todas partes, anunciando que había llegado la hora del cierre del zoológico. Eso quería decir que los visitantes debían abandonar los terrenos. Eso quería decir que James se había quedado a medio camino de su propósito inicial. Con un caramelo reseco y marrón entre los labios. Se había quedado tan cerca… Tan solo hubiese tenido que seguir el olor…</div>
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<br /></div>
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Se sumió en una profunda depresión. Incluso cuando se encontraba todavía rebozándose en lo que debía ser el paraíso para muchos de su especie, no podía evitar pensar que aquello no era suficiente, que su viaje había sido en vano. Quizás debía haber hecho caso a Cintia por la mañana, quizás el ingenuo era él mismo y debería haberse conformado con lo que tenía, con la mullida melena del león, con la orgía de sangre y sexo en compañía de una garrapata de campo a la que se había acostumbrado.</div>
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<br /></div>
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Y justo en ese instante, cuando estaba a punto de tomar la decisión de regresar a la casa que había decidido abandonar, se abrió la puerta de los aseos.</div>
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El aroma era inconfundible. La antigua propietaria del trofeo donde todavía descansaba James había regresado al lugar del crimen contra todo pronóstico. Y no podía haber sido en mejor momento, justo cuando James había perdido la esperanza. La garrapata entendió entonces su error. Había pensado que la compresa pertenecía a una visitante, cuando en realidad había sido abandonada por una de las empleadas, una que además tenía su puesto de trabajo junto a aquellos aseos, motivo por el cual no era de extrañar que tuviese que regresar a aquel lugar con relativa frecuencia.</div>
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<br /></div>
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James esperó, observando desde su escondite cómo la mujer procedía con su ritual habitual. Y entonces, aprovechando el momento en que la empleada se ponía en pie y no reparaba en lo que ocurría bajo ella, James saltó a sus piernas. Ascendió desesperadamente, guiándose únicamente por el olfato, hasta que finalmente, completamente agotado por el esfuerzo, alcanzó la tierra prometida en el último momento, antes de ser cubierto por una fila y delicada tela que le dejó sumido en las tinieblas.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la más absoluta oscuridad, y sin que ello le supusiese problema alguno, James se acomodó entre la jungla púbica, junto a la calidez de una fuente mucho más abundante de lo que hubiese podido imaginar en sus sueños más salvajes. Aspiró con fuerza y se sintió feliz al hacerlo, siendo capaz de emborracharse sin haber siquiera comenzado a catar el néctar. Entonces, satisfecho y excitado, sacó su cucharilla de plata y se permitió probar bocado. Así debía ser, sin picaduras, sin succiones indecorosas. Tan solo una garrapata afortunada paladeando gustosamente un vívido sueño convertido en realidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Bebió hasta saciarse y entonces todavía bebió un poco más, pues la cuchara se volvió inútil y se perdió entre aquel torrente que no dejaba a emanar. James pataleó, sin entender lo que pasaba, entre un flujo abundante que era más de lo que su diminuto cuerpo podía retener.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Volvió a pensar en Cintia, suplicándole que se quedara. Volvió a pensar en Harriet, aplastada contra el espejo como un augurio de lo que le deparaba el futuro. Y pensó en Johnny, la cucaracha, temerosa, pero viva y a salvo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pensó hasta que dejó de hacerlo, hasta que decidió dejarse llevar por un último momento de placer, bebiendo hasta hartarse en el mundo mejor que había deseado. Y así acabó todo para James, en parte arrepentido y en parte felizmente embriagado.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-12345803317706016872017-07-16T06:47:00.002-07:002017-07-16T06:47:46.208-07:00Cortometraje: Un último pensamiento<div style="text-align: justify;">
Recientemente he estado colaborando con un grupo de aficionados a la realización de cortometrajes. Nuestro trabajo más reciente es un cortometraje que he escrito y dirigido yo, basado en un antiguo relato breve mío. Dentro de lo que cabe, y para estar realizado con medios limitados, ha quedado bastante bien, a pesar de mi inexperiencia como director. En cuanto a los actores, todos ellos realizaron un trabajo extraordinario.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A continuación os dejo el vídeo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe width="320" height="266" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/bQynlu3bDCQ/0.jpg" src="https://www.youtube.com/embed/bQynlu3bDCQ?feature=player_embedded" frameborder="0" allowfullscreen></iframe></div>
<div>
<br /></div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-28157666951948658392017-06-17T06:17:00.001-07:002017-06-17T06:17:09.703-07:00Relato: En la luna<div style="text-align: center;">
<b>EN LA LUNA</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En el cráter más alejado de la cara oculta de la luna, en una humilde casita, habita un viejo ermitaño que, con el paso del tiempo, ha aprendido a beber de la vía láctea y a alimentarse de los rastros golosos de la cola de los cometas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No siempre vivió aquí, aunque tampoco recuerda cuándo llegó o cómo lo hizo. El tiempo transcurre de forma diferente en el espacio exterior, y en la luna no hay relojes ni amables vecinos a quienes preguntarles la hora.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pese a ser el único habitante de la luna, nunca se siente solo ni se aburre. Juega al golf con agujeros negros, discute filosofía con los dioses, y nada en las corrientes infinitas de la esencia primigenia del universo. Las leyes de la física no se le aplican; al no conocerlas, no se siente oprimido por ellas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al viejo ermitaño no le importa no relacionarse con nadie más. Añora sin tristeza y recuerda sin pesar a sus seres queridos; ahora lejanos en la Tierra, son minúsculos fragmentos de una vida pasada. Después de todo, se encuentra en un paraíso privado. Mejor que una isla desierta, mejor que una apartada cabaña en el monte. En su luna, él es soberano y libre, más libre de lo que cualquier terrestre lo será jamás.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todas las mañanas saluda al astro rey, desayuna polvo estelar y se va a dar un paseo. Avanza dando brincos, con alegres y despreocupadas zancadas. En la Tierra, sus huesos y sus articulaciones fallaban, la gravedad le empujaba sobre una restrictiva silla de ruedas. Pero en la luna no; en la luna se siente ligero, incluso más que en su juventud.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todas las noches la luna cambia de forma, le acuna y le mece hasta quedarse dormido. Y en sus sueños, el ermitaño ya no sueña con cabalgar a lomos del viento y volar, ese es un ideal que ya ha alcanzado, e incluso superado. En sus sueños ve el presente, un concepto abstracto y difícil de aceptar para la mayoría. Pues en un tiempo constantemente cambiante, el presente ya es pasado y nunca tenemos el privilegio de poder detenernos a contemplarlo y recrearnos con toda su belleza.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al otro lado de una solitaria ventana, sobre una luna más allá del firmamento, en una noche salpicada de estrellas, el ermitaño ha olvidado ya el sonido que le perturbaba. El pitido monótono y regular se quedó atrás, en una habitación aséptica, cuando él emprendió su viaje. Ahora sonríe por quienes no pueden hacerlo, vela en lo alto por todos ellos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es feliz.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-66552627850010683952017-03-10T05:08:00.001-08:002017-03-10T05:08:54.903-08:00Relato: Pecadores<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimkalpNPEStDT6ZmlyC1faug6mwDOtxFlR1bivj0gzVrd5DfMUos0LnW4oE-GIGFJCT5muM9YgszHqnXNHoaOEHUr_LH49qqJfydWfCLGLPJ0SxVVhjNB2OPDaUdaiY04K4aV8xR2d7Gig/s1600/pecadores.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimkalpNPEStDT6ZmlyC1faug6mwDOtxFlR1bivj0gzVrd5DfMUos0LnW4oE-GIGFJCT5muM9YgszHqnXNHoaOEHUr_LH49qqJfydWfCLGLPJ0SxVVhjNB2OPDaUdaiY04K4aV8xR2d7Gig/s320/pecadores.jpg" width="200" /></a></div>
<span style="font-family: inherit;"><br /></span>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Al amparo de la oscuridad,
trémulos los cuerpos, frías las cadenas; entre susurros, los presos sollozan.
El eco de los pasos, firmes e incesantes, resuena en el cráneo de temerosos
pecadores. Su pecado fue el vivir libres en un mundo donde cada acto está regulado,
donde no hay espacio para la conducta espontanea, donde no se debe romper la
fila.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">El día se ha perdido, la mañana
no llegará para estas pobres almas desesperanzadas. Así es como se doblega la
voluntad de los últimos vestigios de una felicidad pasada. Los únicos seres
queridos son sus propias extremidades, brazos y piernas que echarán en falta
cuando les llegue el turno de alimentar a sus compañeros.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">No existe el tiempo, es
completamente arbitrario, imposible de medir pese a las tareas diarias. A veces
se lavan antes, a veces más tarde, y a veces los dejan semanas enteras oliendo
sus propias heces, que van acumulándose en un pútrido rincón, justo al lado del
lecho donde duermen. Sus sueños son nauseabundos, eliminan los recuerdos del
mundo exterior.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Ya nadie narra historias, la
realidad se vuelve fantasía, y la fantasía no tiene cabida en un infierno de
acero y concreto. Cada uno tiene un vago recuerdo, privado y difuso, de una
vida anterior. Nadie lo comparte, prefieren dejar que se extinga, inalterable,
imperturbable. Después de todo, por poco que pueda durar todavía, es su más
preciada posesión.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Y cuando la carne muere, el humo
inunda cada uno de sus diminutos cubículos. No importa, allí abajo no hay
rostros, solo murmullos. Nadie lamentará la pérdida de un vecino anónimo, del
mismo modo en que nadie se preguntará el nombre que solía tener el anterior
propietario de su última comida.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">En los largos periodos de tiempo
en que no son atormentados de uno u otro modo, entre atrocidad y calamidad,
solo hay espacio para el lamento. No hay redención posible, allí no. No se
espera de ellos una reinserción, tampoco arrepentimiento. Están allí porque es
el único lugar en que pueden terminar sus miserables vidas. El mundo ha
cambiado y ya no hay lugar para ellos en él. Las manzanas podridas deben ser
rápidamente retiradas. Lo humano sería acabar con su sufrimiento rápidamente,
la humanidad es una leyenda de un pasado no tan lejano.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Ellos no hablan, ya no son
capaces. Pero la voz de las mentiras nunca calla, es la única que se escucha en
aquella tumba. La palabra está vetada, la palabra es un veneno letal para oídos
sangrantes. El que habla hoy será el plato de mañana. Por supuesto, nadie
protesta.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Y así, el día en que finalmente
llega una salvación que parecía improbable, los presos no se mueven del sitio,
no saltan de alegría. En lugar de ello, esperan pacientemente a que caiga la máscara
y se descubra el engaño, a que les confiesen que se trata de una nueva forma de
tortura. Pero esto no ocurre, se trata de la fantasía ya extinguida que ha
cobrado forma, que les intenta reconfortar y les cuenta que la norma ha caído,
que la humanidad resurge, la esperanza florece y la vida es posible de nuevo,
incluso para ellos. Los presos no tienen más remedio que reconciliarse con su
mundo interior y creerse lo que escuchan. Es por eso que saltan sobre sus
salvadores y los devoran vivos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit;">La
humanidad ha muerto, ya no hay cabida para la humanidad. En la oscuridad eterna
los pecadores pecan, tal como les han enseñado. Y por fin han cometido el
crimen por el que fueron condenados.</span></span></div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-25517958271273692582016-11-09T06:11:00.000-08:002016-11-09T06:11:18.935-08:00Relato: El anciano<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAVmlVhRiGDtXPPMQtqogIC1p8wRHIHVasIiPPgxmyot3sl_NRJKLx-5Gy6kDYXBSfrqJenJLHN9JGQ3v8Ihy0yPZaFTZEdyOgrzwSVUDzVj6HMTEUUYh0w4jvZSnTgn9EcMxbdntFfy2o/s1600/img011.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="232" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAVmlVhRiGDtXPPMQtqogIC1p8wRHIHVasIiPPgxmyot3sl_NRJKLx-5Gy6kDYXBSfrqJenJLHN9JGQ3v8Ihy0yPZaFTZEdyOgrzwSVUDzVj6HMTEUUYh0w4jvZSnTgn9EcMxbdntFfy2o/s320/img011.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<b><u><span style="font-size: large;">El anciano</span></u></b></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<b><u><br /></u></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Junto al árbol había un único
banco que siempre estaba ocupado por una persona. Se trataba de un anciano de
expresión alegre y ropa algo anticuada. El hombre, bien conocido por todos los
visitantes del parque, tenía un aura de sabiduría y amabilidad que incitaba a
la gente a sentarse a su lado, en busca de cualquier tipo de consejo que el
anciano pudiese compartir con ellos. Los niños acudían a escuchar sus historias
y los adultos…, los adultos también.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nadie conocía el nombre del
anciano, tampoco es que nadie se lo hubiese preguntado nunca. Aquel era un
detalle que carecía de importancia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
A un niño pequeño le enseñó cómo
hacer volar su cometa. A un adulto muy niño le enseñó a dejar sus problemas en
el trabajo y disfrutar al aire libre con sus hijos. El anciano ayudaba a todos
siempre que podía y se le veía feliz haciéndolo. Su felicidad era contagiosa y
la gente siempre salía de allí agradecida.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La gente pasaba por el parque a
diario. Algunos regresaban con frecuencia, otros todos los días, y también
había quien solo estaba de paso. Pero todos reparaban en el anciano en un momento
u otro. Sin embargo, no dejaba de ser extraño que nadie viese nunca al anciano
fuera del parque. Durante sus vidas cotidianas, fuera de aquel lugar, el
anciano no tenía cabida. El parque era un mundo aparte, un mundo que sus
visitantes dejaban atrás al poco de abandonarlo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los visitantes eran muy variados.
El anciano los observaba a todos en silencio, maravillándose con la gran
variedad de rostros que por allí desfilaban y volviendo atrás en el tiempo, con
los recuerdos que aquella fugaz compañía le suscitaba. Con la salida del sol,
el anciano era saludado por las mascotas y sus dueños. La mañana traía consigo
cochecitos de bebé y esperanzas de futuro. El atardecer tenía una nueva generación
jovial e incansable. La puesta de sol atraía al romance y el misterio.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero aun cuando estaba
acompañado, el anciano siempre estaba solo. La suya era una soledad que no
podía ser compartida con nadie. Su papel en aquel parque no era el de llorar o lamentarse,
su papel, contemplativo, era el de poner en orden sus ideas, cada vez más
difusas, con la ayuda de recuerdos en vida, de fantasmas futuros, de las risas
de antaño en el presente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Su infancia estaba allí, quizás
de una forma distinta a como había sido en sus tiempos, pero aun así, su
esencia permanecía. Su madurez también estaba allí, en un mundo moderno y
cambiante, pero llena de las misma responsabilidades. Y su vejez, su vejez no
dejaba de darle alcance.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nadie conocía estos detalles,
nadie se preguntaba por qué el anciano siempre estaba allí, siempre sentado en
aquel banco junto al árbol. Aquel era un detalle que carecía de importancia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Una niña lloraba
desconsoladamente, el anciano le dio un caramelo y la consoló. Una mujer
lloraba desconsoladamente, el anciano sacó un pañuelo y le sonrió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando la gente se marchaba al
final de la jornada, se despedían del anciano agitando sus manos. Los niños
gritaban: “Hasta mañana”. El anciano no sabía si seguiría allí al día
siguiente, pero también se despedía, con el rostro alegre y un gracioso
movimiento de su mano.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La ciudad cambiaba, el paisaje
también. A veces el parque estaba junto a una escuela, otras veces frente a la
estación de tren. Los bancos podían ser de piedra o de madera, las fuentes
clásicas o modernas. El parque podía estar bien cuidado, o abandonado años
atrás. Tan solo el banco y el árbol permanecían. El anciano no. El anciano, a
veces era un hombre y a veces era una mujer. Su rostro siempre era distinto. A
veces llevaba gafas. A veces se ayudaba de un bastón para caminar. En ocasiones
tenía unas cejas gruesas, tan blancas como el pelo sobre su cabeza, en otras
había perdido todo el cabello.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Junto al árbol había un único
banco que siempre estaba ocupado por una persona. Se trataba de un anciano de
expresión alegre y ropa algo anticuada. El anciano siempre estaba allí para
quien lo necesitase. Quizás no siempre fuese el mismo anciano, pero aquel era
un detalle que carecía de importancia.</div>
<br />Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2416874677486013018.post-42062796283369359942016-01-23T15:48:00.001-08:002016-01-23T15:48:46.504-08:00Relato: Entre el invierno y la primavera<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgREiTO-9lZShPtBUg7dqsCON9hbxD4qAUybEnaQx4n-rMkJ8vJW4THAT50k7CQO0bqaZ8T8JHFT-ugmxtF5URxZMdDBK5LA9u_-gU0uPLlkOjY6mAbNbJFEc8D546uGHFpKGN8HUhJjBBE/s1600/winter.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="203" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgREiTO-9lZShPtBUg7dqsCON9hbxD4qAUybEnaQx4n-rMkJ8vJW4THAT50k7CQO0bqaZ8T8JHFT-ugmxtF5URxZMdDBK5LA9u_-gU0uPLlkOjY6mAbNbJFEc8D546uGHFpKGN8HUhJjBBE/s320/winter.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: 'Times New Roman', serif; line-height: 150%;"><b><u><span style="font-size: large;">Entre el invierno y la primavera</span></u></b></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La levedad de la madera, ahora carcomida después de haber aguantado más años de los que debería haberlo hecho, permitía que la puerta se moviese con mucha más facilidad que antaño. El precio a pagar, sin embargo, era tener que soportar el perturbador chirrido de los oxidados goznes metálicos, que permitían al propietario del mueble echar un vistazo al interior. Esto lo hacía con la esperanza de encontrar un sombrero de lana que tenía la certeza de haber guardado en aquel mismo sitio el invierno anterior y que tenía que admitir que, por un momento, incluso había llegado a pensar que no volvería a utilizar jamás.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y es que la edad había causado tantos estragos en él como lo había hecho con el armario. Se sentía mayor y cansado, de modo que año tras año siempre pensaba que sería su último invierno. Pero el frío siempre pasaba, llegaba la primavera y él seguía en el mundo para ver cómo los nuevos brotes de las flores iban inundando, con un manto de vivos colores, todo el suelo que rodeaba su pequeña y apartada vivienda campestre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
“Quizás esta vez sea distinto. Es posible que por fin pueda descansar en paz y olvidar todas las penurias”. Se decía continuamente, sabiendo que se engañaba a sí mismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fantaseaba con poder escapar de sus problemas y de una conciencia que le había hecho llenar de piedras el cada vez más pesado baúl que ocupaba un gran espacio en su mente, en aquel oscuro rincón rotulado con el nombre de “arrepentimiento”, justo al lado de la calle de la “vergüenza” y la esquina de la “soledad”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Miró por la ventana que daba al exterior, con miedo de poner de nuevo los pies sobre el salvaje mundo que en breve estaría una vez más cubierto por la gélida sustancia blanquecina que acompaña siempre a esa estación del año.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tenía que salir a recoger leña. Todavía no estaba listo para el invierno, no del todo. Había un rumor en el viento, algo que conocía muy bien y que le indicaba que ese año el frío sería todavía más intenso. Si estaba en lo cierto, no estaba lo suficiente aprovisionado. No le quedaba más remedio que luchar contra sus oscuros recuerdos y emprender la azarosa tarea que tenía por delante antes de que fuese demasiado tarde. Si llegaba a nevar, se podía olvidar de recoger la suficiente madera seca como para salir adelante. Si llegaba a nevar, el invierno le engulliría como había hecho con tantos otros que habían sido lo bastante imprudentes como para afrontarlo sin temor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al salir al exterior se le erizó todo el vello sobre la piel en los pocos lugares de la misma que todavía quedaban al descubierto, entre los pliegues de la ropa. Le ocurría con frecuencia. El lugar y la época eran una combinación peligrosa para el precario equilibrio de su descoyuntada psique. El invierno sería terrible, pero no tanto como la llegada de la primavera, cuando volviesen las flores.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recordaba la primera vez que la vio. Fue toda una sorpresa que apareciese allí, en medio de la nada, en un lugar yermo y estéril que había dejado de vivir mucho tiempo atrás, donde poco más que una débil capa de malas hierbas debería surgir. Claro que, con la llegada de las flores las voces cesaron y lo hicieron para siempre. No más gritos de desesperación penetrando en cada rincón de su cabeza. En su lugar llegó el color, un tormento carmesí que era igual de doloroso pero a otro nivel bien distinto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero nada de eso importaba ahora, o al menos ya no debería hacerlo, tenía cosas más importantes que el incesante debate con su insaciable alma acusadora. Los años no pasan en balde y era consciente de que ya no sería capaz de blandir el hacha como en su juventud. Carecía del vigor que había tenido entonces, tampoco tenía ya la misma pasión por la vida. Llevaba la herramienta en la mano, no era muy grande pero sí que estaba bien afilada, lo suficiente como para partir algunos troncos no muy gruesos sin demasiado esfuerzo, incluso para un viejo como él. Iría donde siempre, se adentraría un poco en el bosque y se agenciaría lo que necesitase. Aunque para ello tendría que pasar por encima de esa tierra que ahora parecía tan inocua y que, sin embargo, en poco tiempo sería capaz de asestarle incesantes puñaladas de locura a su marchita mente. Por un momento pensó en abandonar la tarea y en lugar de usar el hacha contra las ramas, lanzarla contra el suelo, con la esperanza de causar el daño suficiente como para que allí no volviese a crecer nada nunca más. Pero no lo hizo, siguió andando, intentando no pensar demasiado en ello. No porque su dominio fuese lo suficientemente grande como para guardar la compostura, sino porque sabía que cualquier esfuerzo sería en vano. Jamás podría erradicar la semilla del infortunio, una semilla que él mismo había plantado haciéndola indestructible.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Contra todo pronóstico, consiguió su propósito. Guardó una cantidad considerable de leña en el cobertizo y adquirió también los suficientes alimentos. Todo ello justo a tiempo para la primera nevada, como si el mundo hubiese estado esperándole.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Su invierno consistiría en cerrar ventanas y contraventanas, encender la chimenea y leer todos los artículos que había escrito a lo largo de su carrera como escritor, antes de que ocurriese todo, antes de abandonar sus sueños e introducirse en la carcasa hueca que ahora llamaba su cuerpo. Leería no para recordar tiempos mejores, lo haría para torturarse a sí mismo, con algo que podría haber sido y no fue, para culparse por todas aquellas cosas de las que nadie más podía culparle.</div>
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Así, los días pasaron y la nieve se asentó dejándole completamente atrapado en el interior de la casa durante un largo mes. La capa era tan densa que bloqueaba la puerta, impidiendo que ésta pudiese ser abierta. De haber podido salir, tampoco lo hubiese hecho, por lo tanto no le importaba demasiado, o al menos no fue así hasta que escuchó aquel ruido.</div>
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Al principio pensó que era su imaginación. No hubiese sido la primera vez que escuchaba algo inexistente. En la mayor de las soledades, en el más completo de los aislamientos, no es de extrañar que tarde o temprano nuestra propia necesidad de escapar del ostracismo nos haga experimentar falsas percepciones que rompan con la monotonía sensorial de la más grande de las privaciones. Pero, para su desgracia, en esta ocasión el ruido era real. Comenzó como una especie de rasgueo, después los arañazos se hicieron claros y más audibles, finalmente a ellos se unieron los gruñidos.</div>
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Corrió hasta la ventana y se asomó en busca de la fuente del sonido. Lamentablemente, tras aquel cristal helado era imposible distinguir demasiado. Solo había una pequeña zona que parecía conservar su estado translucido natural, una región tan pequeña que, para poder mirar lo que ocurría al otro lado, no le quedaba más remedio que pegar el rostro contra la helada superficie vítrea y cerrar un ojo, para, con el otro bien abierto, echar un vistazo demasiado revelador.</div>
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Los copos incoloros volaban por el aire, pero no caían del cielo sino que provenían de la tierra, de aquel lugar que estaba siendo ferozmente escarbado por una pareja de lobos. Los animales, de oscuro y llamativo pelaje, usaban sus afiladas zarpas desalojando así toda la nieve que tenían bajo ellos, en busca de algún tesoro oculto o de algún sabroso manjar, en vista de la baba que les bajaba por las mandíbulas formando un fino hilo amarillento que nunca llegaba a tocar el suelo.</div>
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El lugar que estaba siendo escudriñado por semejantes fieras famélicas no era otro que aquel que más temía el anciano. Si continuaban con aquello lo estropearían todo, arruinarían la tierra y ya no habría más flores. Los veía cavar con ansia, y hubiese podido jurar que, a medida que avanzaban y el hoyo se hacía más profundo, los ojos de las bestias se iban tornando de un diabólico color rojo sangre. No podía permitir que los lobos continuasen con aquello, debía impedir a toda costa que se profanase aquella tierra. Todavía era únicamente nieve lo que desprendían, el nivel había aumentado muchísimo después de la última nevada, pero el agujero crecía a gran velocidad y el polvo que salía desprendido hacia lo alto no tardaría en pasar de blanco a gris y después marrón tostado.</div>
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Tenía que hacer algo para evitar la inminente catástrofe, sin embargo sus opciones eran escasas. Se encontraba completamente recluido en la casa, la nieve cubría puertas y ventanas impidiendo que ninguna de ellas se pudiese abrir. Por lo tanto, sin modo alguno de salir al exterior, no sabía cómo podría ahuyentar a los lobos. Hubiese deseado estar fuera con la escopeta en la mano. De haber sido así, solo hubiese necesitado un leve gesto de la mano para poner fin a la pesadilla y aumentar de paso sus reservas de alimentos, dándose quizás un buen banquete aquella noche a cuenta de aquellos animales. Pero ni tenía la escopeta consigo, ni se encontraba en el exterior. Pese a ello, no podía permitir que aquellas criaturas se saliesen con la suya.</div>
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Sin pensárselo demasiado, cogió el atizador de la chimenea y lo descargó contra el cristal de la ventana, haciendo que éste saltara hecho añicos. Al instante, el gélido viento de las montañas penetró en el interior de su residencia, dando una bofetada de frío en un rostro asombrado por la violencia de sus propios actos.</div>
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El estruendo causado por el golpe hizo que los lobos abandonasen aquello que estaban haciendo y mirasen en la dirección del origen del ruido. De este modo, durante un breve instante, se encontraron mirándose los ojos del viejo con los de los animales. Dos depredadores estudiándose mutuamente, decidiendo el mejor curso de acción. Pero su voluntad fue mayor que la de las bestias, o al menos así lo debieron percibir éstas que, cabizbajas, regresaron hacia el bosque sin causarle mayores problemas.</div>
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Había logrado espantar a los lobos, sin embargo el daño ya estaba hecho, la tierra había sido removida y con ella también los recuerdos. Ahora se enfrentaba al temor de aquello que jamás debía salir a la luz y que amenazaba constantemente su mísera existencia. No podía apartar la mirada de aquel lugar donde los lobos habían estado cavando. Mientras existiese la más ínfima posibilidad de que los cánidos regresasen a terminar el trabajo, no podría descansar.</div>
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En su desesperación había cometido una nueva imprudencia. El temor le había hecho romper la ventana para ahuyentar a los animales. Lo había hecho sin pensar en las consecuencias, las cuales se comenzaron a notar de forma inmediata. Ahora el viento gélido de la montaña se colaba por el agujero que se había formado entre los cristales rotos. En cualquier otro momento del año aquello no hubiese tenido demasiada importancia, pero el frio del invierno tenía un hambre por la carne humana puede que incluso más voraz que la de los lobos que habían estado merodeando por el lugar poco antes. Si no hacía algo rápido para paliar los daños, no resistiría ni tan siquiera a aquella noche. Sabía que exponerse durante más tiempo de lo debido a aquella corriente de aire podría costarle la vida. Era un hecho, no una conjetura. La temperatura era lo suficientemente baja como para matarle.</div>
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Debía actuar con presteza, aunque, por un momento, se planteó la posibilidad de no hacer nada y dejarse llevar. Si realmente lo deseaba, sería tan sencillo como sentarse a esperar tranquilamente el huesudo tacto del jinete pálido cuando éste tirase al fin de él para hacerle su acompañante en la eternidad. Podría acabar con todo en ese mismo instante y olvidarse por fin de su tormento. Este año la primavera no tenía por qué llegar.</div>
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A pesar de todo, sus mórbidos pensamientos fueron solo eso, ideas de una mente demasiado cansada como para hacer frente a sus temores, pero que, pese a ello, quiere seguir luchando por su vida, por desdichada que le resulte. Finalmente decidió hacer un remiendo en la ventana con algunos cartones y cinta aislante que tenía en el interior de la cabaña, un arreglo algo chapucero, pero suficiente como para mitigar los efectos del frío, que aunque seguía filtrándose, ya no lo hacía en una dosis potencialmente letal.</div>
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Lo días pasaban y su agotamiento era cada vez mayor. Estaba siempre alerta, con los nervios de punta, saltando ante cualquier sonido, ya fuese por el viento silbando en la lejanía o por el rasguño de alguna rama. Había perdido la paz para siempre en la eternidad de aquel infernal invierno. Si simplemente pudiese salir y comprobar que todo estaba bien, entonces quizás pudiese tranquilizarse, puede que el corazón volviese a latirle con normalidad y dejase de sonar como los tambores de algún ejercito tribal en la madrugada previa a una gran batalla. Pero seguía sin poder salir al exterior, la nieve era su carcelera y no tenia modo alguno de saber cuándo comenzaría el deshielo. Cada año era distinto, podía haber variaciones de incluso más de un mes. Tenía alimento de sobra para aguantar tanto tiempo, y ese era de hecho el menor de sus problemas. En su estado de ansiedad actual, sin poder si quiera dormir del tirón, despertándose súbitamente alarmado cada cinco minutos, si continuaba así, aquella sombra invisible acabaría definitivamente con él.</div>
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El invierno apretaba cada vez más y no parecía que el mal tiempo fuese a arreciar próximamente, es más, a juzgar por el tono cada vez más ennegrecido que tenían las nubes que sobrevolaban la montaña, todo apuntaba a que lo peor estaba todavía por llegar.</div>
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Con los años de retiro había llegado a conocer muy bien aquellas montañas, sabía interpretar las pequeñas señales y los cambios atmosféricos, de modo que ya nunca le sorprendía el clima. En esta ocasión no fue distinto, días después de su predicción se desató el infierno, uno de gélidas llamas incandescentes que convertían en hielo todo aquello que tocaban con su helada lengua de plata. En vista de la nueva situación, tendría que gestionar mejor los recursos disponibles, desgraciadamente cada vez quedaba menos que gestionar.</div>
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Las manecillas del viejo y maltrecho reloj de pared avanzaban despiadadamente marcando el paso de las horas, haciendo que se aproximase el inevitable momento que tanto temía. No quería sobrevivir al invierno. Todas las posibilidades estaban en su contra, pero aun así, de algún modo, sabía que su corazón seguiría latiendo cuando se retirase la nieve y comenzasen a florecer esas infames plantas de su jardín.</div>
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La noche se iba haciendo cada vez más larga mientras consumía lentamente los últimos resquicios de cordura que todavía pudiesen haber quedado en su interior. La oscuridad se cernía sobre la cabaña tras cada atardecer como un pesado manto opaco causándole una gran opresión, y sentía como si le fuese arrebatado el oxigeno por esa densa sustancia negra que le robaba horas de luz sin darle nada a cambio.</div>
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La situación no tardó en hacerse completamente insoportable, y sin embargo no tenía más remedio que aguantar el tirón y esperar que todo acabase pronto, a ser posible en la forma más literal de la expresión. Se repetía a sí mismo que aquello no era peor que otros años, que simplemente era un invierno más, pero sabía que no era cierto, esta vez había algo distinto, algo que si bien no sabía distinguir con claridad, sí que tenía la certeza de que no era en absoluto un buen augurio.</div>
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Las llamas de la chimenea debían de proporcionarle confort, pero en su lugar solo veía demonios danzando al son de una macabra melodía, compuesta de chasquidos y de un espectral tono inaudible para los seres mortales, pero no para él que, cada vez mas ajeno al mundo real, empezaba a ser capaz de reconocer la música. Eran gritos de dolor y agonía lo que escuchaba, donde el ritmo lo marcaban unos largos silencios, que tenían el poder incluso de acallar el ulular del viento, transportándole así al terrorífico mundo de la más absoluta nada. Allí tan solo se encontraban él mismo y el fuego, compartiendo secretos que nadie debería escuchar jamás.</div>
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Podría haber hecho mil y una cosas para pasar el tiempo, pero era incapaz de concentrarse con nada. Todo lo que hacía era mirar el fuego mientras sus pensamientos se retorcían con vida propia en el interior de su cabeza.</div>
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Había perdido toda noción del tiempo, así como la percepción de sí mismo, pero nada de ello había sido suficiente como para aislarle de los espíritus que le acechaban constantemente. Sabía que era todo fruto de su imaginación, un castigo que se tenía más que ganado, pero aun así este conocimiento no hacía la carga menor. Tenía problemas para distinguir la realidad de la ficción, no diferenciaba entre cuándo estaba dormido y cuándo estaba despierto. Por ese motivo, se encontró un día, sin saber cómo, entablando una extraña conversación con un rostro vítreo que solo movía los labios, tratando de contestarle, pero que no emitía sonido alguno.</div>
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Pidió mil y un perdones a la aparición, esperando que esta se esfumase de una vez por todas. Pero fue inútil, el fantasma no tenía la menor intención de abandonarle.</div>
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“No puedes hacerme daño y lo sabes”, le dijo al etéreo rostro flotante. Pero no obtuvo ninguna respuesta. El espectro le miraba, sin cambiar la expresión. No tenía modo alguno de adivinar las intenciones de aquel ser que se negaba a volver a su lugar de reposo.</div>
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No le quedó más remedio que ignorar a aquella familiar cara, darle la espalda y resistir la tentación de girarse, por más que quisiese comprobar si aquello seguía estando en el mismo sitio. Dirigió su vista una vez más al fuego, esperando que este le cautivase tanto como había estado haciéndolo hasta aquel momento y lograse apartar su mente del espíritu. Aunque regresasen los recuerdos no le importaba, cualquier cosa era preferible a tener que volver a ver aquellos ojos inexpresivos.</div>
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Por desgracia, ya era demasiado tarde y la curiosidad se había apoderado de él. Su mente no dejaba de elucubrar con el motivo de la visita o las intenciones que esta pudiese tener para con él. Pero, por encima de todo, esa fuerza mayor que le impulsaba a mirar a la aparición de nuevo, era la necesidad de averiguar qué era lo que se escondía detrás del fantasmagórico rostro, ¿ira quizás?, ¿resentimiento? Puede que lo que hubiese tras aquella expresión fuese mucho peor, quizás solo fuese una pregunta dirigida silenciosamente hacia su persona, una pregunta que no podía ser otra que un simple: “¿Por qué?”</div>
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Notó que se le humedecía la mejilla. Solo con tener aquellos terribles pensamientos, al planteársele semejantes interrogantes, había sido suficiente para que sus ojos se empañasen y dejasen caer el más amargo de los fluidos por su cara. Se preguntó si acaso los fantasmas podrían llorar también. Igual, si se giraba en aquel momento, eso sería lo que se encontraría, una lagrima precipitándose hacia el suelo desde la atormentada criatura, para ir a estrellarse con la madera, dejando una mancha de ectoplasma en la superficie, visible únicamente para quienes conozcan su significado.</div>
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Pero no se volvió para comprobar si sus temores eran ciertos o si todo había sido simplemente una alucinación. No podía enfrentarse a sus miedos cuando estos eran tan reales. Se sentía observado, sabía que no era su imaginación, era algo de algún modo palpable, algo que le cortaba el aliento y le hacía encogerse sobre sí mismo. Mientras aquella sensación permaneciese, no podría volver a mirar por encima de su hombro, no podría darse la vuelta, aunque ello supusiese permanecer en aquella misma postura durante lo que quedase del invierno.</div>
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Su cuerpo fue quedándose cada vez más rígido, incapaz de moverse, congelado al mismo tiempo por el miedo y por el frío. Finalmente se rindió y decidió ceder ante el que esperaba que fuese el sueño final, un sueño al cual ninguna visión fantasmagórica sería capaz de seguirle.</div>
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En un momento dado, notó una extraña y cálida sensación recorrerle la nuca. Fue esto lo que hizo que saliese de su estado de sopor y regresase a la vida.</div>
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Cuando abrió los ojos, comprobó que la luz inundaba toda la cabaña, dándole un tono dorado a la madera. No sabía durante cuánto tiempo había dormido, podrían haber sido unas horas solamente, su cuerpo no le daba ninguna señal interna que pudiese revelarle este dato. Se notaba descansado y con renovada energía, aunque con hambre, con un hambre más voraz que la que había sentido nunca antes.</div>
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Se levantó de la silla, abandonando su posición frente a la chimenea y se giró para mirar por la ventana y comprobar cuál era el estado actual del tiempo. Solo entonces recordó el motivo por el que había estado tanto tiempo sin moverse y, pensando que aquel terrible ser estaría todavía allí, cerró inmediatamente los ojos para evitar encontrarse con él. Sin embargo, inmediatamente se sintió ridículo, ya no se sentía observado, pensó que probablemente nunca lo había estado. Abrió los ojos.</div>
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No había nada frente a él, ninguna presencia, únicamente un brillante rayo de luz filtrándose a través de la superficie de la ventana que no estaba cubierta de cartón.</div>
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De algún modo todo había cambiado respecto a la última vez que había estado despierto. Ya no hacía tanto frío, había mucha más luz, el olor también era distinto y volvía a escuchar el sonido de los pájaros de la montaña. De la noche a la mañana la pesadilla había terminado y todo volvía a la normalidad.</div>
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Se aproximó a la ventana y arrancó con las manos el remiendo que había puesto para protegerle del frio. Se quedó mirando al exterior y la visión le dejó atónito. El invierno había acabado.</div>
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La nieve había desaparecido completamente, un manto de color volvía a cubrir todo el terreno circundante a la cabaña y los insectos revoloteaban despreocupadamente por el aire como si no se acordasen que, no mucho antes, aquellos mismos parajes eran inhabitables.</div>
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Era consciente de que lo que veía no podía ser cierto. Estaba alucinando ahora o lo había hecho antes, pero sabía que el deshielo no ocurre con tanta velocidad. No podía ser que en unas pocas horas hubiese desaparecido toda la nieve y hubiese vuelto a resurgir la vegetación. O el tiempo se había acelerado súbitamente, o había dormido más de lo que creía, mucho más. Aquella inquietante idea le produjo una súbita sensación de mareo, ante lo cual tubo que apoyarse sobre el alfeizar de la ventana para no caerse. Se preguntaba cuánto habría dormido, ¿días?, ¿semanas?</div>
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Aquel pensamiento le resultaba realmente perturbador. Había dormido durante el resto del invierno y ahora ya era primavera…</div>
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Primavera… había llegado la primavera. De repente sintió una oleada de terror crecer con fuerza en su interior. Había sobrevivido para ver otra primavera, algo que nunca creyó que ocurriría y que temía más que nada en este mundo.</div>
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Rápidamente se abalanzó sobre la puerta con la intención de salir al exterior de la casa. Tenía que comprobar que todo estaba bien, tenía que asegurarse. La puerta se abrió con facilidad a pesar de haber estado completamente cerrada durante todos los meses que había durado su encierro forzoso. Salió como una exhalación hacia aquel lugar que tantos dolores de cabeza le había producido, pero antes de llegar se quedó paralizado. Solo a unos metros de distancia, podía ver algo que sobresalía de la tierra. Había una sola flor, era de color rojo carmesí, la más hermosa que nadie hubiese visto nunca. Una flor cuyos pétalos teñidos de sangre recordaban el crimen y el dolor que le daban vida.</div>
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No quería acercarse más, ya había visto suficiente, pero sus pies se movían solos. Paso a paso iba aproximándose al lugar donde empezó la pesadilla. Recordó entonces haberle regalado a su amada una preciosa amapola en el día de su aniversario, una flor muy similar a la que ahora veía cada vez más cerca, floreciendo en el mismo lugar donde siempre lo había hecho cada primavera desde el día en que llegó a la cabaña. Recordó haberse ido a trabajar tras darle el regalo, que solo era un anticipo de la velada que había preparado para la noche, una noche que nunca llegaría. Recordó que solo unos minutos después de haber salido por la puerta del apartamento, había tenido que regresar a recoger unas notas que necesitaba para redactar su último artículo y que se le habían olvidado. Entonces fue cuando la vio y se desencadenó una cadena de acontecimientos que le llevarían al momento actual.</div>
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Había sido traicionado. Su esposa, esa amante infiel, yacía en los brazos de la más vil de las criaturas, que no era otra que una obra de su propia creación. Ella había encontrado el Golem que había dejado tantos años escondido durmiendo en el fondo de un cajón, y ahora le estaba dando nueva vida.</div>
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Se quedó helado ante la visión de aquella a quien había jurado amar, leyendo a hurtadillas el más intimo de sus escritos, aquella historia inacabada, fruto de su juventud e inexperiencia, de la que tanto se avergonzaba y que a pesar de ello nunca había encontrado el valor para destruir.</div>
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No sabía si ella había encontrado el manuscrito por accidente o lo había buscado de forma premeditada. En cualquier caso, el mal ya estaba hecho. La vio allí, de espaldas, sentada en la mecedora pasando las páginas de su mayor fracaso con gran interés, y de repente sintió algo que no había experimentado nunca antes. La odió con toda su alma. Se sintió mancillado, como si la muy arpía hubiese extendido sus zarpas hasta lo más profundo de su alma y le hubiese arrancado un pedazo contra su voluntad.</div>
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Perdió el control, se le nubló la mente y, en un intento de recuperar la obra y destruirla de una vez por todas, la situación tomó un giro inesperado. Cuando se dio cuenta de lo que había ocurrido ya era demasiado tarde. Se había encontrado a sí mismo reflejado en un espejo, con los restos del libro en la mano y su esposa muerta a sus pies. En algún momento, ya fuese con el forcejeó o la sorpresa que pudo producirle su reacción, ella había caído y se había golpeado la cabeza con el canto de la mesa, con tan mala suerte que el golpe había resultado letal.</div>
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Le entró el pánico y pensó que debía hacer algo, que debía huir a toda costa, pero no quería dejarla detrás, no podía permitir que nadie descubriese lo que había ocurrido. Levantó el cuerpo de su difunta esposa y, tal como estaba, la arrastró hasta su coche. En aquel momento había pensado que había sido una fortuna que nadie le hubiese visto mover el cadáver, pero el invierno, en un pueblo tan tranquilo como en el que vivían, hacia que muchos barrios estuviesen completamente despoblados en las horas de más frío.</div>
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Recorrió cientos de kilómetros hasta llegar a aquella cabaña alejada del mundo, que no era otra que la segunda sorpresa que tenía preparada para su amada, un lugar apartado donde pudiesen descansar y relajarse, y donde deberían haber cenado aquella noche de celebración, acompañando la comida con dos copas de vino. Pero ella ya nunca lo vería.</div>
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La enterró en el terreno frente a la casa, a ella y a su obra, ambos receptáculos de su amor y ahora motivo de su vergüenza.</div>
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Nunca más había vuelto a la civilización después de aquello, se había castigado a sí mismo convirtiéndose en el guardián de la tumba de su mujer para toda la eternidad. Y, cuando la voluntad le fallaba, siempre había algo que le hacía recordar su crimen. Cada primavera, en el lugar donde se encontraban los restos de su esposa, siempre crecía una amapola de color rojo, una flor que no pertenecía a la zona y que misteriosamente aparecía cada año, por más que la cortase.</div>
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Un gruñido a sus espaldas le sacó repentinamente de la bruma de los recuerdos, trayéndole de nuevo a la realidad. Se detuvo de golpe y se dio la vuelta para comprobar el origen del ruido.</div>
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Frente a él había un lobo, uno de los que había visto durante el invierno sin duda. Vio que el animal llevaba algo entre las fauces, le pareció que era algo parecido a un conejo alargado, pero de ser así era el conejo más raro que había visto nunca. Entonces se fijó más y se dio cuenta de su error. Aquello no era un conejo, estaba cubierto de piel pero aquella piel hacía mucho tiempo que no pertenecía a nada vivo, era algo mucho más perturbador. Lo que sujetaba el lobo con firmeza entre los dientes no era otra cosa que un brazo, cubierto entre los restos de un antiguo abrigo de piel. Conocía aquel abrigo, porque lo haba visto antes, pero, por encima de todo, conocía a la propietaria de aquel brazo. La alianza, todavía intacta, bailando en el hueso del dedo anular de aquel miembro amputado, no dejaba duda alguna, aquellos restos pertenecían a su esposa.</div>
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Ahuyentó al lobo con piedras y, aunque este se rehusó a soltar su presa, se marchó del lugar sin causar más problemas. Pero ya era demasiado tarde, su secreto había vuelto a salir a la luz del día. Se acercó hasta la tumba y descubrió el agujero que habían cavado los lobos.</div>
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La amapola yacía en un rincón, arrancada del suelo, pero todavía intentando alzarse hacia el cielo, desafiando la gravedad y plantándole cara.</div>
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El esquelético cadáver de su mujer estaba completamente al descubierto. Ahora de ella no quedaba más que una estructura reseca que poco tenía que ver con la persona que una vez había sido. El abrigo con el que la enterró estaba hecho pedazos, al parecer los lobos se habían ensañado especialmente con la prenda al pensarse que era algún tipo de animal.</div>
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En cualquier caso, no tenía sentido que se quedase más tiempo contemplando aquella visión y culpándose de nuevo por lo sucedido. Lo único que podía hacer ahora era volver a rellenar el agujero y pedirle perdón a su mujer por haberle fallado de nuevo. Pero entonces se detuvo, algo llamó su atención. De uno de los bolsillos interiores del abrigo, ahora visibles por la acción de los lobos, sobresalía una cosa extraña, no lo veía con claridad, pero sabía que era importante.</div>
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Para salir de dudas, se introdujo en el agujero y se inclinó sobre los restos de su esposa para alcanzar aquello tan raro que había vislumbrado. Lo extrajo del bolsillo y lo sostuvo entre los dedos. Entonces, al darse cuenta de lo que era, se sintió más estúpido que nunca. Se había pasado años perturbado con algo que creía que era un fenómeno paranormal, diciéndose a sí mismo que aquello era obra del espíritu vengativo de su mujer que volvía cada año para darle caza, cuando en realidad todo era mucho más simple.</div>
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Al parecer, cuando enterró a su esposa, al ponerla en aquel hoyo, tal cual estaba en el momento de su muerte, no se había percatado que ella había conservado aquella muestra de su afecto cerca del corazón desde que él se la había regalado.</div>
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El objeto que ahora sostenía entre las manos, era lo que quedaba de las raíces de la amapola que florecía cada año contra todo pronóstico y que ahora los lobos habían arrancado de la tierra. El motivo del misterioso fenómeno era, después de todo, tan simple como que su esposa había conservado en el bolsillo del abrigo la amapola que le había regalado el día de su aniversario, la cual había encontrado, al enterrarse, las condiciones idóneas para florecer cada primavera.</div>
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Se rió de sí mismo. Qué ingenuo había sido al pensar en fantasmas. Lo cierto es que ya había pagado por su crimen con creces, tal vez ya era hora de olvidar el pasado y regresar a la civilización. Se olvidaría de aquel cuerpo decrepito para siempre y pasaría los años que le quedasen en algún lugar que no albergase tantos malos recuerdos.</div>
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Así, con aquel pensamiento en mente, se incorporó de nuevo, dispuesto a abandonar aquella cabaña para siempre. Pero, al levantar la cabeza, se encontró cara a cara con el iracundo rostro del segundo de los lobos, al cual ya había olvidado y que, sin perder un segundo, se abalanzó sobre él con las fauces abiertas, para desgarrarle el cuello.</div>
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Cayó de golpe, desangrándose rápidamente y sin poder moverse, pensando que en cualquier momento la bestia se lanzaría de nuevo sobre él para devorarlo vivo. Pero el animal no volvió a atacarle, en lugar de eso comenzó a arrojar tierra sobre él, tapando de nuevo el agujero. En seguida se incorporó también a la labor el segundo lobo, al que creía haber espantado momentos antes, y entre los dos animales la tarea se volvió mucho más rápida.</div>
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Antes de darse cuenta estaba completamente envuelto en tinieblas, tratando de retener el poco oxigeno que le quedaba y que se agotaba con gran velocidad. Pero no estaba solo allá abajo, había alguien más con él.</div>
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El rostro de su difunta esposa cobró vida de repente y, pese a la oscuridad, pudo verla en toda su perfección, del mismo modo en que lo había hecho cuando aquel espectro se le había aparecido antes de quedarse dormido frente al fuego durante el resto del invierno. Pero había algo distinto, porque el rostro ya no estaba inexpresivo, ahora su esposa le sonreía. Le sonreía porque finalmente la primavera había llegado y esta vez la pasarían juntos.</div>
Erick Hernándezhttp://www.blogger.com/profile/03810581275060961059noreply@blogger.com0