lunes, 23 de septiembre de 2013

Fragmento de Cómo fabricar Cocaína

Saludos a todos.
En la entrada de hoy voy a compartir con vosotros un fragmento de mi ultima novela: "Cómo fabricar cocaína (con harina y otros productos que puedes encontrar en tu propia casa)"
El siguiente texto es un extracto del primer capítulo. Se trata de una breve introducción donde podemos empezar a conocer al narrador de la historia.
Si os gusta, al final del texto teneis un enlace que os llevará hasta el espacio web del libro. Allí os ofrezco más información y, si queris continuar la historia, la posibilidad de adquirir la novela.


UNA NOCHE EN UN MOTEL DE MALA MUERTE


En ocasiones me pregunto si mi total falta de remordimiento es normal. A veces me planteo si está bien lo que hago, si no estoy llevando el juego demasiado lejos. Estas dudas me han asaltado un número incontable de veces. Sin embargo, cuando esto ocurre, lo único que tengo que hacer para volver a sentirme bien es sacar la enorme bolsa de deporte que guardo bajo la cama y ponerme a contar los billetes que hay en su interior.
Ya lo sé, puede que en principio ese no parezca el mejor lugar para mantener tus ahorros, pero hasta el momento este sistema me ha funcionado y no veo por qué debería cambiarlo. No me fio de nadie, mucho menos si pienso que, en el fondo, todo el mundo puede ser un poco como yo, y yo soy la persona de quien menos se debería fiar nadie. Por eso tengo el dinero en casa, no solo por el alivio que proporciona rebozarse desnudo con los billetes, lo guardo aquí porque por nada del mundo confiaría en un banco, ni en sus empleados, ni en sus clientes.
No estoy paranoico, simplemente no creo en la bondad de la gente. La única razón por la que las personas no pierden el control y se dejan llevar por sus más bajos instintos es porque temen las consecuencias. Pero estoy convencido de que cualquiera es capaz de lo más ruin, siempre y cuando esa persona esté segura de que nunca nadie será capaz de averiguar lo que ha hecho.
Yo eso ya lo tengo superado, me da igual que me pillen, es más, estoy convencido de que terminarán por cogerme. Pero no me importa, más aún, diría que me gusta la emoción de poder ser descubierto, saber que frecuentemente mi vida está en juego.
Seguro que cualquiera que me escuchase podría pensar que estoy exagerando, pero eso es porque no saben a qué me dedico habitualmente. Mi actividad más reciente fue en…
Debería disculparme, qué grosería por mi parte empezar a hablar de las cosas que hago sin ni siquiera llegar a presentarme. Mi nombre es… algo muy importante y por eso no lo voy a decir, la verdad es que no es necesario que lo sepas, solo soy alguien con una historia que contar. De momento no tiene mucho sentido que quiera ocultar mi identidad, pero a medida que avance en esta historia quedará bien claro el motivo de mi secretismo. Hay muchas personas cabreadas a las que les gustaría echarme el guante y tampoco quiero ponérselo demasiado fácil.
Podría hacer como tantos otros y comenzar por el principio, pero ni yo mismo lo sé. Lo que quiero decir es que quién sabe realmente cómo llega uno al lugar en el que se encuentra. ¿Sería oportuno contar la historia de mi vida desde mi nacimiento? ¿Le importa a alguien las discusiones con mis hermanos cuando era más pequeño? ¿Tienen alguna relevancia mis humillaciones en el colegio? Seguro que muchos dirían que sí a todas estas preguntas, estas personas se sentirán decepcionadas porque no tengo ninguna intención de responder dichos interrogantes.
Lo que voy a hacer es contar lo que estoy haciendo en este mismo instante, dejar que cada uno saque sus propias conclusiones, y ya veremos a dónde nos lleva esto. Después de todo, no importa quiénes creamos ser, no importa quiénes queramos ser, no somos más que un subproducto de nosotros mismos y la única manera de llegar a los demás es través de nuestros actos.
Lo siento por la reflexión filosófica, sé que es una mierda que alguien intente meterte sus propias ideas en tu cabeza. Podría prometerte que esto no se repetirá, pero seguro que dentro de un rato me estarías llamando mentiroso, algo que, por otro lado, me trae sin cuidado. En realidad estoy bastante orgulloso de mi capacidad para engañar a los demás, no tengo más remedio, me gano la vida con ello.
Ahora mismo lo que estoy haciendo es esconderme en una habitación de hotel. No vivo aquí, solo estoy de paso. Tengo un piso fantástico en el centro de la ciudad pero ahora no sería muy prudente volver a casa, al menos no hasta que esté seguro de que no me siguen.
Lo de hoy ha sido algo completamente improvisado, no lo había hecho antes. Estaba en un bar, con una cerveza en la mano, escuchando cómo discutía la gente, cuando pensé lo fácil que sería hacer que los borrachos perdiesen los estribos. Entonces se me ocurrió comprobar mi teoría.
Me acerqué a un hombre enorme que estaba sentado cerca y ya llevaba unas copas de más y le dije que el tipo que jugaba al billar al fondo le había llamado orangután. Después de aquello solo tuve que echar un poco más de leña al fuego, unos comentarios aquí y allá fueron suficientes.
Cuando la tensión en el ambiente se hizo tan grande que estuvo claro que aquella olla no tardaría en estallar, me alejé de allí y desde una distancia segura observé el espectáculo. Las hostias llovían por doquier, puñetazos, patadas, una coreografía realmente espectacular.
Al acabar la refriega, alguien había llamado a la policía, por lo que todos los participantes del alboroto, al menos los que todavía permanecían en pie, salieron de allí corriendo. Quedaron tres personas inconscientes en el suelo, además del dueño del local recogiendo restos de cristales rotos.
En ese momento salí de mi escondite, me acerqué al primero de los heridos y aproveché para quitarle todo el dinero de la cartera. Repetí la misma operación con los otros dos borrachos y después me fui de aquel bar, mientras el dueño vociferaba y me llamaba todo tipo de groserías.
Aparentemente todo había salido a pedir de boca, era cincuenta euros más rico y me había divertido más que si hubiese ido al cine. Pero todo se jodió en el último momento. Al salir por la puerta me di de bruces contra uno de los tipos que habían participado en la pelea, el cual me reconoció como la persona que había empezado los comentarios que habían llevado a aquello. En consecuencia tuve que huir y, por miedo a que me persiguiesen él y sus amigos hasta la mismísima puerta de mi casa, había acabado por guarecerme en el primer motel que había encontrado.
Había hecho una estupidez de lo más arriesgada y no solo había disfrutado con ello, sino que ya estaba pensando en el modo de perfeccionar la jugarreta para poder volver a repetirla.
Tal vez pienses que no merece la pena todo el esfuerzo por la miseria que había sacado, y sin lugar a dudas estarás en lo cierto, pero aquella no era mi fuente principal de ingresos, solo había sido una diversión para romper con la monotonía. Aunque, probablemente, ahora no tendría más remedio que volver a cambiar de ciudad antes de lo previsto, una lástima porque realmente me gustaba aquel piso. Tampoco es como si no fuese a volver, a estas alturas tengo residencias a lo largo de todo el país. Viajo mucho. Estoy un tiempo en un sitio, la lío, y después tengo que irme durante un tiempo para que se enfríen los ánimos. Soy muy prudente en ese sentido pero, aun así, alguien acabará por reconocerme y he hecho cosas mucho peores que la de hoy.
No solo no me arrepiento sino que estoy bastante orgulloso de mí mismo. Cada vez me salen mejor las cosas. La cruda realidad es que mis actividades no tendrían ningún sentido si no hubiese nadie que cayera en la trampa. Puedo parecerte algo pretencioso pero lo cierto es que no cometería la osadía de considerarme a mí mismo más listo que los demás sin motivo, al final son ellos los que terminan por darme la razón. Sin imbéciles yo no podría ganarme la vida y cada vez estoy más convencido de que la proporción de idiotas que hay actualmente en el mundo es enorme.
Podría ilustrar estas ideas de mil y una maneras pero antes de ponerte otro ejemplo voy a contarte un poco más de mí, sin otra razón que porque ahora me apetece y puede que dentro de un rato no sea así.
En primer lugar hablaré sobre mi aspecto. Soy bastante corriente, no tengo ningún rasgo distintivo. Estoy en la media de altura. No soy gordo ni tampoco delgado. Tengo el pelo oscuro y corto. Poco más puedo decir al respecto la verdad, de hecho soy tan común, tan aburrido que, afortunadamente para mí, nadie me recuerda nunca. El día en que alguien tenga que hacer un retrato robot mío, será un día como cualquier otro porque, si usasen dicha descripción para buscarme, se encontrarían con que hay miles de personas parecidas. En vista de mis actividades, este hecho que a mucha gente le molestaría, a mí me beneficia.
No busco llamar la atención, no quiero ser diferente, eso se lo dejo a todos esos desgraciados que necesitan destacar en algo. Yo prefiero ser el mejor en pasar desapercibido.
Mi aspecto es, en principio, suficiente para mis intereses, pero aun así lo llevo un paso más allá. No contento con verme físicamente como cualquier otra persona del montón, además me visto con el mismo discreto propósito. Siempre voy a la moda, eso es algo a lo que siempre tengo que estar atento. No tengo estilo propio porque eso podría ser mi perdición. Mis atuendos los dicta la sociedad y el entorno por el que me mueva en un momento determinado, al final eso es lo más efectivo. Nadie dirá de mí en ningún momento algo así como: “Si, lo recuerdo, llevaba puesto…”. Lo más probable es que si alguien intenta describir mi vestimenta se vea con el obstáculo de haber visto a veinte personas con la misma ropa durante ese mismo día.

Aunque parezca mentira he terminado de decirte cómo soy. Lo más probable es que ahora estés igual que al principio. Te he dicho exactamente cómo me veo y sin embargo eso no te sirve de mucho y no puedes hacerte una imagen mental mía en la cabeza. Me disculpo si sientes que te he hecho perder el tiempo, pero si esperas el relato convencional, estás escuchando a la persona equivocada.




No hay comentarios:

Publicar un comentario