Saludos a todos.
En la entrada de hoy voy a compartir con vosotros un fragmento de mi ultima novela: "Cómo fabricar cocaína (con harina y otros productos que puedes encontrar en tu propia casa)"
El siguiente texto es un extracto del primer capítulo. Se trata de una breve introducción donde podemos empezar a conocer al narrador de la historia.
Si os gusta, al final del texto teneis un enlace que os llevará hasta el espacio web del libro. Allí os ofrezco más información y, si queris continuar la historia, la posibilidad de adquirir la novela.
UNA NOCHE EN UN MOTEL DE MALA MUERTE
En ocasiones me pregunto si mi total falta de
remordimiento es normal. A veces me planteo si está bien lo que hago, si no
estoy llevando el juego demasiado lejos. Estas dudas me han asaltado un número
incontable de veces. Sin embargo, cuando esto ocurre, lo único que tengo que
hacer para volver a sentirme bien es sacar la enorme bolsa de deporte que
guardo bajo la cama y ponerme a contar los billetes que hay en su interior.
Ya lo sé, puede que en principio ese no parezca el mejor
lugar para mantener tus ahorros, pero hasta el momento este sistema me ha
funcionado y no veo por qué debería cambiarlo. No me fio de nadie, mucho menos
si pienso que, en el fondo, todo el mundo puede ser un poco como yo, y yo soy
la persona de quien menos se debería fiar nadie. Por eso tengo el dinero en
casa, no solo por el alivio que proporciona rebozarse desnudo con los billetes,
lo guardo aquí porque por nada del mundo confiaría en un banco, ni en sus
empleados, ni en sus clientes.
No estoy paranoico, simplemente no creo en la bondad de
la gente. La única razón por la que las personas no pierden el control y se
dejan llevar por sus más bajos instintos es porque temen las consecuencias.
Pero estoy convencido de que cualquiera es capaz de lo más ruin, siempre y
cuando esa persona esté segura de que nunca nadie será capaz de averiguar lo
que ha hecho.
Yo eso ya lo tengo superado, me da igual que me pillen,
es más, estoy convencido de que terminarán por cogerme. Pero no me importa, más
aún, diría que me gusta la emoción de poder ser descubierto, saber que
frecuentemente mi vida está en juego.
Seguro que cualquiera que me escuchase podría pensar que
estoy exagerando, pero eso es porque no saben a qué me dedico habitualmente. Mi
actividad más reciente fue en…
Debería disculparme, qué grosería por mi parte empezar a
hablar de las cosas que hago sin ni siquiera llegar a presentarme. Mi nombre
es… algo muy importante y por eso no lo voy a decir, la verdad es que no es
necesario que lo sepas, solo soy alguien con una historia que contar. De
momento no tiene mucho sentido que quiera ocultar mi identidad, pero a medida
que avance en esta historia quedará bien claro el motivo de mi secretismo. Hay
muchas personas cabreadas a las que les gustaría echarme el guante y tampoco
quiero ponérselo demasiado fácil.
Podría hacer como tantos otros y comenzar por el
principio, pero ni yo mismo lo sé. Lo que quiero decir es que quién sabe
realmente cómo llega uno al lugar en el que se encuentra. ¿Sería oportuno
contar la historia de mi vida desde mi nacimiento? ¿Le importa a alguien las
discusiones con mis hermanos cuando era más pequeño? ¿Tienen alguna relevancia
mis humillaciones en el colegio? Seguro que muchos dirían que sí a todas estas
preguntas, estas personas se sentirán decepcionadas porque no tengo ninguna intención
de responder dichos interrogantes.
Lo que voy a hacer es contar lo que estoy haciendo en
este mismo instante, dejar que cada uno saque sus propias conclusiones, y ya
veremos a dónde nos lleva esto. Después de todo, no importa quiénes creamos
ser, no importa quiénes queramos ser, no somos más que un subproducto de
nosotros mismos y la única manera de llegar a los demás es través de nuestros
actos.
Lo siento por la reflexión filosófica, sé que es una
mierda que alguien intente meterte sus propias ideas en tu cabeza. Podría
prometerte que esto no se repetirá, pero seguro que dentro de un rato me
estarías llamando mentiroso, algo que, por otro lado, me trae sin cuidado. En
realidad estoy bastante orgulloso de mi capacidad para engañar a los demás, no
tengo más remedio, me gano la vida con ello.
Ahora mismo lo que estoy haciendo es esconderme en una
habitación de hotel. No vivo aquí, solo estoy de paso. Tengo un piso fantástico
en el centro de la ciudad pero ahora no sería muy prudente volver a casa, al
menos no hasta que esté seguro de que no me siguen.
Lo de hoy ha sido algo completamente improvisado, no lo
había hecho antes. Estaba en un bar, con una cerveza en la mano, escuchando
cómo discutía la gente, cuando pensé lo fácil que sería hacer que los borrachos
perdiesen los estribos. Entonces se me ocurrió comprobar mi teoría.
Me acerqué a un hombre enorme que estaba sentado cerca y
ya llevaba unas copas de más y le dije que el tipo que jugaba al billar al
fondo le había llamado orangután. Después de aquello solo tuve que echar un
poco más de leña al fuego, unos comentarios aquí y allá fueron suficientes.
Cuando la tensión en el ambiente se hizo tan grande que
estuvo claro que aquella olla no tardaría en estallar, me alejé de allí y desde
una distancia segura observé el espectáculo. Las hostias llovían por doquier,
puñetazos, patadas, una coreografía realmente espectacular.
Al acabar la refriega, alguien había llamado a la
policía, por lo que todos los participantes del alboroto, al menos los que
todavía permanecían en pie, salieron de allí corriendo. Quedaron tres personas
inconscientes en el suelo, además del dueño del local recogiendo restos de
cristales rotos.
En ese momento salí de mi escondite, me acerqué al
primero de los heridos y aproveché para quitarle todo el dinero de la cartera.
Repetí la misma operación con los otros dos borrachos y después me fui de aquel
bar, mientras el dueño vociferaba y me llamaba todo tipo de groserías.
Aparentemente todo había salido a pedir de boca, era
cincuenta euros más rico y me había divertido más que si hubiese ido al cine.
Pero todo se jodió en el último momento. Al salir por la puerta me di de bruces
contra uno de los tipos que habían participado en la pelea, el cual me
reconoció como la persona que había empezado los comentarios que habían llevado
a aquello. En consecuencia tuve que huir y, por miedo a que me persiguiesen él
y sus amigos hasta la mismísima puerta de mi casa, había acabado por guarecerme
en el primer motel que había encontrado.
Había hecho una estupidez de lo más arriesgada y no solo
había disfrutado con ello, sino que ya estaba pensando en el modo de
perfeccionar la jugarreta para poder volver a repetirla.
Tal vez pienses que no merece la pena todo el esfuerzo
por la miseria que había sacado, y sin lugar a dudas estarás en lo cierto, pero
aquella no era mi fuente principal de ingresos, solo había sido una diversión
para romper con la monotonía. Aunque, probablemente, ahora no tendría más
remedio que volver a cambiar de ciudad antes de lo previsto, una lástima porque
realmente me gustaba aquel piso. Tampoco es como si no fuese a volver, a estas
alturas tengo residencias a lo largo de todo el país. Viajo mucho. Estoy un
tiempo en un sitio, la lío, y después tengo que irme durante un tiempo para que
se enfríen los ánimos. Soy muy prudente en ese sentido pero, aun así, alguien
acabará por reconocerme y he hecho cosas mucho peores que la de hoy.
No solo no me arrepiento sino que estoy bastante
orgulloso de mí mismo. Cada vez me salen mejor las cosas. La cruda realidad es
que mis actividades no tendrían ningún sentido si no hubiese nadie que cayera
en la trampa. Puedo parecerte algo pretencioso pero lo cierto es que no
cometería la osadía de considerarme a mí mismo más listo que los demás sin
motivo, al final son ellos los que terminan por darme la razón. Sin imbéciles
yo no podría ganarme la vida y cada vez estoy más convencido de que la
proporción de idiotas que hay actualmente en el mundo es enorme.
Podría ilustrar estas ideas de mil y una maneras pero
antes de ponerte otro ejemplo voy a contarte un poco más de mí, sin otra razón
que porque ahora me apetece y puede que dentro de un rato no sea así.
En primer lugar hablaré sobre mi aspecto. Soy bastante
corriente, no tengo ningún rasgo distintivo. Estoy en la media de altura. No
soy gordo ni tampoco delgado. Tengo el pelo oscuro y corto. Poco más puedo
decir al respecto la verdad, de hecho soy tan común, tan aburrido que,
afortunadamente para mí, nadie me recuerda nunca. El día en que alguien tenga
que hacer un retrato robot mío, será un día como cualquier otro porque, si
usasen dicha descripción para buscarme, se encontrarían con que hay miles de
personas parecidas. En vista de mis actividades, este hecho que a mucha gente
le molestaría, a mí me beneficia.
No busco llamar la atención, no quiero ser diferente, eso
se lo dejo a todos esos desgraciados que necesitan destacar en algo. Yo
prefiero ser el mejor en pasar desapercibido.
Mi aspecto es, en principio, suficiente para mis
intereses, pero aun así lo llevo un paso más allá. No contento con verme
físicamente como cualquier otra persona del montón, además me visto con el
mismo discreto propósito. Siempre voy a la moda, eso es algo a lo que siempre
tengo que estar atento. No tengo estilo propio porque eso podría ser mi
perdición. Mis atuendos los dicta la sociedad y el entorno por el que me mueva
en un momento determinado, al final eso es lo más efectivo. Nadie dirá de mí en
ningún momento algo así como: “Si, lo recuerdo, llevaba puesto…”. Lo más
probable es que si alguien intenta describir mi vestimenta se vea con el
obstáculo de haber visto a veinte personas con la misma ropa durante ese mismo
día.
Aunque parezca mentira he terminado de decirte cómo soy.
Lo más probable es que ahora estés igual que al principio. Te he dicho
exactamente cómo me veo y sin embargo eso no te sirve de mucho y no puedes
hacerte una imagen mental mía en la cabeza. Me disculpo si sientes que te he
hecho perder el tiempo, pero si esperas el relato convencional, estás
escuchando a la persona equivocada.